La guerra entre rusos y ucranianos está sirviendo de potenciador de múltiples cambios en Occidente, en sus Fuerzas Armadas (FAS), en las relaciones entre Estados, en la necesaria preparación de la guerra en general, en la disposición de las medidas necesarias que acompañan, o deben acompañar a la Defensa Militar, incluso en el cambio de mentalidad de la población, y en la generación de un sentimiento en ella, como es el de la necesidad de defenderse; también ha servido para comprobar la exigüidad de capacidades militares y de los stocks de armamento y equipos necesarios, la voracidad de su consumo en una guerra abierta y la dificultad que supone su reposición.
Se puede admitir que esta Guerra está consiguiendo lo que después del derrumbe de la URSS y los Acuerdos de Paris no había hecho reaccionar, para una defensa conjunta, ni a los Estados ni a las Organizaciones de Seguridad Colectiva occidentales, que de alguna forma languidecían al carecer de una amenaza político militar evidente, y agresiva, en este caso, a un incipiente candidato a su posible integración en alguna de ellas.
Se partía, desde los 90 del siglo XX, de un sentimiento falso, que ahora se constata, de victoria de Occidente sobre “el Este”; en algunas universidades prestigiosas norteamericanas, como Harvard, se asumía que la Guerra de Europa había terminado con el desfallecimiento y desmembración de la URSS, y que por tanto Estados Unidos se podía dedicar, ya, a su otro frente, el indo pacífico, y a su otro contrincante, China.
Muchos países europeos, y las Organizaciones que los envuelven, OTAN y UE, quisieron aprovechar el momento para dedicar los “dividendos de la paz” a otras necesidades, también reales; la perentoriedad de pacificar los conatos de conflicto, fruto de la ausencia de los Dos Grandes y de la disuasión en la que funcionaban, conduciría a la ONU al montaje de las Operaciones de Apoyo a la Paz y Humanitarias, conocidas en la doctrina española como “no bélicas”, aspecto que terminaba de configurar unas misiones para las Fuerzas Armadas bien aceptadas por los partidos políticos, que siempre se opusieron, en general, a la elevación del gasto militar, aspecto que propició la detracción de recursos de la Defensa Militar.
El asesoramiento militar general, no solo en España, se centraba en aconsejar que el adiestramiento y las dotaciones de las FAS, consecuencia de sus misiones, deberían ser las necesarias para que la preparación de las Unidades militares se centrara en el combate, dentro de la Defensa Militar, con la intensidad adecuada para obtener la victoria en aquellos conflictos que se pudieran presentar en su horizonte de riesgos y amenazas.
La grandes carencias de abastecimientos militares era crónica, y las recomendaciones de la OTAN de mantener 30 días de combate en todas las clases de aquellos recursos fue siempre “papel mojado”, dado su volumen, su carestía, la necesidad de infraestructura, y la falta de decisión para su obtención.
La Guerra de Rusia y Ucrania ha venido a afirmar la necesidad de mantener dichos abastecimientos e incluso alentar la urgencia de modificar los ritmos de producción industrial para incrementar dichas reservas, como se ha visto en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich, no solo para lograr la necesaria reserva propia sino a los efectos de apoyo a los potenciales países agredidos, por la solidaridad que impone el articulado de las Organizaciones de Seguridad Colectiva, aunque el caso de Ucrania, país no miembro, sea un tanto indirecto en esta aplicación pero sirve como ejemplo posible.
Sin embargo, la continuidad en la concepción del nivel político, responsable natural de las decisiones al respecto, favorecedora de las actuaciones “no bélicas” de sus Fuerzas Armadas, ha llegado, incluso en Teatros peligrosos como IRAK y Mali, a diferenciarlas de las necesidades de una guerra de alta intensidad como la que hoy se sufre en territorio ucraniano.
Hubo un tiempo, en las FAS de Estados Unidos, en que sus dirigentes estuvieron dispuestos a considerar dos tipos de Tropas, aquellas que se dedicarían a las operaciones de apoyo a la paz y humanitarias, y otras cuyas misiones prioritarias serían las bélicas, tipo Art. V, aunque en este país no se mantuviera ninguna prevención ideológica para discriminar ambas dedicaciones, pues solo se trataba de un criterio de empleo de las Tropas, para impedir “una cierta contaminación psicológica” en el personal actuante.
Yendo a un nivel superior, y tratando de dilucidar el epígrafe que sirve de título a este artículo, sobre todo para países OTAN mediterráneos, como España, es decir, si la Guerra de Ucrania debe ser un estímulo o un modelo, para hacer reaccionar las estructuras de la Defensa Nacional específicas, al margen de la solidaridad base de la cohesión de la OTAN y UE, especialmente, se podría indicar que desde luego es un estímulo que ya está recogiendo frutos como se ha comentado, además de un camino para corregir la atención hacia riesgos que no se habían tenido suficientemente en cuenta, o que se habían meramente suspendidos por falta de atención presupuestaria, indefinición en las Políticas de Defensa, en su Directivas de Defensa, etc, aspectos que si no hubiera sido amortiguado por el nuevo Concepto Estratégico, en muchos países hubiera sido imposible corregir esa carencias, no solo económicas sino conceptuales.
Los países del Sur de la OTAN, y entre ellos España, tienen otros escenarios prioritarios propios, sin desconsiderar la solidaridad que impulsa a estar en las organizaciones operativas de la OTAN del Norte, y de la UE, estos últimos de otro carácter aunque coincidentes, pero con la finalidad, en este momento, de contribuir a la disuasión posicional adelantada en los márgenes de los países con la Federación Rusa; la adaptación y la resistencia de nuestras Grandes Unidades en los “territorios fríos”, ya demostrada en los diferentes adiestramientos del EUROCUERPO, con equipos menos adaptados que los actuales, está fuera de toda duda.
Pero en la actual Guerra de Europa, nuestro país está en una segunda línea estratégica, con poderosos oponentes a superar, caso de una progresión ofensiva rusa hacia el Oeste, como son Alemania y Francia, piezas clave de la UE, que también posee su Tratado reactivo, y su artículo clave al respecto, el 42.7. Sin embargo, en el Flanco Sur está en primera línea estratégica, en contacto con un Magreb de momento estable en cuanto a alineaciones geopolíticas, socios de conveniencia de cada bloque, con diferendos con algún país de la Alianza, o al menos con ciertas desconfianzas; también existen es este escenario prioritario circunstancias ambientales diferentes, recursos necesarios a crear y a mantener, y sobre todo responsabilidades fundamentales a sostener.
No solo se trata de contener y anular la expansión del islamismo radical, que impregna “nuestro Sur” hasta el Golfo de Guinea y las rutas atlánticas que allí acceden, sino de propiciar la estabilidad de toda la cornisa del Magreb y de su antecedente el Sahel.
En términos estratégicos, la situación del Estrecho de Gibraltar debería implicar más a las FAS españolas, en un espacio vital para España en el que un Marruecos emergente en la asignación de responsabilidades bilaterales por Estados Unidos, permitidas también por Francia, parece asumir un cierto protagonismo.
La mejora de las Fuerzas Armadas Reales del vecino del Sur, justificadas para equilibrar a su sempiterna competidora Argelia y oponerse a la hostilidad permanente del Frente Polisario puede, en definitiva, ser un factor a tenerse en cuenta para España, y sus FAS, que mantiene litigios territoriales y una larga historia de desencuentros, a pesar de las políticas conciliadoras que siguen y anteceden a aquellas.
La adquisición de sistemas de armas de alto rendimiento, su capacidad satelital, la mejora de sus sistemas antiaéreos, la disponibilidad de una aviación más moderna, con el apoyo de Estados Unidos, etc, y la relación técnico/armamentística con su ya antigua vinculación a Israel, ahora nítida después de los Acuerdos de Abraham, que se extiende a una cooperación política en la que la inteligencia no estará exenta, representan para España, y sus FAS, una disminución apreciable de la brecha tecnológica con su vecino del Sur, y por tanto la posibilidad de una sorpresa técnica.
Ucrania y Rusia, y su guerra en los márgenes de la OTAN/UE, proporcionarán todavía más experiencias en el nivel de la conducción estratégica militar, operacional y táctica, que podrán ser utilizados para adecuar mejor las FAS a un Enemigo Convencional recobrado; esta sería la opción más probable de la asunción de ciertas lecciones aprendidas; sin embargo la opción más peligrosa, por la adopción de acciones convencionales y asimétricas(híbridas) de la amenaza Sur, debería ser la línea maestra de la adecuación de nuestras FAS, y de la conformación de la Defensa Nacional.
Ricardo Martínez Isidoro
General de División (RDO)