Contrarrestar la influencia de Moscú en América Latina

Los presidentes de Argentina y Brasil, Alberto Fernández y Jair Bolsonaro respectivamente, no han condenado directamente la invasión rusa de Ucrania. Su silencio no es sorprendente, ya que ambos visitaron Moscú en febrero en medio de la escalada de tensiones por el aumento de tropas rusas en la frontera ucraniana.

El Kremlin y Brasilia son socios del mecanismo BRICS, cuyo objetivo es promover el desarrollo, la cooperación, la seguridad y la paz entre las principales economías de mercado emergentes del mundo (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y su relación ha ido creciendo a lo largo de los años con la cooperación en materia energética, farmacéutica, espacial, militar y comercial.

En cuanto a Argentina, la reunión entre Fernández y el presidente ruso Vladimir Putin para reforzar la cooperación bilateral y las relaciones comerciales, de modo que Argentina pueda cortar su dependencia de Washington y del Fondo Monetario Internacional (FMI), podría tener algo que ver con el silencio del país sobre Ucrania.

No obstante, Argentina lleva años en situación de impago de la deuda con el FMI y no podrá desprenderse de sus préstamos hasta que no pague esa deuda. Argentina llegó a un acuerdo inicial con el FMI para refinanciar su deuda de 45.000 millones de dólares, que el Congreso del país aprobó a mediados de marzo. Si se convierte en ley, el acuerdo liberará a la economía argentina para que crezca y proporcionará al país apoyo presupuestario y de balanza de pagos para reducir la inflación y proteger los programas sociales que reducen la pobreza. Según los términos del acuerdo, Argentina se ha comprometido a reducir su déficit fiscal en un 0,9% del PIB. Sin embargo, los conflictos geopolíticos en curso, el COVID-19 y una economía mundial volátil plantean desafíos para la estabilidad económica de Argentina y la reducción de la pobreza. En el primer semestre de 2021, Argentina tenía una tasa de pobreza superior al 40 por ciento, como resultado de la inflación y de años de crisis de la deuda.

Argentina y Brasil tienen una rivalidad económica histórica, y ambos se están alejando de los socios democráticos para buscar alianzas con gobiernos autoritarios.  Rusia no es el único hegemón interesado en la región. China obtuvo una victoria diplomática cuando Argentina se unió oficialmente a su Iniciativa del Belt and Road (BRI). Y a pesar de la retórica antagónica de Bolsonaro hacia Pekín, ambos mantienen fuertes lazos económicos y la relación diplomática podría mejorar si el ex presidente Lula da Silva gana las elecciones presidenciales de 2022. Durante la presidencia de Lula, Brasilia consideraba a Pekín un socio estratégico y económico.

Dado el aumento del autoritarismo en la región latinoamericana, más recientemente en El Salvador y Honduras, contrarrestar al Kremlin debería ser una prioridad para Washington. Como Argentina y Brasil se encuentran actualmente en una fina línea entre la democracia y la autocracia, pueden perturbar las instituciones democráticas de la región.

Bolsonaro, que se enfrenta a unas elecciones presidenciales que podría perder, celebró un mitin en septiembre destinado a socavar las normas electorales de Brasil.  También está atacando al poder judicial, diciendo que no consentirá las decisiones de «ciertos jueces de la justicia» y se quejó de un ministro del gobierno, diciendo que necesitaba ser puesto «bajo control».   Esto se produjo en un contexto de descenso de los índices de aprobación de Bolsonaro, basado en lo que se considera su mala gestión de la pandemia del COVID-19.

Sorprendentemente, durante la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la agresión de Rusia contra Ucrania, Argentina y Brasil votaron a favor de la resolución, cambiando su enfoque inicial de silencio/neutralidad. El Kremlin está aún más aislado por su invasión de Ucrania, por lo que esta es una oportunidad para que Washington haga retroceder a los actores malignos y fortalezca sus relaciones con Argentina y Brasil. Washington debería fomentar las alianzas entre los países democráticos de la región. Por ejemplo, la actual Alianza para el Desarrollo en Democracia, formada por los estados democráticos de Costa Rica, República Dominicana y Panamá, promueve la recuperación económica, soluciones multilaterales a la crisis migratoria y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.

Unas instituciones dinámicas son un componente fundamental de un Estado democrático fuerte y la columna vertebral de un sistema judicial independiente. Los sistemas judiciales debilitados, como en Perú y Bolivia, abren la puerta al retroceso democrático, a las violaciones de los derechos humanos y a los actores autoritarios.

Los avances diplomáticos de Moscú en América Latina representan un desafío para la democracia y los intereses regionales de Washington. Para hacerle frente, Washington debe dar prioridad a la Alianza para el Desarrollo en Democracia que, como bloque, podría convertirse en el tercer socio comercial más importante de Estados Unidos. Esta alianza podría reproducirse en los países del sur de América, siendo la próxima Cumbre de las Américas en Los Ángeles el lugar perfecto para que Washington promueva fuertes alianzas democráticas y de desarrollo económico en la región.

Fte. Modern Diplomacy