La muerte anunciada del tratado de cielos abiertos

La política exterior que deja tras de si el mandato de Donald Trump ha supuesto el alejamiento de las alianzas y compromisos internacionales que van desde el medioambiente, hasta el control de los arsenales nucleares. Una de las últimas acciones, en términos de control mutuo, entre las grandes potencias es el Tratado de Cielos Abiertos al que la Casa Blanca puso fin en mayo de 2020.

Mientras Biden asume el cargo de Presidente de los Estados Unidos, Rusia ha intensificado sus posiciones ante la próxima negociación de la extensión del tratado de control de armas nucleares, que será para Biden la primera oportunidad de mostrar sus intenciones en política exterior.

En referencia al tratado que permite el control desde el aire por parte de observadores militares mediante vuelos de vigilancia. El Tratado de Cielos Abiertos fue negociado bajo la presidencia de George H.W. Bush y fue suscrito en Helsinki en el año 1992, después del colapso de la Unión Soviética.

El acuerdo tenía como objetivo evitar que las tensiones militares se convirtieran en una guerra al permitir que los antiguos adversarios de la Guerra Fría sobrevolaran los territorios de los demás utilizando aviones equipados con sensores sofisticados.

La aportación para la seguridad no es nada despreciable, puesto que gracias a aviones especiales se obtenían imágenes dirigidas a controlar movimientos de tropas y buques en un vasto territorio que abarca desde la ciudad canadiense de Vancouver hasta el puerto de Vladivostok, en el Lejano Oriente ruso.

Esta capacidad complementaba y detallaba la información que la vigilancia por satélite ofrece aportando mayor transparencia a los países participantes en el tratado. A pesar de que el grueso de la inteligencia militar moderna se obtiene a través de satélites, una parte de la información únicamente puede ser recopilada mediante sensores instalados en aeronaves especiales.

La puesta en servicio de este tratado que todo un símbolo de la voluntad de las partes de evitar una nueva guerra.

Pero ahora esta iniciativa toca a su fin, una vez completado en noviembre de 2020 el procedimiento por parte de las autoridades estadounidenses de retirada del acuerdo, el Ministerio de Exteriores de Rusia anuncia que proceden a la retirada del tratado toda vez que Estados Unidos ya no forma parte de él.

El Tratado de Cielos Abiertos ha funcionado correctamente, permitiendo a ambas partes controlar no sólo las capacidades armamentísticas, sino los movimientos de tropas y despliegues de sistemas de armamento de forma clara y concisa.

Desde Rusia indican que tras a retirada de Washington del tratado Moscú solicitó al resto de naciones adheridas, la mayoría perteneciente a la OTAN, que no compartieran la información recopilada durante los vuelos con la parte americana que había abandonado el acuerdo.

Ahora desde el ministerio del país eslavo declaran: «Constatamos con pesar que los aliados de Estados Unidos no apoyaron las propuestas», por su parte, la portavoz María Zajárova acusa a los norteamericanos de boicotear la continuidad del acuerdo indicando que: «Washington, según afirman varias fuentes, durante los contactos con los aliados europeos les exigió que se comprometieran a compartir datos de vigilancia sobre el territorio de Rusia».

La retirada final de Rusia provocada por la decisión de la administración Trump se realiza a pocos días de que expire el acuerdo de control de armas nucleares New START, que tiene como fecha de caducidad el 5 de febrero.

Este acuerdo es el último muro de contención que separa a las dos superpotencias nucleares de iniciar una nueva y peligrosa carrera armamentística sin límites entre las dos naciones.

En la actualidad existe un límite máximo de armas nucleares desplegadas de 1550.  De momento tanto Putin como Biden han declarado que, en principio, pretenden invocar una disposición del tratado que permite una extensión de hasta cinco años.

Esta primera cita negociadora entre Moscú y Washington definirá el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, marcadas por las duras acusaciones de Biden que declaró que Putin y Rusia «pagará un precio» por el pirateo de las agencias y corporaciones del gobierno de Estados Unidos, del que los norteamericanos hacen responsable exclusivo a Moscú en contra del criterio de Donald Trump, que terminó acusando a China de la histórica brecha de seguridad.

El Presidente Biden no podía comenzar su mandato con un puerto de primera categoría tan complicado y difícil como la renovación del acuerdo de control de armas nucleares New START. Las precedentes decisiones realizadas por la anterior administración referentes a los acuerdos claves que garantizan la estabilidad y el control de armas nucleares dejan a la Casa Blanca una complicada negociación con un rival que no es del agrado de la nueva administración.

Iván Martín y Ladera

Sé el primero en comentar

Deja tu comentario