El actual panorama geopolítico mundial se caracteriza por la competencia geoestratégica entre las grandes y medianas potencias en un mundo incierto, inseguro y de cambios volátiles donde sobresale la ausencia de principios y criterios universales sustentados por la comunidad internacional que sean tomados como referencia para establecer un orden mundial.
Por otro lado, estamos asistiendo a una creciente rivalidad de dos bloques opuestos, uno democrático liderado por Estados Unidos y la Unión Europea y otro autoritario encabezado por China y Rusia. Al mismo tiempo, también aparece un tercer grupo de países que no se quiere posicionar en favor de ninguno de los dos bloques citados. Son los llamados Neutrales como India, Indonesia, Brasil, México y Egipto, entre otros.
Si bien es verdad que estamos siendo testigos de la guerra más sangrienta que está padeciendo Europa en su frontera oriental desde 1945, consecuencia de la invasión rusa de Ucrania, el 24 de febrero de 2022, también es cierto que los riesgos en el Este de Asia pueden conducir a una situación conflictiva mucho peor y más peligrosa como pudiera ser una guerra entre Estados Unidos y China sobre el futuro de Taiwán.
En los últimos días de este invierno que estamos pasando, han ocurrido tres acontecimientos relevantes con repercusión internacional en los que ha tenido un especial protagonismo China. El primero, es la “posición de China sobre la solución política a la crisis de Ucrania” a través de un comunicado de 12 puntos del pasado 24 de febrero, un año después de la invasión rusa de Ucrania.
El documento es muy confuso y lleno de contradicciones. Mientras pide respeto a la soberanía de Ucrania considera legitima la invasión rusa, no distingue al agresor del agredido, se opone al uso de armas nucleares, pero no condena las continuas amenazas de Putin sobre su empleo, ha hablado con todos los actores implicados en esta guerra menos con Zelenski, aparte de no mencionar la guerra en Ucrania sino tan solo una crisis. En definitiva, el documento contiene una gran ambigüedad y está claramente orientado a favorecer a Rusia.
El segundo está relacionado con el anuncio, el 10 de marzo pasado, del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudí. Al texto se ha sumado China, el país bajo cuyos auspicios se ha firmado el deshielo entre ambos países. Aunque el portavoz de la Casa Blanca, John Kirby, ha manifestado que “los saudíes nos mantuvieron informados, pero no hemos estado directamente implicados» es un hecho objetivo que ha supuesto un gran éxito para China ante la comunidad internacional.
El tercero se refiere a la reelección de Xi Jinping, el mismo día 10 de marzo, como presidente de la República Popular China por la Asamblea Nacional Popular (ANP) para un mandato de cinco (5) años inédito entre sus predecesores. El Pleno de la ANP ratificó la permanencia de Xi Jinping en el poder, también Secretario General del Partido Comunista de China (PCCh) actualmente gobernando en el país de la Gran Muralla. Sin duda, al ser también Jefe de las Fuerzas Armadas de China como presidente del Comité Militar Central, reúne un inmenso poder que le permite ejercer su gobierno de modo autoritario donde el “culto al líder” es ya una realidad.
Sin duda, estos tres acontecimientos tienen una relevancia transcendental en el tablero de ajedrez global al producir unos cambios geopolíticos importantes no solo en la región de Oriente Medio, el Este de Europa o el Mar de China Meridional sino también en las relaciones de poder regionales e internacionales que afectan poderosamente a la seguridad y estabilidad mundial.
Ya en la celebración del XIX Congreso del PCCh, en noviembre de 2017, se marcaron tres grandes objetivos a conseguir por China. El primero consistía en trabajar con otros países para construir una comunidad global con un futuro compartido al objeto de contribuir a la paz y el desarrollo de la humanidad; el segundo pretendía implantar la doctrina del pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con peculiaridades chinas en la nueva era; y el tercero era impulsar la política exterior empleando las Fuerzas Armadas como punta de lanza con la misión de ganar cualquier guerra en cualquier parte del mundo.
De estos tres grandes objetivos señalados, Xi Jinping ha conseguido plenamente el segundo que ya está implantado en el sistema de enseñanza chino; está en el proceso de alcanzar el primero con la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, que ya estaba en marcha en 2017, con la Iniciativa de Desarrollo Global, anunciada en septiembre de 2021 y con la Iniciativa de Seguridad Global, presentada en abril de 2022; por último, en el tercero también lo está llevando a cabo utilizando una diplomacia más agresiva al mismo tiempo que está modernizando sustancialmente al Ejército de Liberación Popular (ELP).
En el mismo acto citado donde Xi Jinping fue reelegido por la ANP presidente de China, Xi Jinping manifestó que “los países occidentales liderados por Estados Unidos han implementado medidas de contención, cerco y represión contra nosotros, lo que ha generado desafíos severos sin precedentes para el desarrollo de nuestro país” dando lugar a la apertura de una nueva era de diplomacia más dura y coercitiva por parte de Pekín. Ya en su día, China criticó la alianza estratégica militar ANKUS entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia, anunciada en septiembre de 2021. En concreto, el actual presidente chino ha cambiado su discurso de crecimiento económico armonioso por el de priorizar la seguridad y la estabilidad adoptando una actitud proactiva con algunos tonos de agresividad en el próximo futuro.
De hecho, en este momento China es el segundo país que más gasta en Defensa, solo por detrás de Estados Unidos. El pasado 9 de marzo, el primer ministro saliente Li Keqiang presentó un presupuesto militar para este año de 2023 que supone un aumento del 7% respecto al año anterior. El mayor incremento en Defensa en los últimos cuatro años. Hasta ahora, la expansión militar siempre ha estado en un segundo plano frente al crecimiento económico. Sin embargo, la prioridad política del país de la Gran Muralla a lo largo de la primera mitad del siglo XXI es la seguridad.
A mayor abundamiento de esta política agresiva, el reciente discurso del nuevo ministro de Exteriores chino, Qin Gang, declarando que “si Estados Unidos no pisa el freno y sigue acelerando en el camino equivocado, ninguna medida de seguridad evitará el descarrilamiento, y seguramente habrá conflicto y confrontación” no parece que se orienta hacia una actitud dialogante y de buenas relaciones chino-estadounidenses.
Como se ha visto a lo largo de esta exposición China ya está tomando posiciones en la geopolítica mundial con una actitud ciertamente belicosa como una gran potencia en directa rivalidad con Estados Unidos y donde sobresale la importancia de la supremacía en la tecnología, la modernización de las Fuerzas Armadas, su postura ambigua respecto a la guerra en Ucrania, su obsesión por anexionar Taiwán o su pretendido dominio sobre el Mar de China Meridional junto con su clara intención de establecer un nuevo orden mundial que se acomode a sus intereses desafiando los valores y principios fijados por Occidente desde la II Guerra Mundial.
En definitiva, en la nueva guerra fría que se está fraguando reinará un moderno modelo geopolítico de la bipolaridad dual en el que competirán un bloque democrático liderado por Estados Unidos y apoyado por la Unión Europea, frente a un bloque autoritario regido por China y apoyado por Rusia. En este modelo, China representa el gran desafío para los valores y principios occidentales que han regido las relaciones internacionales desde la II Guerra Mundial. Del resultado de esta competición dependerá las características del nuevo orden internacional que se avecina.
GD (R) Jesús Argumosa Pila
Asociación Española de Militares Españoles