Cuando surge una nueva tecnología con un enorme potencial, se tiende a pasar de una expectativa utópica a una profunda desilusión. Es fácil dejarse cegar por las promesas de la tecnología e ignorar el arduo trabajo de pensar en el método de aplicación más adecuado. Es aún más fácil considerar que los fracasos previsibles condenan a la tecnología en sí, en lugar de su uso inadecuado.
Estamos expuestos a este riesgo en el actual ciclo de exageración de la autonomía, en el que vemos un impulso hacia la implantación de algo llamado así en cualquier lugar y en todas partes lo más rápidamente posible. Pero aunque el impulso es comprensible, en lugar de asumir que la autonomía será la panacea obvia para los eternos desafíos, es inteligente dar un paso atrás y determinar cuándo y cómo aprovechar los distintos tipos de autonomía para la empresa.
Un buen punto de partida es plantearse las preguntas adecuadas:
- ¿Qué objetivos quiero alcanzar?
- ¿Qué nuevas capacidades autónomas puedo desplegar para alcanzar esos objetivos de forma sencilla, rápida y a un coste relativamente bajo?
- ¿Qué nuevos objetivos posibilita la tecnología autónoma que antes eran difíciles o imposibles de contemplar?
Este tipo de preguntas aparentemente sencillas son importantes porque se tienden a confundir los diferentes objetivos que la autonomía puede ayudar a alcanzar, lo que a su vez oscurece las opciones y las compensaciones.
Por ejemplo, una de las razones más citadas para recurrir a la autonomía es reducir el papel del combatiente y aumentar el de la máquina cuando sea seguro, factible y beneficioso tanto para la salud del combatiente como para la consecución de los objetivos militares.
Pero, ¿cuál es el camino óptimo para alcanzar este objetivo?
Hay una diferencia significativa entre el uso de la autonomía para reducir la carga cognitiva de los miembros de la tripulación, reducir o eliminar el número de tripulantes necesarios para operar una plataforma, y reducir o eliminar el número de militares en una formación. La autonomía puede emplearse para avanzar en todos estos objetivos, pero de diferentes maneras, y algunos de estos objetivos pueden entrar en conflicto.
Por ejemplo, los drones no tripulados pueden requerir el apoyo de un gran número de seres humanos, lo que significa más personas, más vehículos, más emisiones de radio, más suministros de combustible que tienen que ser trasladados por más vehículos y más aviones de carga para desplegarse. El resultado paradójico aquí es que, algunos tipos de formaciones no tripuladas pueden requerir más personal que las tripuladas y, a su vez, enfrentarse a diferentes tipos de amenazas significativas por parte de las fuerzas enemigas.
Además de oscurecer nuestros objetivos de autonomía, tendemos a confundir los distintos tipos de autonomía. Esto no es sorprendente, ya que el poder de la autonomía y el de la inteligencia artificial se deriva del hecho de que son el tipo de tecnologías de uso general que pueden aplicarse a muchos problemas. Por eso es importante plantearse preguntas como:
- ¿Cuál es el escenario real en el que pretendemos aplicar la autonomía?
- ¿Qué tipo de autonomía se adapta mejor a este escenario?
- ¿Cuáles son las medidas de éxito correctas para evaluar este tipo de autonomía?
Por ejemplo, podemos centrarnos en la autonomía de una única plataforma, como vehículo robótico, o en la autonomía de un conjunto de plataformas, desde fieles alerones para aeronaves tripuladas hasta enjambres masivos de drones. En este último caso, el éxito dependerá de la orquestación conjunta de diferentes plataformas, más que del rendimiento de una sola máquina. Por ejemplo, en el caso de los «loyal wingmen» autónomos que apoyan a las aeronaves tripuladas, esto significa evaluar la autonomía como la suma de las tecnologías distribuidas entre las aeronaves tripuladas y no tripuladas, como la mezcla configurable de hardware y software que permite que los conjuntos de reglas establecidos por las aeronaves tripuladas sean ejecutados por las aeronaves no tripuladas.
Este tipo de cuestiones pueden llevar a conclusiones diferentes, incluso contradictorias, sobre dónde invertir. Pero consideradas conjuntamente, deberían ayudar a sustituir el típico ciclo de exageración por expectativas mesuradas y objetivos concretos, y generar un espectro completo de soluciones de autonomía que no se vean limitadas por la miopía de las inversiones en tecnología anterior o los conceptos operativos tradicionales. El resultado debería ayudar a alinear a las partes interesadas internas, a tomar decisiones de inversión tecnológica sensibles al contexto y maximizar el rendimiento de la inversión.
Como se ha visto en Ucrania, el uso estratégico de la autonomía puede generar categorías completamente nuevas de resultados que antes eran difíciles de imaginar. Para aquellos de nosotros que trabajamos para mejorar el despliegue de máquinas seguras e inteligentes, lo que está en juego es acertar.
Fte. Defense News (Ahmed Humayun)
Ahmed Humayun dirige la federal growth de Applied Intuition, que proporciona software para el desarrollo de vehículos autónomos.