La modernización naval de China: ¿El dragón se globaliza?

Armada ChinaEn 1890, el oficial naval e historiador estadounidense Alfred Mahan publicó su obra magna «The Influence of Sea Power upon History, 1660-1783». El libro revolucionó la forma de percibir el poder naval en el pensamiento estratégico de la América contemporánea.

Mahan teorizó que el «poder naval» sería la clave para dominar el futuro orden mundial. Señaló que fue una gran armada la que permitió a los británicos forjar un imperio mundial que abarcaba seis continentes y superar a rivales como Alemania y Rusia. Estas ideas se integraron posteriormente en la estrategia naval de Estados Unidos, que convirtió al país en una superpotencia mundial tras la Segunda Guerra Mundial.

Ahora, más de un siglo después, China persigue una estrategia similar, tomando lecciones directamente del libro de Mahan.

La Armada del Ejército Popular de Liberación (PLAN) se creó tras la fundación de la República Popular para proteger sus intereses en los océanos. Al principio, era una fuerza secundaria que se limitaba a vigilar sus aguas costeras, mientras que el Ejército se consideraba una prioridad estratégica urgente.

Sin embargo, con el creciente poderío económico, Pekín se está concentrando en la construcción de una armada de clase mundial capaz de proyectar su poder en el Indo-Pacífico y más allá.

El «Libro Blanco de la Defensa» de China de 2015 se hizo eco de una perspectiva similar. Señalaba que «hay que abandonar la mentalidad tradicional de que la tierra pesa más que el mar». China ya está haciendo realidad el objetivo de crear una armada de «alta mar» que esté a la altura del poder militar estadounidense. Pero estos movimientos han creado una sensación de «dilema de seguridad» entre sus vecinos y están cambiando lentamente el equilibrio geopolítico que había caracterizado a Asia-Pacífico tras la Segunda Guerra Mundial.

Con el liderazgo de Xi Jinping, China está abandonando su antigua postura militar de «ocultar capacidades». Pekín ha adoptado ahora la «confrontación abierta» como instrumento de realpolitik. Su rápido desarrollo del poderío naval es el signo definitivo del cambio de estrategia y de las ambiciones de Pekín.

Según analistas occidentales, China tiene ahora la mayor armada del mundo en términos de de tonelaje. Desde 2014, su armada ha sumado más buques a su inventario que toda la Armada británica en términos de desplazamiento. La Armada china posee ahora más de 400 buques en comparación con los 288 de la estadounidense. Según la escuela de guerra naval de EE.UU., la Armada china podría incorporar hasta 530 buques en 2030, lo que aumentaría aún más la diferencia entre ambas potencias.

Aunque tecnológicamente EE.UU. sigue estando por delante, Pekín está acortando la distancia poco a poco. Está apostando por tecnologías emergentes como la inteligencia artificial, las armas hipersónicas y las capacidades cibernéticas para desafiar el poderío militar estadounidense. Cuenta ya con dos portaaviones en funcionamiento, el Liaoning y el Shandong. Se están construyendo otros dos portaaviones que tendrían características modernas como el Sistema de Lanzamiento Electromagnético de Aviones (EMALS).

Pekín también está construyendo armas estratégicas para proteger su territorio de una posible invasión o bloqueo estadounidense. El «misil asesino de portaaviones» DF-26, que se está desplegando actualmente, está diseñado para rechazar a la Armada estadounidense en la «primera cadena de islas». Estos misiles son capaces de hundir portaaviones estadounidenses en un radio de 2.000 millas náuticas desde la costa.

China ha adaptado su estrategia naval en una doble dimensión. La defensa del mar costero y territorial pasaría gradualmente a manos de los guardacostas y la milicia marítima nacional, mientras que la Armada se vería liberada de estas responsabilidades para centrarse en la creciente presencia del país en alta mar a lo largo de la primera y segunda cadenas de islas.

La Armada también adquiriría nuevas capacidades expedicionarias para equiparse para la guerra híbrida y anfibia. En este sentido, Pekín ha previsto aumentar la dotación de su personal 20.000 efectivos a 1.00.000 para equipararse a su homólogo estadounidense.

El despliegue naval en ultramar es otro aspecto crítico de la estrategia naval china. El libro blanco de Defensa de China de 2019 ha pedido a los dirigentes que establezcan una «armada global» capaz de «desplegar buques para diversas misiones en cualquier lugar de alta mar.»  China ya ha establecido su base militar en Yibuti a la entrada del bab-el-manbeb. Ha invertido en el puerto pakistaní de Gwadar en el marco de su plan «Belt and Road» que, según muchos analistas, se convertirá en una nueva base para la armada china en un futuro próximo.

Pekín también ha prometido invertir 400.000 millones de dólares en Irán en un intento de acceder al estratégico Estrecho de Ormuz.

La Armada china está desplegando cada vez más sus activos en el océano Índico para contrarrestar la coalición indoamericana. Su presencia visible en el Índico es un testimonio del esfuerzo de Pekín por convertirse en una «potencia de dos océanos». Además, también ha aumentado la cooperación con Rusia en el Pacífico Norte para impulsar su presencia en el Círculo Polar Ártico.

Dado que China se está globalizando con la iniciativa «Belt and Road», es sólo cuestión de tiempo que su Armada haga valer su poder de forma contundente a lo largo de la llamada «maritime silk road». Los signos de una nueva guerra fría son cada vez más visibles, y los océanos del mundo se preparan para una próxima tormenta geopolítica.

Fte. Modern Diplomacy