El golpe de Estado del 26 de julio en Níger, en África Occidental, y la Cumbre Rusia-África del día siguiente en San Petersburgo tienen como telón de fondo la multipolaridad en el orden mundial. Acontecimientos aparentemente independientes, pero que sin embargo reflejan el espíritu de esta era de transformaciones, escribe M.K. Bhadrakumar, Embajador de la India y destacado observador internacional.
En primer lugar, la cumbre africana organizada por Rusia los días 27 y 28 de julio supone un gran desafío para Occidente, que instintivamente trató de restar importancia al acontecimiento, tras haber fracasado en su intento de presionar para que las naciones africanas soberanas no se reunieran con los dirigentes rusos. 49 países africanos enviaron sus delegaciones a San Petersburgo, y diecisiete jefes de Estado viajaron en persona a Rusia para debatir cuestiones políticas, humanitarias y económicas. Para el país anfitrión, que se encuentra en plena guerra, fue un notable éxito diplomático.
Mientras, de vez en cuando salen esqueletos de la época colonial del armario occidental, que se remontan a la lamentada trata de esclavos africanos, Rusia recurre al legado soviético de estar en el «lado correcto de la historia», incluso resucitando el nombre completo de Universidad Patrice Lumumba Peoples´ Friendship University of Russia en Moscú.
Sin embargo, no todo fue política. Las deliberaciones de la cumbre sobre la asociación Rusia-África para ayudar al continente a alcanzar la «soberanía alimentaria», las alternativas al acuerdo sobre cereales, los nuevos corredores logísticos para los alimentos y fertilizantes rusos; la mejora de la cooperación comercial, económica, cultural, educativa, científica y de seguridad; la posible adhesión de África al International North-South Transport Corridor; la participación de Rusia en proyectos de infraestructuras africanos; el Plan de Acción del Foro de Asociación Rusia-África hasta 2026, dan fe del resultado cuantificable.
Níger. Los últimos acontecimientos en Níger subrayan el leitmotiv de la cumbre Rusia-África. Se confirma el pronóstico ruso sobre la crisis africana: los continuos estragos del imperialismo occidental. Así lo atestiguan las banderas rusas vistas en las manifestaciones de Niamey, la capital de Níger.
La madre de todas las sorpresas es que el golpe militar goza de un gran apoyo popular. Dadas las circunstancias, lo más probable es que las tropas francesas se vean obligadas a abandonar Níger, su antigua colonia. Níger es víctima de la explotación neocolonial. Bajo el pretexto de luchar contra el terrorismo, que es, irónicamente, una consecuencia de la intervención de la OTAN en Libia en 2011, encabezada nada menos que por Francia en la región del Sahel, Francia explotó sin piedad los recursos minerales de Níger.
El célebre poeta y crítico literario nigeriano Prof. Osundare escribió la semana pasada: «Investiguen la causa, el curso y los síntomas del actual resurgimiento de los golpes militares en África Occidental. Encuentren una cura para esta pandemia. Y lo que es más importante, encuentren una cura para la plaga de injusticias políticas y socioeconómicas responsables de la inevitabilidad de su recurrencia. Recuerden la brutal anarquía actual en Libia y las innumerables repercusiones de la desestabilización de ese país, antaño floreciente, para la región de África Occidental».
Curiosamente, Washington se ha mostrado relativamente comedido. La defensa de los «valores» por parte del Presidente Biden dista mucho del dictado sobre el «orden basado en normas», aunque, al parecer, Estados Unidos tiene tres bases militares en Níger.
El excepcionalismo estadounidense no es una panacea universal para los males existentes. El Pentágono ayudó a entrenar al menos a uno de los golpistas de Níger, así como a los de Malí y Burkina Faso, que han prometido salir en defensa de Níger. Sin embargo, el lunes, desde Niamey, la Subsecretaria de Estado en funciones de Estados Unidos, Victoria Nuland, lamentó que los golpistas se negaran a permitirle reunirse con el derrocado Presidente Mohamed Bazoum y se mostraran poco receptivos a los llamamientos de Estados Unidos para devolver el país a un gobierno civil.
La misión de Nuland pretendía disuadir a los golpistas de entablar contactos con el grupo Wagner, pero no estaba segura de tener éxito. A Nuland no se le concedió una reunión con el General Tchiani.
En el fondo, sin duda, el golpe de Estado en la República de Níger se reduce a una lucha entre los nigerinos y las potencias coloniales. Sin duda, la creciente tendencia a la multipolaridad en el orden mundial anima a las naciones africanas a sacudirse el neocolonialismo. Esto es una cosa. Por otra parte, las grandes potencias se ven obligadas a negociar en lugar de dictar, concluye M.K. Bhadrakumar.
Fte. Geostrategic Media