Perspectiva mundial
El Global Health Security Index, elaborado por el Johns Hopkins Center for Health Security en colaboración con el NTI, reveló que la preparación internacional ante epidemias y pandemias de origen natural o sintético sigue siendo muy débil, con una puntuación media del GHS Index de 40,2 sobre 100.
Los países de renta alta demuestran una mayor preparación y obtienen una puntuación más alta en cuanto a prevención de enfermedades, bioseguridad y medidas de seguridad biológica. Mientras que la salud pública y la resistencia económica, así como los riesgos políticos y de seguridad, suponen un reto para las naciones y regiones en desarrollo.
El arte de lo posible
El informe de 2018 de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina sobre la biodefensa en la era de la biología sintética enumera las formas en que los patógenos diseñados sintéticamente pueden alterar el panorama de la seguridad nacional. Los avances en genética pueden «hacer posible pronto el desarrollo de bioarmas étnicas que se dirijan a grupos étnicos o raciales específicos sobre la base de marcadores genéticos».
Los sistemas de bioarmas dirigidas podrían favorecer a las naciones étnicamente heterogéneas, por ejemplo, Estados Unidos, frente a las homogéneas, como China o Rusia.
La preocupación por la velocidad de los avances científicos y la aceleración de la capacidad de crear o modificar organismos biológicos es un área de gran interés para la comunidad de defensa. Una nueva generación de armas biológicas puede dirigirse a animales o plantas específicas, paralizando la producción agrícola, saboteando las cadenas de suministro y amenazando la estabilidad de los sistemas políticos y la continuidad de las actividades económicas. La guerra herbicida destinada a destruir los cultivos y defoliar la vegetación ya se empleó en las operaciones de contrainsurgencia chino-soviética y vietnamita de los años 60 y 70, y Estados Unidos saboteó la producción agrícola soviética con medios químicos y entomológicos durante la Guerra Fría.
Mientras tanto, las innovaciones biotecnológicas ofrecen nuevas y mejores capacidades. Los expertos consideran que el campo emergente de la biología sintética es una ciencia muy maleable que permite (i) modificar el sistema inmunitario humano; (ii) modificar el genoma humano; (iii) recrear virus patógenos conocidos; (iv) hacer más peligrosas las bacterias existentes; y (v) crear nuevos patógenos.
Cada uno de ellos conlleva su propio conjunto de requisitos de experiencia, niveles de utilización como arma biológica y un conjunto específico de riesgos.
Si bien los avances en biología sintética prometen dar cuenta de una amplia gama de anomalías biológicas al proporcionar herramientas revolucionarias de diagnóstico y terapia, también pueden aumentar el poder de los actores maliciosos que intentan crear agentes biológicos dañinos a medida y ampliar lo que es posible en el ciclo de creación de nuevas armas biológicas.
Bioeventos: Legalidad y responsabilidad
La Declaración de La Haya de 1899 establece los principios que impiden emplear ciertos métodos de combate que quedan fuera del ámbito de la guerra civilizada y que se reiteran en el Protocolo de Ginebra de 1925. Entre ellos destaca la prohibición de emplear y dispersar gases asfixiantes, venenosos o nocivos, así como métodos de guerra bacteriológicos. Tras la Primera Guerra Mundial, la comunidad internacional prohibió aún más el uso de armas químicas y biológicas, y la Convención sobre Armas Biológicas y Toxínicas (CABT) de 1972 y la Convención sobre Armas Químicas de 1993 prohibieron además el desarrollo, la producción, el almacenamiento y la transferencia de estas armas, y el uso de agentes biológicos en conflictos armados constituye un crimen de guerra según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 1998.
La CABT no prohíbe explícitamente el «uso» de armas biológicas, sin embargo, la Declaración Final de la Conferencia de Revisión del Tratado de 1996 reafirmó que, en virtud del artículo I de la CABT, cualquier supuesto «uso» equivale a una violación de la Convención.
La Resolución 1540 del Consejo de Seguridad de la ONU insta a los países a establecer y aplicar leyes que prohíban e impidan la adquisición y transferencia de materiales y equipos relacionados con las armas biológicas. Sin embargo, los mecanismos formales de verificación son limitados y las armas biológicas y químicas siguen constituyendo una importante amenaza para la seguridad nacional, al igual que los compuestos fabricados sintéticamente como resultado de los avances e innovaciones de la ciencia y la bioingeniería.
Soluciones
A menos que se produzca una intervención militar arriesgada y cuestionable, los Estados afectados por un acontecimiento biológico pueden buscar soluciones en los foros internacionales. Los mecanismos legales existentes permiten a los Estados miembros de los tratados, acuerdos y convenciones internacionales recurrir a las vías creadas por los mecanismos de arbitraje internacional para solicitar reparaciones por las infracciones del derecho internacional.
Así, los Estados parte perjudicados por «actos ilícitos» de otro Estado pueden recurrir a los mecanismos de reparación contenidos en el 2005 International Health Regulations (IHR). Las partes que busquen una reparación pueden acogerse al artículo 56 del RSI (2005), que establece procedimientos para la solución de controversias a través de la negociación, la mediación o la conciliación. Y en caso de conflictos profundos, remitir el caso al Director General de la Organización Mundial de la Salud.
En segundo lugar, la Corte Internacional de Justicia y la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya pueden ofrecer sedes para la resolución de disputas legales a todos los miembros de las Naciones Unidas que acepten la jurisdicción del tribunal. Los litigios entre las partes estatales pueden proceder sobre la base de los tratados pertinentes.
En tercer lugar, el mecanismo de resolución de disputas de la Organización Mundial del Comercio puede movilizarse para resolver disputas relacionadas con el comercio, pero también, basándose en el precedente anterior, establecer motivos para responsabilizar a las partes estatales de las desviaciones de las obligaciones de la OMC.
En cuarto lugar, los Tratados de Inversión bilaterales proporcionan mecanismos para la resolución de conflictos de carácter interestatal entre las partes del acuerdo.
Por último, los recursos legales a nivel nacional están limitados por el principio de inmunidad soberana, «sin embargo, los casos que implican a individuos, corporaciones y partes estatales que causaron daños y perjuicios generalizados» pueden ser perseguidos, con diversos grados de éxito, en los tribunales federales de EE.UU.
En estos casos, las cuestiones de jurisdicción, la admisibilidad de las reclamaciones y la inmunidad soberana condicionarán las perspectivas jurídicas y los méritos fácticos del caso. La respuesta a los crímenes de Estado se rige por cuatro mecanismos principales de castigo: (1) retribución; (2) disuasión; (3) rehabilitación; y (4) incapacitación.
Su aplicación selectiva busca lograr un mínimo de justicia reparadora. Entre las herramientas prácticas de que disponen los Estados que buscan remedios para los bioeventos perjudiciales, sin llegar a la acción militar, se encuentran las sanciones financieras y de visados y la imposición de aranceles perjudiciales a las exportaciones e importaciones.
El camino a seguir
Para mitigar los riesgos derivados del rápido ritmo del progreso tecnológico y biotecnológico, la comunidad internacional debe invertir en la promoción y aplicación de normas de conducta responsable y en el fortalecimiento de la infraestructura de salud pública para detectar y responder eficazmente a los brotes de enfermedades de naturaleza natural y sintética[xxxii].
Dado que a menudo es difícil distinguir entre los laboratorios de investigación legítimos de carácter nacional, privado/comercial o académico y los no legítimos, la investigación de doble uso va a seguir siendo un reto añadido. Con el creciente conocimiento del genoma humano y del sistema inmunitario humano, el riesgo de manipulaciones sintéticas para modular la fisionomía humana aumenta proporcionalmente, al igual que las diversas formas de armar patógenos, productos bioquímicos y toxinas para iniciar la era del realineamiento geopolítico.
En resumen, los últimos avances en genética y bioingeniería, así como las crecientes ambiciones de los estados revisionistas, como China, Irán, Corea del Norte y Rusia, exigen que se preste una atención renovada a una nueva frontera conceptual y real de la competencia entre las grandes potencias y las emergentes en el ámbito de la guerra biológica. Si bien los avances en biología sintética prometen dar cuenta de una amplia gama de anomalías biológicas, proporcionando revolucionarias herramientas diagnósticas y terapéuticas, también pueden aumentar el poder de los actores maliciosos que pretenden crear agentes biológicos dañinos a medida. Los patógenos de ingeniería sintética pueden alterar significativamente el panorama de la seguridad nacional.
La digitalización de las ciencias de la vida y el aumento de las herramientas de edición genética accesibles introducen vulnerabilidades que deberían preocupar a los responsables políticos y a la comunidad de bioseguridad nacional. El Índice de Seguridad Sanitaria Global elaborado por el Johns Hopkins Center for Health Security reveló que la preparación internacional ante epidemias y pandemias de origen natural o sintético sigue siendo muy débil. El armamento de los virus y la mutación genética por bioingeniería de las enfermedades y patógenos existentes para infligir el máximo daño será un arma preferida por las potencias revisionistas que buscan desestabilizar los regímenes democráticos, derribar gobiernos, paralizar las cadenas de suministro y conmocionar los ciclos económicos.
Reforzar los mecanismos jurídicos y de investigación internacionales para responsabilizar penal y económicamente a los autores del primer uso de armas biológicas por los daños infligidos y los perjuicios causados debería ser, por tanto, una prioridad absoluta para la comunidad internacional y sus instituciones de gobernanza global, cada vez más vacilantes.
Fte. Global Security Review