Luces y sombras de la Unidad Militar de Emergencias

Como consecuencia de una serie de desastres entre los cuales podemos citar, el incendio de los Alfaques en Tarragona en 1978, el vertido del Prestige en 2005, la famosa nevada del año 2004 que produjo el prácticamente aislamiento de la ciudad de Burgos y sobre todo el terrible incendio de Saelices de 2005, donde murieron 11 operarios de los servicios forestales, se pudieron constatar dos realidades fundamentales. En primer lugar, que los servicios de Protección Civil, eran insuficientes y estaban mal organizados y en segundo lugar, que por haber transferido esas competencias a las Comunidades Autónomas, no existía una organización adecuada a nivel estatal que pudiera intervenir en cualquier comunidad autónoma e incluso coordinar los medios de diversas comunidades cuando una catástrofe afectara a más de una de ellas. Es cierto que en varias  ocasiones las Fuerzas Armadas habían intervenido con éxito, como en las inundaciones de Bilbao o Valencia, pero, teniendo en cuenta que las unidades militares no están organizadas, ni instruidas, ni dotadas para estas misiones, que para ellas son subsidiarias y por lo tanto no constituyen su cometido principal, se hacía necesario buscar una solución más eficaz.

Cabían varias soluciones. La primera y más lógica era la reorganización de la Protección Ciivil, como parte de la Defensa Civil de la Defensa Nacional y la creación de las Unidades adecuadas, debidamente dotadas de medios. La segunda solución pasaba por asignar esta misión a las Fuerzas Armadas, no como misión subsidiaria sino como misión principal. La tercera solución, que fue la que triunfó, como luego veremos, era la de crear una Unidad Militar interarmas e interejércitos dedicada específica y únicamente a estas misiones.

La primera solución se abandonó porque, aparte  de necesitar cambiar la legislación y enfrentarse a las comunidades autónomas a las que se habían transferido los cometidos de protección civil, no se sabía a quién encomendársele, ni cómo proceder y además resultaba muy cara. Podría habérsele encomendado a militares “en servicios especiales” o formando un cuerpo aparte como se hizo con la Policía Nacional muchos de cuyos mandos procedieron de militares de la Policía Armada.

La segunda solución fue rápidamente descartada, aunque existían antecedentes importantes en nuestro Ejército como fue la Brigada Volante de Artillería, que se creó en el siglo XVIII con tropa de esa Arma pero al mando de ingenieros militares, del Cuerpo de Ingenieros del Ejército. También existieron las Unidades Contraincendios del Cuerpo de Ingenieros, creadas por el general Zarco del Valle, en Guadalajara en el siglo XIX. Efectivamente el Arma de Ingenieros ha tenido y sigue teniendo como misión, entre sus especialidades, la lucha contra incendios, pero en el momento presente no tenía capacidad para hacer frente a este problema. En París, la lucha contra incendios sí que está todavía encomendada a los Sapeurs-Pompiers (zapadores-bomberos) que pertenecen a l´Arme du Génie (Arma de Ingenieros).

Como dice un reciente artículo de la revista Militares, de la AME, los principales motivos para elegir la tercera solución, pudieron muy probablemente ser: “Que salen más baratos; un bombero gana el doble que un soldado y trabaja menos horas y además  en el ejército no hay problemas  de huelgas ni presiones sindicales”. Si esto fue así, y tiene muchas probabilidades de ser cierto, esto es una iniquidad, una ofensa al Ejército y una competencia desleal a los bomberos y al personal de protección civil. Aprovecharse de los soldados, como mano de obra barata para cometidos que no les son propios por naturaleza y aprovecharse de sus virtudes de obediencia y disciplina, regulados por el Código Penal Militar y necesarios para sus misiones de combate, con objeto de tenerlos así controlados y dominados, no parece que sea muy edificante.

Más aún, el emplear a mandos de los ejércitos y armada que han sido formados para otras misiones y emplearlos en estos cometidos con unos emolumentos también inferiores a los que perciben y percibirían los ingenieros de protección civil y a cambio prometerles condecoraciones y facilidades para el ascenso, con una mínima gratificación en sus emolumentos militares, tampoco parece muy adecuado.

Ante estas “sombras”, es de justicia reconocer también las “luces”. Los mandos militares y la tropa, están funcionando casi a la perfección, como no podía caber la más mínima duda. Como todo lo que se encomienda a los miembros de las  Fuerzas Armadas y se les dota del presupuesto adecuado. Constituye un éxito y no debe producir ninguna sorpresa que haya resultado así. Sus actuaciones han sido ejemplares en todos los sentidos. Se han ganado el prestigio y la admiración de la población civil y hacen gala de su condición militar para organizar y llevar a cabo las operaciones, siempre coronadas por el éxito.

Sin que esto sea ni una luz ni una sombra, sí que convendría señalar algunas anomalías orgánicas. Aunque en un principio se dudó dónde ubicarla, actualmente la UME depende directamente del titular del Ministerio de Defensa, cosa extraña pues como unidad de protección civil debería depender del Ministerio de Interior. No olvidemos que el Ministerio de Defensa es responsable de la Defensa Militar pero no de toda la Defensa Nacional de la que aquella es sólo una parte. La segunda anomalía es que sin depender de las Fuerzas Armadas y por lo tanto del JEMAD, excepto cuando se integra en operaciones militares, está constituida como unidad armada con bandera de combate y armamento, cosa que no se acaba de entender y de hecho, desfila el día de las Fuerzas Armadas, claro que también lo hace la Guardia Civil que tampoco pertenece a ellas. Finalmente, otra anomalía es que los mandos de la UME ejercen sus funciones como un destino militar del Cuerpo General, no en situación de excedencia ni en situaciones especiales y en algunos casos incluso más meritorios para ascensos y otras consideraciones que en unidades punteras de su especialidad Fundamental de nuestro Ejército.

En resumen, creemos que la creación de la UME ha sido un éxito, que nuestros mandos militares supieron cumplir con éxito la misión que se les asignó y siguen haciéndolo igualmente, orgullosos de su actuación como militares. Mi más sincera enhorabuena y admiración. Puede ponerse incluso internacionalmente como un ejemplo a seguir, pero la imagen que están proporcionado a la sociedad civil, al nivel político e incluso a algunos mandos militares, de lo que son las FAS, no por sus valores, competencia y dedicación, sino por estas misiones, no está siendo la más adecuada. Como decía el general Fernando Alejandre hay muchos, incluidos militares, que piensan que esta es la lucha contra el verdadero enemigo y se olvidan de la misión fundamental de las Fuerzas Armadas, que es la defensa militar y por lo tanto armada de nuestra nación.

Aunque parezca un contrasentido, todo esto forma parte de esa campaña de “desmilitarización” de las Fuerzas Armadas que muchos sectores de nuestra sociedad propugnan y aplauden, más o menos intencionadamente. No sé si con la actual guerra de Ucrania, más de uno, incluidos nuestros mandos y políticos, habrá reflexionado y pensado que la Defensa Nacional necesita de estos medios pero además necesita una verdadera y eficaz defensa militar y por lo tanto unas capacidades adecuadas que no pasan precisamente por unidades como la UME.

Teniente General ET (R) Luis Feliú Ortega
Asociación Española de Militares Escritores