«Los acontecimientos pueden pasar de lo imposible a lo inevitable sin detenerse en lo probable« [1].
Como muestran los datos de la mayoría de los estudios macroeconómicos, la COVID19 ha venido a trastocar radicalmente los escenarios que se barajaban antes de la aparición de este “cisne negro”.
La Comisión Europea, en su previsión económica de primavera 2020, afirma que esta pandemia es un gran golpe al crecimiento y la recuperación será dilatada en el tiempo, más allá de 2021.
Las últimas proyecciones presentadas apuntan a una recesión masiva, con un promedio del -8.3% para este año. Variara entre países: Polonia solo reducirá su PIB en un -4,6%, frente a otros, como Italia que bajará un -11,2% o España que alcanzará un -10,9%. A nivel global, también se observaran reducciones: -9.5% para América Latina, -8% para EE. UU., -4.5% para India, -3% para África, y un crecimiento muy modesto para China, lo que le supondrá un problema importante.
Esta pandemia ha actuado como un amplificador de las tendencias mundiales ya existentes y, desde el punto de vista estratégico, se ha convertido en un gran acelerador de los escenarios disruptivos previos.
Para el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, la pandemia del coronavirus ha venido a agravar aún más las problemáticas existentes antes de su la aparición, aunque apunta a que como consecuencia de las medidas extraordinarias que será preciso adoptar, puede también ser una oportunidad para acelerar el proceso de integración europea.
En declaraciones recientes, relacionadas con el diseño de la futura estrategia OTAN 2030, el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, insiste en que la UE no puede defenderse por sí sola y recuerda que el 60% de la población de los países miembros no pertenece a países de la UE, y que el 80% del gasto en defensa de la OTAN proviene de países que no forman parte de la Unión Europea.
En este escenario, se ha publicado recientemente un documento, realizado por un grupo de Think Tanks europeos, en el que ha participado el Real Instituto Elcano, donde se analizan los posibles efectos de la COVID-19 sobre la Defensa.
Apuntan en su informe a que la crisis económica creada va a afectar seriamente a la Defensa, y la supervivencia de la mayor parte del sector industrial depende de las medidas de apoyo y protección que tome el Gobierno; que la investigación, el desarrollo y la innovación tecnológica no pueden recortarse en situaciones de crisis; que la cooperación industrial europea continuará adelante con quienes cuenten con apoyos y fondos de sus Estados, y que, se abren nuevas oportunidades de proyección internacional y nacional.
El gasto en Defensa tras la Covid 19
Aunque España ha incrementado su gasto en defensa, pasando de unos 8.988 millones de dólares en el año 2016, a unos 10.369 millones de dólares en 2017 y a 10.896 millones de dólares en 2018; y que el gasto en 2019 alcanzó los 11.123 millones de dólares (todo ello, en dólares constantes de 2015, según las estadísticas de la OTAN); desde el punto de vista de su esfuerzo en contribuir al gasto en defensa, referenciado a su PIB, ocupa el segundo puesto por la cola, del grupo de los 21 países EU, que son aliados y miembros de la OTAN (compuesta en la actualidad por 30 miembros), aun cuando se encuentra entre los cuatro países más poblados de la UE, con 46,7 millones de habitantes, es el cuarto en mayor nivel de PIB, con 1,336 mil millones de dólares americanos, y es el octavo por nivel de renta per cápita, con 28.604 dólares, todo ello a precios constantes de 2015. (Cuadro 1).
Dentro del conjunto de la OTAN, España ocupa de nuevo el segundo lugar por la cola, con su contribución del 0,92%, cuando el objetivo y compromiso asumido por todos los gobiernos de los países de la OTAN, es el de dedicar al gasto en defensa el 2% de su PIB (Cuadro 2).
En este contexto, la Directiva de Defensa Nacional (DD2020), que reemplaza a la anterior, de 2012, y que ha sido firmada por el Presidente del Gobierno el pasado mes de junio, plasma las líneas generales y los objetivos de la política de defensa, así como las principales directrices de actuación, a fin de diseñar una Defensa Nacional cercana al ciudadano y acorde a los retos del siglo XXI. Recoge algunas de las reflexiones y experiencias vividas por la crisis de la COVID19, y atempera sus directrices en base a que el enemigo invisible continúa ahí fuera, con toda su carga disruptiva.
Los recursos económicos disponibles son ahora más escasos y existen nuevas prioridades para su asignación: la atención social, la asistencia sanitaria, la salud en general, el apoyo al tejido empresarial y un largo etc., sin embargo, es evidente que la pandemia ha puesto en marcha mecanismos aceleradores de las tensiones y desequilibrios existentes a nivel global antes de su aparición y hoy resulta más necesario que antes, formar parte de ese Club de países Aliados, denominado OTAN.
El entorno actual al que se enfrentan los estados es dinámico y cambiante, y esto ya lo era así, antes de la Pandemia. Conceptos como guerras económicas, guerras hibridas, amenazas cibernéticas, empleo de la geoeconomía por parte de los Estados como instrumento clave para actuar en beneficio de sus intereses geopolíticos, eran ya un denominador común antes de la COVID19, que ésta ha hecho más complejo y difícil de dimensionar.
Una revisión de las actuales estructuras, en base a esa nueva DDN2020, si no lleva asociada una cuantificación de recursos económicos previsibles a medio plazo, hará de esa reestructuración, un ejercicio estéril, y contraproducente.
Reflexión final
España está comprometida con la seguridad y la paz internacional, por lo que la política de defensa seguirá encaminada a disponer de recursos humanos, así como de las herramientas y capacidades necesarios para hacer frente a los riesgos y amenazas de nuestro entorno; todo ello basado en una configuración programada fiable y creíble, a medio y corto plazo.
Considerando que la Defensa es una Política de Estado, sería deseable que los partidos políticos alcanzasen un compromiso que permitiese disponer de la previsibilidad presupuestaria, en un escenario de crecimiento económico sostenido, que facilitase una planificación más racional y efectiva, asegurando la sostenibilidad del modelo y la consecución de los objetivos de la Defensa Nacional, al nivel que requiere España. Ese compromiso debería permitirnos sentar las bases para abordar una reestructuración de las Fuerzas Armadas acorde con los nuevos escenarios previsibles, y aprobar una Ley de Financiación y Programación para su efectiva implementación.
Se impone, abordar un debate, serio, calmado y profundo, que permita alcanzar un elevado consenso con la mayoría de fuerzas políticas del Congreso.
[1] Alexis de Tocqueville
General de División EA (R) José Lorenzo Jiménez Bastida
Doctor en Economía (Análisis Económico Internacional)
Asociación Española de Militares Escritores
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