El Mundo, tal como lo ve China

Xi Jinping. Donald TrumpEl 8 de noviembre de 2017, el Air Force One aterrizó en Pekín, marcando el comienzo de una visita de estado organizada por el presidente de China y presidente del Partido Comunista, Xi Jinping. Desde mi primer día de trabajo como asesor de seguridad nacional del presidente Donald Trump, China ha sido una prioridad. El país figuraba de manera prominente en lo que el presidente Barack Obama había identificado para su sucesor como el mayor problema inmediato que la nueva administración enfrentaría; qué hacer con los programas nucleares y de misiles de Corea del Norte. Pero muchas otras preguntas sobre la naturaleza y el futuro de la relación entre China y los Estados Unidos también habían surgido, reflejando la percepción fundamentalmente diferente de China sobre el mundo.

La Ciudad Prohibida

Desde los embriagadores días de Deng Xiaoping, a finales de los 70, las suposiciones que habían regido el enfoque americano de nuestra relación con China eran éstas: después de ser bienvenido en el orden político y económico internacional, China jugaría según las reglas, abriría sus mercados y privatizaría su economía. A medida que el país se hiciera más próspero, el gobierno chino respetaría los derechos de su pueblo y se liberalizaría políticamente. Pero esas suposiciones han demostrado ser erróneas.

China se ha convertido en una amenaza, porque sus dirigentes promueven un modelo cerrado y autoritario como alternativa a la gobernanza democrática y a la economía de libre mercado. El Partido Comunista de China no sólo está fortaleciendo un sistema interno que sofoca la libertad humana y amplía su control autoritario, sino que también está exportando ese modelo y dirigiendo la elaboración de nuevas normas y un nuevo orden internacional que haría que el mundo fuera menos libre y menos seguro. El esfuerzo de China por extender su influencia es evidente en la militarización de las islas artificiales del Mar de China Meridional y el despliegue de capacidades militares cerca de Taiwán y en el Mar de China Oriental. Pero la naturaleza integrada de las estrategias militares y económicas del Partido Comunista Chino es lo que lo hace particularmente peligroso para Estados Unidos y otras sociedades libres y abiertas.

John King Fairbank, historiador de Harvard y padrino de la sinología americana, señaló en 1948 que, para entender las políticas y acciones de los líderes chinos, la perspectiva histórica «no es un lujo, sino una necesidad». Durante nuestra visita de estado, Xi y sus asesores confiaron mucho en la historia para transmitir su mensaje. Hicieron hincapié en ciertos temas históricos. Evitaron otros.

La delegación americana, que incluía al presidente Trump y a la primera dama, al secretario de estado Rex Tillerson, y al embajador de EE.UU. en China, Terry Branstad, recibió su primera lección de historia al recorrer la Ciudad Prohibida, sede de los emperadores chinos durante cinco siglos. Nos acompañaron Xi, su esposa, y varios otros altos líderes chinos. El mensaje, transmitido en conversaciones privadas y declaraciones públicas, así como en la cobertura oficial de la televisión y por la propia naturaleza de la gira, fue coherente con el discurso de Xi tres semanas antes en el 19º Congreso Nacional: el Partido Comunista Chino persigue implacablemente el «gran rejuvenecimiento de la nación china». Como Xi lo describió, el «rejuvenecimiento» abarcaba la prosperidad, el esfuerzo colectivo, el socialismo y la gloria nacional, el «sueño chino». La Ciudad Prohibida fue el escenario perfecto para que Xi mostrara su determinación de «acercarse al centro del escenario mundial y hacer una mayor contribución a la humanidad».

La Ciudad Prohibida se construyó durante la dinastía Ming, que gobernó China de 1368 a 1644, un período considerado como una edad de oro en cuanto al poder económico, control territorial y logros culturales de China. Fue durante esta dinastía, cuando Zheng He, almirante de la flota Ming, emprendió siete viajes alrededor de los océanos Pacífico Occidental e Índico, más de medio siglo antes de que Cristóbal Colón se hiciera a la mar. Sus «barcos del tesoro», entre los más grandes buques de madera jamás construidos, trajeron tributos de todas partes del mundo conocido. Pero a pesar del éxito de los siete viajes, el emperador llegó a la conclusión de que el mundo no tenía nada que ofrecer a China. Ordenó que los barcos del tesoro se hundieran y que se cerraran los puertos chinos. El período que siguió, en particular los siglos XIX y XX, es considerado por Xi y otros en la cúpula como un período aberrante durante el cual las naciones europeas y, más tarde, Estados Unidos lograron el dominio económico y militar.

Como el espectáculo de clausura de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, que situó la innovación tecnológica moderna en el contexto de 5.000 años de historia china, la visita a la Ciudad Prohibida estaba pensada, al parecer, como un recordatorio de que las dinastías chinas habían permanecido durante mucho tiempo en el centro de la Tierra. El arte y el estilo arquitectónico de los edificios reflejaban el credo social de Confucio: que la jerarquía y la armonía encajan y son interdependientes. El emperador celebró la corte en el Salón de la Armonía Suprema, el edificio más grande de la Ciudad Prohibida. El gran trono está rodeado por seis pilares dorados, grabados con dragones para evocar el poder de un emperador cuyo estado gobernaba sobre tianxia, sobre «todo lo que hay debajo del cielo».

Mientras que las imágenes transmitidas a China y al resto del mundo desde la Ciudad Prohibida durante nuestra visita estaban destinadas a proyectar la confianza en el Partido Comunista Chino, también se podía sentir una profunda inseguridad, una lección de historia que no se mencionó. En su diseño, la Ciudad Prohibida parecía reflejar el contraste entre la confianza exterior y la aprensión interior. Los tres grandes salones del centro de la ciudad no sólo estaban destinados a impresionar, sino también a defenderse de las amenazas que pudieran venir tanto de fuera como de dentro de los muros de la ciudad. Después del final de la dinastía Han, en el año 220 d.C., las provincias centrales de China fueron gobernadas sólo la mitad del tiempo por una fuerte autoridad central. E incluso entonces, China estaba sujeta a la invasión extranjera y a la agitación interna. El emperador Yongle, Zhu Di, que construyó la Ciudad Prohibida, estaba más preocupado por los peligros internos que por las posibilidades de otra invasión mongola. Para identificar y eliminar a los oponentes, el emperador creó una elaborada red de espías. Para evitar la oposición de académicos y burócratas, dirigió las ejecuciones no sólo de los sospechosos de deslealtad, sino también de sus familias. El Partido Comunista Chino utilizó tácticas similares siglos después. Al igual que Xi, los emperadores que se sentaron en el elaborado trono en el corazón de la Ciudad Prohibida practicaban un estilo de gobierno remoto y autocrático vulnerable a la corrupción y a las amenazas internas.

Nuestra guía nos mostró donde el último ocupante real de la Ciudad Prohibida, el emperador Puyi, fue despojado del poder en 1911, a la edad de 5 años, durante la revolución republicana de China. Puyi abdicó en medio del «siglo de la humillación», un período de la historia china que Xi había descrito a Trump, cuando los dos líderes se reunieron para cenar en Mar-a-Lago, siete meses antes de nuestro tour. El siglo de la humillación fue la infeliz era durante la cual, China experimentó la fragmentación interna, sufrió la derrota en las guerras, hizo grandes concesiones a las potencias extranjeras y soportó una ocupación brutal. La humillación comenzó con la derrota de China por parte de Gran Bretaña en la Primera Guerra del Opio, en 1842. Terminó con la derrota aliada y china del Japón imperial en 1945 y la victoria comunista en la guerra civil china en 1949.

Nuestra última reunión de la visita de estado, en el Gran Salón del Pueblo, fue con Li Keqiang, el primer ministro del Consejo de Estado y el jefe titular del gobierno de China. Si alguien del grupo americano tenía alguna duda sobre la visión de China sobre su relación con Estados Unidos, el monólogo de Li la habría eliminado. Empezó con la observación de que China, habiendo ya desarrollado su base industrial y tecnológica, ya no necesitaba a Estados Unidos. Descartó las preocupaciones de E.E.U.U. por las prácticas comerciales y económicas desleales, indicando que su papel en la futura economía mundial consistiría simplemente en proporcionar a China materias primas, productos agrícolas y energía para alimentar su producción de productos industriales y de consumo de vanguardia.

Al dejar China, estaba aún más convencido que antes de que, un cambio dramático en la política de EE.UU. era necesario. La Ciudad Prohibida debía transmitir confianza en el rejuvenecimiento nacional de China y su retorno a la escena mundial como el orgulloso Reino Medio. Pero para mí, expuso los temores, así como las ambiciones que impulsan los esfuerzos del Partido Comunista Chino para extender la influencia de China a lo largo de sus fronteras y más allá, y para recuperar el honor perdido durante el siglo de la humillación. Los temores y las ambiciones son inseparables. Explican por qué el Partido Comunista Chino está obsesionado con el control, tanto interno como externo.

Los líderes del Partido creen que tienen una estrecha ventana de oportunidad estratégica para fortalecer su gobierno y revisar el orden internacional a su favor, antes de que la economía de China se deteriore, antes de que la población envejezca, antes de que otros países se den cuenta de que el Partido persigue el rejuvenecimiento nacional a sus expensas, y antes de que acontecimientos imprevistos como la pandemia del coronavirus expongan las vulnerabilidades que el Partido creó en la carrera por superar a Estados Unidos y hacer realidad su sueño. El Partido no tiene intención de jugar con las reglas asociadas al derecho internacional, el comercio o la comercialización. La estrategia general de China se basa en la cooptación y la coerción en el país y en el extranjero, así como en ocultar la naturaleza de sus verdaderas intenciones. Lo que hace a esta estrategia ser potente y peligrosa es la naturaleza integrada de los esfuerzos del Partido en el gobierno, la industria, la academia y las fuerzas armadas.

Y, como resultado, los objetivos del Partido Comunista Chino van en contra de los ideales e intereses americanos.

Los tres pilares

A medida que China sigue su estrategia de cooptación, coacción y encubrimiento, sus intervenciones autoritarias se han vuelto omnipresentes. Dentro de China, la tolerancia del Partido por la libre expresión y la disidencia es mínima, por decirlo suavemente. Las políticas represivas y manipuladoras en el Tíbet, con su mayoría budista, son bien conocidas. La Iglesia Católica y, en particular, las religiones protestantes de rápido crecimiento son la profunda preocupación para Xi y el Partido. Las iglesias protestantes han demostrado ser difíciles de controlar, debido a su diversidad y descentralización, y el Partido ha eliminado por la fuerza las cruces de las cimas de los edificios de las iglesias e incluso ha demolido algunos edificios para dar ejemplo. El año pasado, el esfuerzo de Beijing por estrechar su control sobre Hong Kong desencadenó protestas sostenidas que continuaron hasta el año 2020, protestas que los líderes chinos culparon a los extranjeros, como suelen hacer. En Xinjiang, en el noroeste de China, donde la etnia uigur practica principalmente el Islam, el Partido ha obligado a al menos un millón de personas a ingresar en campos de concentración. (El gobierno niega esto, pero el año pasado el New York Times descubrió un alijo de documentos incriminatorios, incluyendo relatos de discursos a puerta cerrada de Xi dirigiendo a los funcionarios a mostrar «absolutamente ninguna piedad»).

Los líderes del Partido han acelerado la construcción de un estado de vigilancia sin precedentes. Para los 1.400 millones de chinos, la propaganda del gobierno en la televisión y en otros lugares es una parte integral de la vida cotidiana. Las universidades han tomado medidas severas contra la enseñanza que explica los conceptos «liberales occidentales» de los derechos individuales, la libertad de expresión, el gobierno representativo y el estado de derecho. Los estudiantes en las universidades y escuelas secundarias deben tomar lecciones de «Pensamiento Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era». La filosofía de 14 puntos del Presidente es el tema de la aplicación más popular en China, que requiere que los usuarios se registren con su número de teléfono móvil y su nombre real antes de que puedan ganar puntos de estudio leyendo artículos, escribiendo comentarios y realizando pruebas de opción múltiple. Un sistema de «puntaje de crédito social» personal que se basa en el seguimiento de la actividad en línea y de otro tipo de las personas para determinar su compatibilidad con las prioridades del gobierno chino. Las puntuaciones de las personas determinan la elegibilidad para préstamos, empleo en el gobierno, vivienda, beneficios de transporte y más.

Los esfuerzos del Partido por ejercer el control dentro de China son mucho más conocidos que sus esfuerzos paralelos más allá de sus fronteras. Una vez más, la inseguridad y la ambición se refuerzan mutuamente. Los líderes chinos pretenden poner en práctica una versión moderna del sistema tributario que los emperadores chinos utilizaban para establecer la autoridad sobre los estados vasallos. Bajo ese sistema, los reinos podían comerciar y disfrutar de la paz con el imperio chino a cambio de la sumisión. Los líderes chinos no son tímidos a la hora de afirmar esta ambición. En 2010, el Ministro de Relaciones Exteriores dijo a sus homólogos en una reunión de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático: «China es un país grande, y ustedes son países pequeños». China tiene la intención de establecer un nuevo sistema tributario mediante un esfuerzo masivo organizado bajo tres políticas superpuestas, que llevan los nombres de «Made in China 2025,» «Belt and Road Initiative,» and «Military-Civil Fusion.»

» Made in China 2025″ está diseñado para convertir a China en una potencia científica y tecnológica totalmente independiente. Para lograr ese objetivo, el Partido está creando monopolios de alta tecnología, despojando a las empresas extranjeras de su propiedad intelectual, mediante el robo y la transferencia forzosa de tecnología. En algunos casos, las empresas extranjeras se ven obligadas a establecer empresas conjuntas con empresas chinas, antes de que se les permita vender sus productos en el país. Estas empresas chinas tienen en su mayoría vínculos estrechos con el Partido, haciendo de la transferencia de propiedad intelectual y técnicas de fabricación al gobierno chino una rutina.

La «Belt and Road Initiative » invierte más de 1 billón de dólares en infraestructuras en toda la región del Indo-Pacífico, Eurasia y más allá. Su verdadero propósito es colocar a China en el centro de las rutas comerciales y las redes de comunicaciones. Si bien la iniciativa recibió al principio una entusiasta acogida por parte de las naciones que vieron oportunidades de crecimiento económico, muchas de ellas pronto se dieron cuenta de que la inversión china venía con condiciones.

La Belt and Road Initiative ha creado un patrón común de clientelismo económico. Beijing primero ofrece a los países préstamos de los bancos chinos para proyectos de infraestructura a gran escala. Una vez que los países están endeudados, el Partido obliga a sus líderes a alinearse con la agenda de política exterior de China, con el objetivo de desplazar la influencia de Estados Unidos y sus principales socios. Aunque los líderes chinos suelen describir estos acuerdos como de beneficio mutuo, la mayoría de ellos sólo tienen un verdadero ganador.

Para los países en desarrollo con economías frágiles, Belt and Road establece una despiadada trampa de la deuda. Cuando algunos países no pueden pagar el servicio de sus préstamos, China cambia la deuda por capital social para obtener el control de sus puertos, aeropuertos, presas, centrales eléctricas y redes de comunicaciones. En 2018, el riesgo de problemas de endeudamiento estaba aumentando en 23 países con financiación de la Belt and Road. Ocho países pobres con esta financiación: Pakistán, Djibouti, Maldivas, Laos, Mongolia, Montenegro, Tayikistán y Kirguistán, ya tienen niveles insostenibles de deuda.

Las tácticas de China varían en función de la fuerza o debilidad relativa de los estados destinatarios. Cuando emprenden proyectos de inversión en gran escala, muchos países con instituciones políticas débiles sucumben a la corrupción, lo que los hace aún más vulnerables a las tácticas chinas.

En Sri Lanka, el Presidente de larga data y actual primer ministro, Mahinda Rajapaksa, contrajo deudas que superaban con creces las posibilidades de su país. Aceptó una serie de préstamos de alto interés para financiar la construcción de un puerto por parte de China, aunque aparentemente no era necesario. A pesar de las garantías anteriores de que el puerto no se utilizaría con fines militares, un submarino chino atracó allí el mismo día de la visita del Primer Ministro japonés Shinzo Abe a Sri Lanka en 2014. En 2017, tras el fracaso comercial del puerto, Sri Lanka se vio obligada a firmar un contrato de arrendamiento de 99 años a una empresa estatal china en un canje de deuda por capital social.

La nueva vanguardia del Partido Comunista Chino es una delegación de banqueros y funcionarios del Partido con bolsas de lona llenas de dinero en efectivo. La corrupción permite una nueva forma de control de tipo colonial que se extiende mucho más allá de las rutas marítimas estratégicas en el Océano Índico y el Mar del Sur de China, y en otros lugares.

La Military-Civil Fusion es el más totalitario de los tres puntos. En 2014 y luego otra vez en 2017, el Partido declaró que todas las empresas chinas deben colaborar en la recolección de inteligencia. «Cualquier organización o ciudadano», dice el artículo 7 de la Ley de Inteligencia Nacional de China, «deberá apoyar, asistir y colaborar con el trabajo de inteligencia del estado de acuerdo con la ley, y mantener los secretos del trabajo de inteligencia nacional conocidos por el público». Las empresas chinas trabajan junto con las universidades y las ramas de investigación del Ejército de Liberación Popular. La fusión militar-civil alienta a las empresas estatales y privadas a adquirir empresas con tecnologías avanzadas, o una fuerte participación minoritaria en esas empresas, de modo que las tecnologías puedan aplicarse para obtener ventajas no sólo económicas sino también militares y de inteligencia. Hace un seguimiento de las tecnologías robadas al Ejército en áreas como el espacio, el ciberespacio, la biología, la inteligencia artificial y la energía. Además del espionaje y el robo cibernético del Ministerio de Seguridad del Estado, el Partido encarga a algunos estudiantes y académicos chinos en Estados Unidos y en otras universidades y laboratorios de investigación extranjeros el robo de tecnología.

A veces la financiación de la defensa de EE.UU. apoya las transferencias de tecnología de China. Uno de los muchos ejemplos es el Grupo Kuang-Chi, descrito en los medios de comunicación chinos como «una empresa civil-militar». El Grupo Kuang-Chi fue fundado en gran medida sobre la base de las investigaciones, financiadas por la Fuerza Aérea de Estados Unidos, sobre los meta-materiales en la Universidad de Duke.

El robo cibernético chino es responsable de lo que el General Keith Alexander, ex director de la Agencia de Seguridad Nacional, describió como «la mayor transferencia de riqueza de la historia». El Ministerio de Seguridad chino usó una brigada de piratería informática conocida como APT10, para atacar a empresas estadounidenses de los sectores de las finanzas, las telecomunicaciones, la electrónica de consumo y la medicina, así como a los laboratorios de investigación de la NASA y del Departamento de Defensa, extrayendo propiedad intelectual y datos sensibles. Por ejemplo, los piratas informáticos obtuvieron información personal, incluyendo números de la Seguridad Social, de más de 100.000 miembros del personal naval de Estados Unidos.

El Ejército Popular Chino ha empelado tecnologías robadas para conseguir capacidades militares avanzadas de muchos tipos y expulsar del mercado a las empresas de defensa estadounidenses. El fabricante de drones chinos Dà-Jiāng Innovations (DJI) controlaba más del 70 por ciento del mercado mundial en 2017, gracias a sus inigualables precios bajos. Sus sistemas no tripulados comerciales, incluso se convirtieron en los más volados por el Ejército de EE.UU., hasta que fueron prohibidos por razones de seguridad.

El espionaje chino tiene éxito en parte porque el Partido es capaz de inducir la cooperación, consciente o inconscientemente, de individuos, compañías y líderes políticos. Las empresas de Estados Unidos y de otras economías de libre mercado a menudo no denuncian el robo de su tecnología, porque temen perder el acceso al mercado chino, dañar las relaciones con los clientes o provocar investigaciones federales.

La cooperación se convierte en coacción cuando los chinos exigen que las empresas se adhieran a la visión del mundo del Partido Comunista y renuncien a criticar sus políticas represivas y agresivas. Cuando un empleado del Marriott que empleaba una cuenta de medios sociales de la empresa «le gustó» un tweet pro-Tibet en 2018, el sitio web y la aplicación de la empresa hotelera fueron bloqueados en China durante una semana, y el empleado fue despedido bajo la presión del Gobierno chino. El pasado octubre, cuando Daryl Morey, el director general del equipo de baloncesto Houston Rockets, twitteó su apoyo a los manifestantes de Hong Kong, la televisión estatal china canceló la emisión de los partidos de los Rockets.

El Partido Comunista Chino también ha llevado a cabo una amplia gama de esfuerzos de influencia con el fin de manipular los procesos políticos en las naciones objetivo. Se han descubierto sofisticados esfuerzos chinos en Australia y Nueva Zelanda para comprar influencia en las universidades, sobornar a políticos y acosar a la comunidad de la diáspora china para que se conviertan en defensores de Beijing.

III. Empatía estratégica

Los estadounidenses, como señaló Hans Morgenthau hace mucho tiempo, tienden a ver el mundo sólo en relación con Estados Unidos y a asumir que, el curso futuro de los acontecimientos depende principalmente de las decisiones o planes de su país, o de la aceptación por parte de otros de nuestra forma de pensar. El término para esta tendencia es el narcisismo estratégico, y subyace en las suposiciones de larga data que mencioné anteriormente: sobre cómo una mayor integración de China en el orden internacional tendría un efecto liberalizador en el país y alteraría su comportamiento en el mundo.

Pero hay otra forma de pensar sobre el comportamiento de los países: la empatía estratégica. Según el historiador Zachary Shore, la empatía estratégica implica tratar de entender cómo el mundo se ve para los demás, y cómo esas percepciones, así como las emociones y aspiraciones, influyen en sus políticas y acciones. Una perspectiva de la empatía estratégica, teniendo en cuenta la historia y la experiencia, conduce a un conjunto muy diferente de supuestos sobre China, que se ve confirmado por los hechos.

El Partido Comunista Chino no va a liberalizar su economía o su forma de gobierno. No va a jugar según las normas internacionales comúnmente aceptadas, sino que intentará socavarlas y eventualmente reemplazarlas por normas más favorables a sus intereses.

China seguirá combinando su forma de agresión económica, incluidas las prácticas comerciales desleales, con una campaña sostenida de espionaje industrial. En cuanto a la proyección de poder, seguirá buscando el control de lugares geográficos estratégicos y estableciendo zonas de primacía excluyentes.

Toda estrategia para reducir la amenaza de sus políticas agresivas debe basarse en una evaluación realista del grado de influencia de Estados Unidos y otras potencias externas en la evolución interna de China. La influencia de esas potencias externas tiene límites estructurales, porque el Partido no abandonará las prácticas que considera cruciales para mantener el control. Pero tenemos herramientas importantes, aparte del poder militar y la política comercial.

Por un lado, esas cualidades «liberales occidentales» que los chinos ven como debilidades son en realidad fortalezas. El libre intercambio de información e ideas es una extraordinaria ventaja competitiva, un gran motor de innovación y prosperidad. (Una de las razones por las que Taiwán se considera una amenaza de este tipo para la República Popular es, que constituye un ejemplo en pequeña escala, pero poderoso de un sistema político y económico exitoso que es libre y abierto en lugar de autocrático y cerrado). La libertad de prensa y la libertad de expresión, combinadas con una aplicación sólida del estado de derecho, han puesto al descubierto las tácticas comerciales depredadoras de China en un país tras otro y han demostrado que es un socio poco fiable. La diversidad y la tolerancia en las sociedades libres y abiertas pueden ser indisciplinadas, pero reflejan nuestras aspiraciones humanas más básicas, y también tienen sentido práctico. Muchos chino-estadounidenses que permanecieron en Estados Unidos después de la masacre de la Plaza de Tiananmen estuvieron a la vanguardia de la innovación en Silicon Valley.

Más allá de un enfoque en las fortalezas que el Partido Comunista Chino considera nuestras debilidades, hay medidas de protección explícitas que debemos tomar. Incluyen las siguientes:

  • Muchas universidades, laboratorios de investigación y empresas de países que valoran el estado de derecho y los derechos individuales son cómplices, a sabiendas o no, del uso que China hace de la tecnología para reprimir a su pueblo y mejorar las capacidades de sus Fuerzas Armadas. En el caso de las tecnologías de doble uso, el sector privado debería buscar nuevas asociaciones con quienes comparten compromisos con las economías de libre mercado, el gobierno representativo y el estado de derecho, y no con quienes actúan en contra de estos principios. Muchas empresas participan en empresas conjuntas o asociaciones que ayudan a China a desarrollar tecnologías adecuadas para la seguridad interna, como la vigilancia, la inteligencia artificial y la biogenética. En uno de los muchos ejemplos, una empresa con sede en Massachusetts vendió equipo para la toma de muestras de ADN que ha ayudado al Gobierno chino a rastrear a los uigures en Xinjiang. (La empresa ha puesto fin a esas ventas.) Las empresas que colaboren a sabiendas con los esfuerzos de China por reprimir a su propio pueblo o construir capacidades militares amenazantes deben ser penalizadas.
  • Muchas empresas chinas que participan directa o indirectamente en abusos de los derechos humanos en el país y en la violación de tratados internacionales cotizan en las bolsas estadounidenses. Esas empresas se benefician de los inversores estadounidenses y de otros inversores occidentales. Un examen más estricto de los mercados de capital de Estados Unidos, Europa y Japón ayudaría a restringir la complicidad de las empresas y los inversores en la agenda autoritaria de China. Las economías de libre mercado como la nuestra, controlan la mayoría del capital del mundo, y tenemos mucha más influencia de la que estamos empleando.
  • El uso que China hace de las grandes compañías de telecomunicaciones para controlar las redes de comunicaciones e Internet en el extranjero debe ser contrarrestado. Ya no debería haber ninguna disputa sobre la necesidad de defenderse de la empresa tecnológica multinacional Huawei y su papel en el aparato de seguridad de China. En 2019, una serie de investigaciones reveló pruebas incontrovertibles del grave peligro para la seguridad nacional asociado a una amplia gama de equipos de telecomunicaciones de Huawei. Muchos trabajadores de Huawei son empleados simultáneamente por el Ministerio de Seguridad del Estado de China y el brazo de inteligencia del Ejército Popular de Liberación. Los técnicos de Huawei han utilizado datos de células interceptadas para ayudar a los líderes autocráticos de África a espiar, localizar y silenciar a los opositores políticos. Un área prioritaria para la cooperación multinacional entre las sociedades libres debería ser el desarrollo de la infraestructura, en particular las comunicaciones 5G, para formar redes confiables que protejan los datos sensibles y de propiedad.
  • Debemos defendernos de las agencias chinas que coordinan operaciones de influencia en el extranjero, como el Ministerio de Seguridad del Estado, el Departamento de Trabajo del Frente Unido y la Asociación de Estudiantes y Académicos Chinos. Al mismo tiempo, debemos tratar de maximizar las interacciones y experiencias positivas con el pueblo chino. Estados Unidos y otras sociedades libres y abiertas deberían considerar la posibilidad de expedir más visados y proporcionar vías de acceso a la ciudadanía para más chinos, con las debidas garantías. Los chinos que se relacionan con los ciudadanos de países libres son los que más probablemente cuestionen las políticas de su gobierno, ya sea desde el extranjero o cuando regresen a casa.
  • EE.UU. y otras naciones libres deben ver a las comunidades de expatriados como una fortaleza. Los chinos en el extranjero, si se les protege de la intromisión y el espionaje de su gobierno, pueden ser un importante contrapeso a la propaganda y la desinformación de Pekín. Las investigaciones y expulsiones del Ministerio de Seguridad del Estado y otros agentes deben orientarse no sólo a proteger el país objetivo sino también a proteger a los chinos expatriados dentro de él.

Sin un eficaz impulso de Estados Unidos y de las naciones afines, China se volverá aún más agresiva en la promoción de su economía estatista y su modelo político autoritario. Para mí, la visita de estado a Pekín, y la exposición a su poderosa combinación de inseguridad y ambición, reforzó mi creencia de que Estados Unidos y otras naciones ya no deben adherirse a una visión de China basada principalmente en las aspiraciones occidentales. Si competimos agresivamente, tenemos razones para la esperanza. El comportamiento de China está galvanizando la oposición de los países que no quieren ser estados vasallos. Internamente, el endurecimiento del control también está provocando oposición. La bravuconería de Li Keqiang y otros funcionarios puede tener la intención de evocar la idea de China como soberana de «todo lo que hay debajo del cielo», pero muchos bajo el cielo no están ni deben estar de acuerdo.

Fte. Defense One (H.R. Mcmaster)

R. McMaster, teniente general retirado del Ejército de Estados Unidos, fue asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca y autor de «Battlegrounds»: The Fight to Defend the Free World» y «Dereliction of Duty: Lyndon Johnson, Robert McNamara, the Joint Chiefs of Staff, and the Lies That Led to Vietnam.»

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