Movilización y resiliencia social en la guerra del siglo XXI

Occidente debe estar preparado para enfrentarse a un conflicto de alta intensidad en el que -al igual que ocurrió en las guerras mundiales del siglo XX- precisará movilizar los corazones y las mentes de los ciudadanos. Sin embargo, en la era digital las sociedades libres carecen de la necesaria resiliencia para superar las dificultades de la guerra.

Conflicto de alta intensidad y movilización ideológica

El ascenso económico y militar de China la acerca a un conflicto de alta intensidad contra Occidente -con acciones agresivas de enormes capacidades destructivas- que causaría bajas masivas en el frente y en la retaguardia e implicaría enormes pérdidas de material. Las simulaciones realizadas desde finales de la Guerra Fría sugieren grandes destrucciones; Laval precisa que «el nivel de desgaste podría conducir a algunos escenarios de verdadera pesadilla»[1].

El paradigma técnico, basado en la capacidad de realizar bombardeos (también nucleares) en el lugar preciso con la intensidad elegida, fue clave en el resultado de la Segunda Guerra Mundial y útil en los primeros años posteriores (Estrategia New Look)[2], pero ya no es viable dado que la posesión del arma nuclear por varios países asegura la destrucción de todos; los medios técnicos son imprescindibles, pero lo que dará capacidad discriminatoria a Occidente, en un futuro conflicto convencional, será un potencial humano con capacidad y actitud para enfrentarse adecuadamente a la adversidad.

El conflicto convencional -como ocurrió en las guerras mundiales del siglo XX- demanda   la movilización total, es decir, poner en pie de guerra todas las capacidades de la sociedad para defender los valores y los intereses colectivos; abarca los aspectos militar, social y económico, pero también, y de forma fundamental, el ideológico. Este último es clave porque una sociedad con inquebrantable voluntad de vencer resulta imprescindible para ganar cualquier conflicto; Gibelli lo denomina «frente interno» y considera que «sus actividades deben gestionarse con la misma resolución que las del soldado en combate»[3]. El frente interno precisa de una aquiescencia comunitaria que sólo es posible si el conflicto resulta investido de un significado existencial que «controle el pensamiento mediante la supresión de toda opinión desfavorable al interés nacional -dice Halevy- y organice el entusiasmo»[4].

En situación de guerra, la movilización ideológica, con todos los componentes de propaganda que incorpora, es un elemento básico para el mantenimiento de la democracia; requiere que tanto el frente como la retaguardia asuman que sienten amenazada su cultura, identidad y forma de vida. Si esa concienciación no se produce, la sociedad será incapaz de situar en la batalla a buenos combatientes, lo que llevará a perder vidas inútilmente y a una probable derrota.

Resiliencia y vulnerabilidad

La resiliencia es la capacidad de un individuo o comunidad para enfrentarse, responder, adaptarse y recuperarse de los desastres. Se asocia a la firmeza conceptual, mental y física; su componente social se muestra con el patriotismo y la confianza en las instituciones y el liderazgo del país. Esta concienciación colectiva sólo fructifica con esmerada educación, narrativas enriquecedoras y vivencias compartidas; aspectos que garantizan la infraestructura social que exige la guerra.

Occidente no está preparado para movilizar a sus sociedades ante un conflicto de alta intensidad.  La aquiescencia defensiva, que predominó en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se ha desvanecido porque el contrato social se ha transformado en contratos particulares con pequeñas comunidades compuestas por titulares de derechos. El modelo resiliente no está alineado actualmente con unas sociedades fragmentadas por la disensión entre clases, religiones y etnias que dañan gravemente la solidaridad nacional; la confianza en las instituciones brilla por su ausencia; mientras que el último pilar – el liderazgo de país- no se muestra dispuesto a llevar a la gente a las trincheras.

Las élites -que en los siglos XIX y XX fueron líderes de opinión para reforzar el paradigma estatocéntrico- están globalizadas y la cultura transnacional está sustituyendo a la lealtad estatal, la cual -falta del sentido de identidad- se está descomponiendo; Rogers detecta, en los últimos años del siglo XX, «una era de gran fractura en la que las nociones de sociedad, historia y poder dieron paso a las de individuos, contingencia y elección»[5].

En el campo económico, la deslocalización de muchas fábricas a China y la consiguiente creación de nuevas cadenas de suministro  -rentables pero frágiles- han desmovilizado parte de la capacidad productiva en Occidente y lesionado su resiliencia social; Louie señala que «apuntalar la cadena de suministro de Estados Unidos es el mayor desafío para la defensa nacional»[6].

También la evolución de la tecnología digital ha hecho extremadamente vulnerables a las sociedades libres; la conectividad constante que impone la economía de la atención lleva a gran parte de ciudadanos a vivir ajenos a las relaciones personales; Bebber precisa que «entre el 5 y el 10 por ciento de la población estadounidense es adicta a las redes sociales»[7]. Un minúsculo número de personas puede lograr que los ciudadanos cambien las macrocausas comunitarias por las microcausas particulares, es decir, la lealtad institucional por la confianza celular, lo que implica un enorme poder de las redes sociales en detrimento del de las instituciones; Manjoo precisa: «Las personas exhiben menos fe en la sociedad en general (los medios de comunicación y el gobierno), pero su confianza en las redes sociales aumenta continuamente»[8].

Estas vulnerabilidades críticas sitúan a las sociedades occidentales en un estado de debilidad cognitiva que incapacita a un alto porcentaje de ciudadanos para enfrentarse al conflicto, lo que constituye el eslabón más débil de su seguridad; Nasrallah precisa sobre Israel -la democracia más avanzada en asuntos de defensa- que «es una sociedad débil construida sobre una tela de araña»[9].

En suma, la futura guerra convencional podría comenzar rápidamente y sin previo aviso; las autocracias intentarían destruir la infraestructura crítica de Occidente y desmoralizar a sus ciudadanos -las comunicaciones dejarían de funcionar y se agotaría la cadena de suministros-, por lo que es imprescindible la resiliencia nacional. Sin embargo, a los gobiernos democráticos les resulta muy difícil movilizar a sociedades poco preparadas para enfrentarse a la guerra de alta intensidad; Ignatius señala que «el Congreso estadounidense rechazaría un escenario de guerra convencional contra un adversario como China»[10].

La situación no es nueva. A pesar de las amenazas alemana y japonesa desde 1937, el Congreso estadounidense -presa de una sociedad aislacionista y pacifista- no permitió la necesaria movilización hasta 1943, lo que tuvo serias consecuencias en la moral de combate al entrar en guerra. La advertencia de Marshall al final del conflicto tiene plena vigencia: «En el futuro, podemos elegir de nuevo el aislacionismo, como en la década de 1930, y renunciar a depender de nosotros mismos, pero tal decisión llevaría al desastre porque destruiríamos el tesoro de la libertad; y ya no dispondríamos de una segunda oportunidad»[11].

Jesús Alberto García Riesco
Coronel del ET (R)
Licenciado en Ciencias Políticas
Asociación Española de Militares Escritores

[1] Citado en DELAPORTE, Maurielle. ”France wants to transform its ‘beautiful’ army for high-intensity warfare”, Breaking Defense. December 16, 2021. Disponble en https://breakingdefense.com/2021/12/france-wants-to-transform-its-beautiful-army-for-high-intensity-warfare/

[2] La “Estrategia New Look” del presidente Eisenhower, se basada en represalias atómicas masivas y, en su caso, nucleares.

[3] GIBELLI, Antonio. La Grande Guerra degli italiani. Rizzoli, Milan, 1998.

[4] HALÉVY, Elie. The Era of Tyrannies: Essays on Socialism and War. London, 1967.

[5] Citado en KAREN, Wilhelm.  Mobilizing for War in the 21st Century: An American Perspective:  An American Perspective. Georgetown University, 2012.

[6] Citado en ACKERMAN, Elliot. “The War in Ukraine Has Exposed a Critical American Vulnerability”. The Atlantic. June 14, 2022. Disponible en https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2022/06/us-supply-chain-semiconductor-production-economic-warfare/661267/

[7] BEBBER, Robert.  “State of War, State of Mind: Reconsidering Mobilization in the Information Age”.  Journal of Political Risk. October 20, 2020. Disponible en https://www.jpolrisk.com/state-of-war-state-of-mind-reconsidering-mobilization-in-the-information-age/

[8] KAREN, Wilhelm. Op. Cit.

[9] Citado en YA’ALON, Moshe. “National Resilience and Social Resilience”. Ariel Universiy Press, 2019. Disponible en https://www.academia.edu/38956980/

[10] Citado en BEBBER, Robert. Op. Cit.

[11] Citado en ACKERMAN, Elliot. Op. Cit.