La necesidad de diplomacia por el impasse ucraniano

UcraniaAhora estancada, tras haber desperdiciado su fuerza de invasión inicial, los rusos parecen haber adoptado una doble estrategia a corto y largo plazo. A corto, se basan en asaltos terrestres frontales y ataques con misiles contra zonas civiles e infraestructuras. Los asaltos terrestres no han hecho avanzar materialmente las líneas del frente ruso, pero desgastan la capacidad militar ucraniana. Sin duda, los asaltos son costosos en hombres y material, pero tanto los dirigentes rusos como la población parecen aceptar esas pérdidas.

Los rusos también hostigan la moral de la población civil ucraniana lanzando ataques de unos 100 misiles a intervalos semanales irregulares. Las defensas aéreas de Ucrania derriban aproximadamente el 70% de ellos. Con la treintena de misiles restantes cargados con ojivas de aproximadamente 1.000 libras, el bombardeo resultante supone una carga de bombas equivalente a la de un único B-52 modestamente cargado. La población ucraniana no se deja amedrentar y considera el bombardeo de misiles como una forma de crueldad rusa que hay que soportar. Sin éxito, es probable que los rusos continúen sus ataques con misiles para evitar que su ineficaz Fuerza Aérea vuelva a ser humillada por los ucranianos.

En esencia, la estrategia a corto plazo gana tiempo para que los rusos reconstruyan su fuerza de invasión y arrollen a los ucranianos en el futuro. Este proyecto plurianual implica:

  • una inversión prevista en 2023 equivalente a 150.000 millones de dólares;
  • el reclutamiento y adiestramiento en 2023 de entre 400.000 y 500.000 soldados;
  • la revitalización de la base industrial de defensa para producir un gran número de armas modernas; y
  • la obtención de apoyo internacional, en particular de China.

El aumento de los gastos de defensa, de 68.000 millones de dólares antes de la invasión a 150.000 millones, afectará a la economía, pero la población rusa parece tolerar las próximas perturbaciones. La inversión extranjera y el comercio se resentirán, pero las sanciones occidentales lo hacían inevitable. La reciente modificación del proyecto de ley (los jóvenes de entre 21 y 30 años son elegibles) despeja el camino para atraer y reclutar a los rusos de entre 18 y 21 años más dispuestos, mediante propaganda patriótica e importantes incentivos financieros.
La revitalización de la base industrial de defensa en menos de cinco años parece ambiciosa. La economía rusa produce energía, materias primas y productos agrícolas, pero no la alta tecnología o los bienes manufacturados (especialmente electrónica y semiconductores) que necesita el sector de defensa. En la actualidad, la tecnología armamentística rusa va muy por detrás de la occidental, como demuestra la incapacidad del tanque Armata y del caza furtivo Sukhoi Su-57, tan publicitados pero en desarrollo desde hace mucho tiempo, para contribuir de forma significativa a la causa rusa en el conflicto ucraniano.

Los dirigentes rusos buscan ayuda exterior para revitalizar su base industrial de defensa. Irán está suministrando drones, y Bielorrusia ha anunciado que suministrará microelectrónica. Sin embargo, el gran pez que deben pescar los rusos es la producción y la asistencia técnica chinas. Sin embargo, China, que ya se enfrenta a la ira estadounidense y europea, debe actuar con cautela a la hora de proporcionar a Rusia la ayuda que desea, no sea que dicha ayuda provoque sanciones comerciales y tecnológicas por parte de Occidente. No obstante, la perspectiva de grandes pedidos rusos a largo plazo puede resultar demasiado tentadora como para que Pekín la rechace.

El calendario ruso parece ser el siguiente: Mantener los logros actuales en 2023, empezar a ganar en 2024 y triunfar en 2025.

Los dirigentes ucranianos han anunciado su intención de lanzar una gran ofensiva a finales de la primavera o en el verano de 2023. Los dirigentes, las fuerzas armadas y los ciudadanos ucranianos son optimistas sobre la posibilidad de recuperar el control de gran parte del territorio actualmente ocupado por Rusia. Muchos observadores han comentado el sólido compromiso del Ejército y el pueblo ucranianos para derrotar a los rusos, la destreza de las Fuerzas Armadas ucranianas y la superioridad de las armas suministradas por la OTAN. Por el contrario, esos expertos han observado que las tropas rusas están mal dirigidas, mal adiestradas, carecen de moral, emplean armamento de edad inferior, de la era soviética, y carecen del apoyo logístico necesario. Resumiendo todos estos factores, muchos creen que la ofensiva ucraniana tendrá éxito.

A pesar de las perspectivas positivas de la ofensiva ucraniana de 2023, ésta se enfrenta a dos obstáculos importantes. En primer lugar, la guerra de Rusia y Ucrania ha sido testigo del predominio de la defensa sobre la ofensiva. Cuando la ofensiva tiene éxito, lo hace de una forma lenta, con bombardeos de artillería seguidos de asaltos de infantería para alcanzar objetivos limitados. Los misiles portátiles han demostrado su eficacia contra tanques y vehículos blindados, haciendo inviable la guerra blindada al estilo de la Segunda Guerra Mundial. Del mismo modo, los misiles de defensa antiaérea han neutralizado los bombardeos aéreos previstos. La superioridad de la defensa sobre el ataque ha dado al conflicto un carácter de Primera Guerra Mundial, de ejércitos sumidos en una guerra de trincheras.

En segundo lugar, las fuerzas armadas ucranianas dependen en gran medida de los envíos de armas de los países occidentales. Estas naciones han distinguido entre armamento defensivo, que han proporcionado con facilidad, y armamento ofensivo, que han suministrado a regañadientes, si es que lo han hecho. Este énfasis en el armamento defensivo funciona bien cuando el Ejército ucraniano se defiende de los ataques rusos. Sin embargo, cuando pase a la ofensiva necesitará armas que puedan desalojar a las tropas rusas de sus posiciones.

Pensemos en la Primera Guerra del Golfo: los norteamericanos y sus aliados desplegaron una fuerza numéricamente similar al ejército ucraniano de 700.000 personas. Sin embargo, desplegaron con esa fuerza 2.300 tanques Abrams, 1.900 vehículos de combate Bradley y una cantidad correspondientemente de artillería.

Contrasta ese despliegue con el reducido número de armas ofensivas suministradas a Ucrania para su ofensiva de 2023.

Tenga éxito o no, la ofensiva ucraniana de 2023 tendrá consecuencias políticas internacionales. Si los ucranianos avanzan y empiezan a recuperar grandes cantidades de territorio en manos rusas, surgirá la pregunta: ¿Dónde deben detenerse los ucranianos? En la frontera entre Rusia y Ucrania de 1992 o donde se detuvo la invasión rusa de 2014. ¿Dará la OTAN luz verde a Ucrania para apoderarse de lo que pueda? ¿O insistirá la OTAN en que Ucrania detenga su avance antes de humillar totalmente a Rusia?

Si la ofensiva ucraniana se estanca y no cumple las expectativas, ¿debería la OTAN aumentar la ayuda militar con la esperanza de obtener éxito en el futuro? ¿O debería aconsejar a los dirigentes ucranianos que negocien un acuerdo que ponga fin al combate?

¿Y si los rusos, independientemente del éxito ucraniano, grande o pequeño, persisten en sus objetivos maximalistas? ¿Seguirá luchando Ucrania? ¿Financiará la OTAN una guerra interminable, un punto muerto para siempre?

Algún día terminará el conflicto ruso-ucraniano. La probabilidad de que cualquiera de las partes derrote a la otra y salga triunfante parece remota. Existen otras dos posibilidades: Una, que los dos combatientes, agotados por un estancamiento inquebrantable, negocien un armisticio como el que se produjo en la península coreana en 1953. La otra, que la guerra se amplíe con la participación de más países y se convierta en una lucha regional o mundial.
En marzo de 2023, el Secretario General del Partido Comunista Chino y líder nacional de China, Xi Jinping, visitó Moscú para reunirse con el Presidente Vladimir Putin. Previamente, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino había hecho pública una propuesta de paz. Mientras que el Presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, intentó adoptar un tono positivo hacia lo que los chinos habían sugerido, el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, rechazó dichas ideas y advirtió a China de que no se implicara más en el esfuerzo bélico de Rusia.
Tras sus conversaciones, los dirigentes chino y ruso anunciaron que habían concluido acuerdos que reforzaban la relación chino-rusa. Contradiciendo numerosas amenazas rusas anteriores, Putin anunció en presencia de Xi Jinping: «No hay vencedores en una guerra nuclear».

Haciéndose eco de las aprensiones de Blinken, los analistas occidentales expresaron su preocupación por la posible/probable implicación china en la guerra ruso-ucraniana. La incógnita era: ¿Acordaron los dos líderes que los chinos proporcionen municiones y armamento, como teme Blinken, o desbarató Xi Jinping las esperanzas de Putin sobre esa posibilidad? Y lo que es más prometedor, ¿expresó Xi Jinping escepticismo sobre los objetivos bélicos maximalistas de Rusia y presionó a Putin para que avanzara hacia una paz negociada?

Independientemente de lo que hayan concluido sus conversaciones privadas y de los acuerdos a los que hayan llegado Xi Jinping y Vladimir Putin, la OTAN seguirá apoyando a Ucrania diplomática y financieramente, y con transferencias de armamento, aunque sin participar militarmente en el conflicto. Sin embargo, se necesita más. La reunión Putin-Xi Jinping ha colocado la pelota diplomática en el tejado de la OTAN y Ucrania.

Independientemente de cómo se desarrolle la ofensiva ucraniana de 2023, la OTAN no puede limitarse a suministrar dinero y armas y a animar a Ucrania. La OTAN debe responder con su visión alternativa a los objetivos maximalistas de la guerra ruso-ucraniana de Vladimir Putin y el gobierno ruso. Occidente no puede aceptar la imposición de la forma más virulenta de conquista imperialista rusa en Europa y en el mundo.
Durante siglos, Estados Unidos ha desempeñado un papel crucial a la hora de influir en el curso de la diplomacia internacional:

  • La Doctrina Monroe de 1816 salvó al hemisferio occidental del imperialismo europeo del siglo XIX y de los estragos de las guerras mundiales.
  • La política de «puertas abiertas» iniciada por Estados Unidos en 1899 evitó que la China Imperial fuera desmembrada por los japoneses y los imperialistas europeos.
  • Los «14 puntos» del Presidente Wilson definieron los objetivos de los Aliados en la Primera Guerra Mundial y sirvieron de base para el Tratado de Paz de Versalles de 1919.
  • La Carta del Atlántico de 1941, las numerosas conferencias diplomáticas que desembocaron en la Carta de las Naciones Unidas de 1945, el Plan Marshall y la reconstrucción de Japón establecieron el orden mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial.

El impacto de todas estas iniciativas pasadas demuestra, una vez más, el papel decisivo que puede desempeñar Estados Unidos.

En 1815, en la Conferencia de Viena, los diplomáticos europeos negociaron un orden internacional europeo que puso fin a las guerras casi continuas del siglo XVIII e inició casi cien años de progreso mundial en gran medida pacífico. En 1945, los diplomáticos estadounidenses, en cooperación con diplomáticos de todo el mundo, establecieron un marco y un aparato diplomático que evitó que la Guerra Fría se convirtiera en un cataclismo y permitió un progreso sin precedentes para los pueblos del mundo.

Estos esfuerzos por crear nuevos órdenes entre las naciones sólo tienen éxito a veces. La «guerra para acabar con las guerras» y su Tratado de Paz de Versalles de 1919, tan prometedores en un principio, desembocaron en el ascenso del fascismo internacional, el horror nazi, el comunismo revolucionario soviético y, finalmente, la Segunda Guerra Mundial. La formulación de una nueva relación entre naciones corre el riesgo de fracasar. Sin embargo, la alternativa de no intentar esa necesaria reformulación suele dar lugar a un resultado peor. Consideremos los problemas no abordados ocasionados por el colapso del comunismo soviético y el fin del comunismo maoísta que el mundo está experimentando ahora.

En el siglo XXI, Rusia ha proseguido su cruel y atroz agresión neoimperialista en Chechenia, Georgia y ahora Ucrania. Hasta la fecha, Estados Unidos y Occidente han desafiado esta abominación con unidad, sanciones y transferencias de armamento. Ahora la coalición occidental debería ir más allá y definir su visión de un nuevo orden mundial opuesto basado en los principios de la democracia liberal.

Fte. Real Clear Defense (Robert Purssell)

Robert (Bob) Purssell es licenciado por el Massachusetts Institute of Technology, trabajó en la industria de defensa y semiconductores primero como ingeniero y posteriormente como director de ingeniería. Actualmente jubilado, escribe novelas y da conferencias sobre acontecimientos militares e históricos.