Europa paga los platos rotos en Oriente Medio

Durante el periodo 2020-2021 la Casa Blanca espera redimensionar su presencia militar en Oriente Medio y el sur de Asia poniendo fin a la guerra más larga de su historia cuando las últimas unidades se retiren de Afganistán, tras dos décadas y billones de dólares gastados en una región que volverá a un difícil equilibrio de poder repartido entre Talibanes y el Gobierno de la República Islámica de Afganistán.

Junto con la retirada de país islámico se está procediendo al repliegue final en Irak, la otra gran aventura en Oriente Medio de los Estados Unidos. Tras décadas de guerras, billones invertidos en la zona y cientos de miles de muertes entre todas las partes, la misión de occidente de la zona debería haber dejar como recompensa dos nuevos estados donde la democracia y la prosperidad hicieran olvidar una historia marcada por dictaduras crueles como la de Sadam Hussein en Irak o el terror del integrísimo islámico que azotó toda Afganistán.

La realidad de 2020 no es el resultado de quieres esperaban una ‘revolución’ que llevara a los estados de la zona a abrazar los ideales y los principios occidentales de estado, igualdad y libertad para la ciudadanía.

La intensa presencia americana en la zona desde la primera Guerra del Golfo en 1990 no ha conseguido cambiar el equilibrio de poder en la zona ni ha llevado a los países ocupados hacia estándares similares a los de las economías y sociedades más desarrolladas.

Por el contrario, las diferentes políticas puestas en marcha en todo Oriente Medio desde Occidente dejan un panorama que sorprendería a los propios impulsores de las medidas al ver el profundo cambio en la balanza de influencias de la región.

Desde Libia a Afganistán, pasando por Irak y Siria la estabilidad de la zona no beneficia precisamente ni a Estados Unidos ni a Europa. De hecho, el viejo se transforma, sin quererlo, en nuevo escenario de confrontaciones y perjuicios derivados de la desestabilización completa de una región convertida en fuente interminable de migración, que sirve de gasolina para los movimientos más radicales que se abren camino a base de nacionalismos por Europa.

Oriente Medio; un problema para Europa

Junto con la inmigración derivada de sangrientas guerras interminables y nuevos focos de tensión como el que inauguro la campaña en Siria, el terrorismo es un cáncer que se ha propagado, principalmente por Europa, sembrando el miedo y el terror entre una ciudadanía ajena a las políticas internacionales.

El terrorismo ha sido moneda de cambio en Medio Oriente durante décadas. El incendio de la zona y las fallidas políticas emprendidas desde fuera han generado una metástasis en formas nuevas y mortíferas que plantean un serio desafío para todo Occidente donde el epicentro del terror fueron las naciones europeas donde vidas de inocentes fueron sesgadas como en el caso del tiroteo de Charlie Hebdo, la masacre de Bataclan, las explosiones el Bruselas, la matanza de Atatürk, el mortífero atropello con 87 muertos en Niza, la escalada de atentados en Reino Unido o el criminal acto de terror en Barcelona.

Como nunca antes durante la última década, los terroristas del Oriente Medio atacan fuera de su región de origen, situando en su punto de mira audazmente objetivos de alto perfil y matando de una manera más indiscriminada como los ataques que sembraron el pánico y la muerte por toda Europa.

Libia, país antes infranqueable ahora está partida en dos convirtiéndose en una autopista para Boko Haram y otras organizaciones terroristas especializadas en el tráfico de armas y personas. Por otra parte, el frente abierto en Siria ha provocado oleadas de refugiados a países del entorno y principalmente hacia Europa, creando en una Unión Europea discordias entre los países reforzando el extremismo de los nacionalismos el caso de Hungría, Polonia, o impulsando los movimientos más radicales en Francia, Austria e Italia que utilizan la inmigración para ganar adeptos en una Europa azotada en medio del Brexit.

La fuerza militar en Irak, Libia o Afganistán no ha sido acompañada de una estrategia simultánea que aliviara las dificultades de la ciudadanía proyectando esperanza. De hecho, la fallida reconstrucción acentúa los temores de árabes y musulmanes acerca de Occidente.

Lo que debía haber sido un cambio para bien, ha transformado conflictos regionales complejos y arraigados en problemas que involucran directamente a Europa y Estados Unidos en su conjunto.

El futuro de la región

Para 2021 los EE.UU. no tendrán tropas en Afganistán permitiendo a los Talibanes campar a sus anchas, tras años de sangrienta guerra Siria el régimen de Bashar Hafez al-Assad se mantienen en pie y el país es ahora un corredor que permite a Irán establecer una vía directa con Hezbollah en Líbano, gracias a influencia adquirida en Irak, desdibujando a favor del estado de los Ayatolás un área de influencia impensable antes de las primeras botas sobre el terreno norteamericanas.

La retirada de tropas en Oriente Medio, cuna del terrorismo más salvaje y fuente principal de problemas para Europa, sorprende con el reordenamiento de los efectivos militares que los Estados Unidos mantiene en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial que ahora están más cerca de la frontera rusa que en la Guerra Fría.

El balance de la aventura norteamericana en Oriente Medio no deja una zona estable y próspera económicamente. Por el contrario, el equilibrio de poder se ha desplazado en medio del crecimiento de nuevos desafíos de las potencias de la región que rivalizan en poder e influencia como son Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Qatar que con sus posiciones encontradas no son garantes de la estabilidad que tanto necesita la zona.

Prof. Iván Martín y Ladera

 

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