Mucho se ha hablado en los últimos tiempos de la evolución del panorama estratégico y sobre la guerra de Ucrania, que conduce inevitablemente a una reflexión de fondo sobre la defensa en Europa y sobre la defensa nacional de los países europeos, sobre esquemas novedosos.
A todo ello se ha hecho referencia en este ciclo dedicado al Concepto Estratégico de la OTAN que se aprobará en junio de este año por los países miembros de la Alianza Atlántica en la cumbre de Madrid. Este documento marcará la forma en que la Alianza se recoloca a sí misma, al menos conceptualmente, cara al futuro, en el complejo tablero de la seguridad y la defensa en Europa.
Dentro de este ciclo conviene también hacer una referencia a una evolución doctrinal de gran calado y que raramente se analiza en este tipo de reflexiones estratégicas. Se trata de la conducción de las operaciones militares en el mundo tan sumamente complejo del Siglo XXI.
Esta reflexión se ha visto ratificada en lo fundamental y de una forma rotunda, en la reciente guerra de Ucrania, que está revelando lecciones que no deben pasarse por alto.
Y es que la evolución conceptual en el tema operativo ha sido vertiginosa desde la guerra fría, apareciendo sucesivamente nuevos elementos que encierran lecciones profundas, muchas veces filosóficas, de cómo se debe afrontar al adversario en el campo de batalla, entendido dicho campo de batalla de una forma amplia, como el terreno en el que tiene lugar el enfrentamiento de voluntades, que es al fin y al cabo la guerra.
Una visión rápida a lo que está pasando en Ucrania nos obliga a reconocer el esbozo de un nuevo paradigma del conflicto. Las conducción de las operaciones hoy, en un mundo globalizado e hiperconectado, obliga a llevar a sus últimas consecuencias en la Doctrina OTAN el concepto de Operaciones Multidominio y, seguramente, a irlas ampliando a nuevos campos de acción relevantes.
En una primera derivada se constata que, con el paso del tiempo, los dominios operativos, los campos de batalla en los que hay que confrontar al enemigo, se han ido ampliando.
Hasta el Siglo XX, los dominios de operación se limitaban a dos: el Terrestre y el Naval, las batallas eran sobre la tierra o sobre el mar y muy excepcionalmente con interacciones entre ambos dominios. Esto explica la tradicional especialización de los profesionales de las armas en militares o marinos de guerra.
El Siglo XX trajo la aparición de un nuevo dominio de operaciones, el aéreo. La derivada fue la aparición de los ejércitos del aire, con personal especializado y mentalizado para operar en el medio aéreo.
Trajo también un concepto operativo exigido por la realidad de los hechos, las operaciones conjuntas. Porque el hecho de que el dominio operativo aéreo se superponía a los otros dos, obligaba a un planeamiento y ejecución conjunto de la acción militar en los tres dominios operativos.
Con ello surgió un problema práctico que perdura hasta nuestros días. Es muy difícil dotar de una verdadera mentalidad conjunta a personal formado, uniformado y entrenado para operar en un dominio específico. Aunque las operaciones son hoy necesariamente conjuntas, planeadas y dirigidas por Estados Mayores conjuntos, son ejecutadas por medios y mentalidades específicos, lo que hace a menudo que el sistema presente puntos de fricción.
Los ejércitos modernos han pretendido fomentar la imprescindible mentalidad conjunta de sus militares a través de la formación de altos estudios militares, cursos de Estado mayor y cursos de Oficial General, pero manteniendo una enseñanza de formación específica. El éxito de este dispositivo de formación fue siempre relativo, sin que las operaciones conjuntas lo hayan sido nunca del todo.
El Siglo XXI se abre con el reconocimiento de la existencia de nuevos dominios, nuevos campos de batalla que hay que integrar en el esquema operativo. No se concibe operación militar futura que no plantee las acciones simultáneamente en los dominios tradicionales y en tres nuevos dominios que explicaré a continuación.
El primer nuevo dominio es el ciberespacio, reconocido como cuarto dominio operacional por la doctrina de la OTAN. Aquí el campo de batalla es virtual, pero los efectos se hacen sentir de manera directa en el terreno. Hay una vulnerabilidad que deriva de la sobredependencia de los sistemas informáticos y que hace que las acciones en el ciberespacio hayan de estar integradas con las que se planean y ejecutan en los demás dominios.
La segunda novedad es el Espacio ultraterrestre, reconocido desde 2019 como Dominio Operacional por la OTAN. Sin el Espacio, que envuelve a partir de los 100Km. de altitud al dominio aéreo, no se concibe hoy ninguna operación militar. Comunicaciones, Posicionamiento, Observación visible, infrarroja, radárica, son elementos imprescindibles para toda capacidad militar, incluido el armamento de precisión. Los satélites son muy vulnerables y hay que protegerlos, hay una necesidad imperiosa de acciones defensivas, al igual que cabe imaginar la posibilidad acciones sobre las capacidades espaciales del adversario.
En la guerra de Ucrania, la superioridad en el enfrentamiento en este dominio está cayendo del lado Ucraniano, vía los aliados de la OTAN, hasta el punto de hacer que la manifiesta superioridad rusa en los demás dominios se haya visto cuestionada.
Y se abre paso un sexto dominio operacional, aún no reconocido como tal por la OTAN, pero que está siendo un terreno de combate decisivo en la guerra de Ucrania, el dominio cognitivo, o humano en terminología anglosajona.
El tema es complejo y vidrioso, y sólo será posible plantear la cuestión en un artículo como este. La mera observación del conflicto en Ucrania, nos muestra un combate de narrativas entre los contendientes, que se juega en la mente de las opiniones públicas propias y extrañas.
Comprobamos empíricamente como toda noticia relativa a la guerra, procedente de fuentes propias o cercanas a los contendientes, forma parte de una estrategia de comunicación bien diseñada y dirigida para influir sobre las decisiones de los líderes políticos occidentales, a través de las emociones de sus opiniones públicas.
Parte de este esfuerzo operativo está teniendo lugar en el campo del derecho, en lo que desde hace sólo unos años, los propios servicios jurídicos de la Alianza han catalogado como “Lawfare”, que podríamos traducir como guerra jurídica, y que pretende describir una forma de acción que utiliza el derecho internacional como arma de guerra contra el adversario.
En este sentido, incluso la incuestionable ilegalidad del recurso a la guerra por parte de Rusia, ha sido contestada por este país haciendo alusiones a un inexistente derecho a la legítima defensa de las poblaciones rusas de Ucrania, que abriría la puerta a la aplicación del Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas y por ello a la intervención rusa.
Por parte ucraniana, estamos asistiendo a una campaña sistemática de acusaciones de violaciones del derecho internacional de los conflictos, cuya comprobación será larga y compleja. La mera acusación, unida a la censura sobre los medios rusos, está produciendo resultados.
La narrativa ucraniana, perfectamente adaptada en mensaje y destinatario a los fines perseguidos, está consiguiendo que los países occidentales y sus liderazgos políticos estén presionados a prestar un apoyo explícito y creciente a la causa ucraniana hasta el límite que permite el peligro de un conflicto nuclear. Al mismo tiempo, la narrativa rusa ha sido eliminada de la ecuación, a través de censura y del reproche social de todo el que mantenga algún tipo de explicación alternativa.
La reflexión sobre la conducción futura de operaciones, que forma parte de las discusiones que llevarán al nuevo concepto estratégico de la Alianza, lleva al Multidominio en su versión amplia, que incide sobre el planeamiento y ejecución de toda operación futura.
Deberán sin duda las autoridades políticas y militares responsables de la Defensa Nacional tomar buena nota de esta importante cuestión para el conflicto de mañana.
TG (res) Rubén García Servert