Europa paga la factura del fracaso de occidente en oriente medio

En tan sólo dos meses 2020 ha cambiado el panorama político y económico mundial abriendo las puertas a una recesión, como consecuencia de la propagación mundial del COVID-19, que pone en tela de juicio la globalización tras la paralización de la actividad productiva de la fábrica del mundo china.

A la preocupación por la epidemia del coronavirus y su impacto directo en la económica europea, se suma un nuevo escenario capaz de generar una crisis en el seno de la unión en el peor momento posible.

El panorama político que vive Europa sería hoy en día muy diferente de no haberse producido el conflicto sirio que ha tenido un resultado muy diferente al esperado por occidente. Siria ha perjudicado a Europa, proclamado a Rusia como actor de primer orden internacional y otorgado a Irán la posibilidad de extender su influencia y ‘conectar’ con Líbano a través del corredor sirio.

Pero las consecuencias para Europa del conflicto sirio no han llegado a su fin, la reciente escalada de tensiones en Idlib genera nuevas oleadas de refugiados desafiando, de nuevo, la cohesión entre los países de la unión.

Las migraciones masivas producto de una guerra sangrienta en Siria han servido de caldo de cultivo de nacionalismos y movimientos populistas a través de todo el continente redefiniendo el panorama político, jugando una baza muy importante a favor de un Brexit que ha roto los equilibrios de la Unión Europea.

La enésima crisis desatada en Siria por los enfrentamientos entre tropas turcas y sirias en Idlib, provocan una nueva ola de migraciones tras la apertura por parte de Ankara de las puertas de los centros de refugiados enviando, según las últimas fuentes del país que domina el Bósforo, hasta 76,358 migrantes hacia las fronteras europeas.

LA MIGRACIÓN COMO GASOLINA DEL POPULISMO

Durante el conflicto sirio las mareas de migrantes sirvieron de gasolina para encender populismos a través de Europa cambiando el panorama político por todo el continente hasta el punto de ser uno de los argumentos claros que los políticos británicos pro-Brextit  argumentaron en favor de su causa convenciendo a millones de británicos.

Una vez más, con la escisión de Reino Unido de la Unión consumada, la amenaza de riadas de migrantes desesperados por salir del horror de una guerra que dura toda una generación, pone de manifiesto las desastrosas consecuencias de las políticas intervencionistas occidentales que desde los Estados Unidos se han desarrollado en Oriente Medio situando a Europa como primera linea y pagador de las consecuencias de políticas erráticas que no contaban con ningún Plan B de contingencia.

LA ESTRATEGIA OCCIDENTAL NO HA FUNCIONADO

Tras 18 años de guerra en Afganistán Estados Unidos firma con los talibanes, a los que fue a combatir, un acuerdo que pone fin al a presencia de tropas de la OTAN en el país. Tras dos décadas de guerras en Oriente Medio, el resultado en Afganistán, Irak, Siria, Libia y hasta Irán, deja más incógnitas que soluciones a un área que lejos de pacificarse y democratizarse se ha convertido en un polvorín que amenaza la seguridad mundial.

Los efectos de campañas capitaneadas por la Casa Blanca desde diferentes administraciones, tanto republicanas como demócratas, orientadas a cambiar regímenes no afines con los objetivos occidentales dan como resultado en pleno 2020 un escenario por el que nadie hubiera podido apostar veinte años atrás.

La lucha contra Al-Qaeda, ISIS, Hezbollah, HTS, Yemen e Irán han cambiado los equilibrios de poder en Oriente Medio a peor cuando escuchamos opiniones de analistas y expertos consultados. La opinión es unánime, aunque contada en voz baja como fruto de un mea culpa, tras contrastar la evolución de las campañas realizadas desde la primera guerra de Irak, Afganistan, Irak Parte II, pasando por la Primavera Árabe, Revoluciones de Colores y la más reciente campaña en Siria para derrocar al régimen de Bashar al-Ásad.

El resultado actual tras miles de millones de dinero público gastados durante décadas en guerras y lucha contra el terrorismo islámico, han generado un mapa de poder muy diferente al deseado por occidente.

A día de hoy, Irán ha construido un corredor que une su país con sus milicias en Líbano vía Irak, un país influenciado y casi controlado por Teherán, cruzando Siria de la mano de los efectivos iraníes que han ayudado a Bashar al-Ásad a recuperar gran arte del país.

Por otro lado Rusia, el enemigo norteamericano por excelencia de la guerra fría, ha pasado a ser de una mera “potencia regional” (como la consideraba Barack Obama) a un actor mundial de primer orden al que acuden las partes en conflicto conscientes que Moscú cumple con sus acuerdos. Mientras la Casa Blanca se desdice de sus compromisos más importantes que garantizaban la estabilidad internacional (Acuerdo de Paris, Acuerdo Nuclear con Irán y el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio: INF).

EUROPA PAGA LAS CONSECUENCIAS

Europa vive como consecuencia de estos movimientos y decisiones políticas la resurrección del populismo, movimientos de rechazo de inmigrantes y una serie de problemas sociales que han servicio de caldo de cultivo para nuevas formaciones políticas que dividen a la sociedad.

El resultado en política exterior tampoco arroja los mejores resultados con una Rusia más fuerte que nunca en el tablero internacional, Irán ganando más peso específico y terreno en la zona demostrando que los planes implementados desde el otro lado del Atlántico, una vez finalizadas las campañas militares, no se sustentaban con acciones políticas adecuadas.

Por su parte el norte de África, a pocos Kilómetros de las fronteras de la Unión Europea, es más inestable que nunca con Libia antes un fortín inexpugnable por el yihadismo, en tiempos de Muamar el Gadafi, convertida en un estado fallido. Irak en su día un muro infranqueable para Irán está seriamente influenciado por Teherán, mientras que Afganistán queda tras el acuerdo de Trump al mando de los Talibanes a los que declararon la guerra hace 18 años.

Al tiempo que todo esto ocurre, Recep Tayyip Erdogan lanza una nueva ofensiva contra las tropas sirias en Idlib a la vez que abre las puertas de los campos de refugiados (financiados con 6,000 millones de Euros por Europa) amenazando las fronteras de Bulgaria y Grecia con un tsunami de almas desesperadas por un futuro mejor.

 

 

Sé el primero en comentar

Deja tu comentario