El futuro de la geopolítica se decidirá en 6 Estados no alineados

El mundo está asistiendo a una nueva era de enfrentamiento entre las grandes potencias, Estados Unidos y China, con Rusia desempeñando un papel de aguafiestas. El resultado de esta rivalidad determinará el orden mundial durante las próximas décadas. Pero el destino de esta contienda no se decidirá únicamente por las acciones de Washington, Pekín o Moscú. También dependerá del modo en que un grupo de países influyentes del sur navegue por el cambiante panorama geopolítico.

Estos países son los «swing states» geopolíticos del siglo XXI. Son naciones relativamente estables y prósperas que tienen sus propias agendas globales independientes de las grandes potencias, y la voluntad y la capacidad para convertirlas en realidades. Son más exigentes, flexibles, dinámicos y estratégicos que en el siglo XX, cuando tenían que elegir entre alinearse o no con uno u otro bloque. Y a menudo elegirán la multi-alineación, una estrategia que les convertirá en fuerzas críticas, y a veces impredecibles, en la próxima etapa de la globalización mundial y en la próxima fase de la competición entre grandes potencias.

Estos Estados geopolíticos oscilantes se dividen en cuatro categorías que se solapan:

  • Países con ventaja competitiva en un aspecto crítico de las cadenas de suministro mundiales.
  • Países especialmente aptos para el nearshoring, el offshoring o el friendshoring.
  • Países con capital desproporcionado y dispuestos a desplegarlo por todo el mundo.
  • Países con economías desarrolladas y líderes con visiones globales que persiguen dentro de ciertas limitaciones.

Seis países destacan como ejemplos de estas categorías: Turquía, India, Arabia Saudí, Sudáfrica, Indonesia y Brasil, que hoy tienen mayor poder que nunca por varias razones: Tienen mayor autonomía, se benefician de la regionalización y pueden aprovechar las tensiones entre Estados Unidos y China.

Mayor autonomía

Los estados geopolíticamente no alineados tienen mayor capacidad de acción que nunca, porque se han vuelto más seguros y capaces de defender sus propios intereses y valores en la escena mundial. Han desarrollado sus propias fuentes de poder blando y duro, como la influencia cultural, el peso económico, la fuerza militar, las redes diplomáticas y la innovación tecnológica. También han diversificado sus asociaciones y alianzas, tratando de equilibrar sus relaciones con Estados Unidos y China, así como con otros actores regionales y mundiales.

Turquía se ha convertido en una potencia regional y un actor global en defensa, energía, ayuda humanitaria y mediación. Bajo la presidencia de Recep Tayyip Erdogan, que ha tratado de ampliar la influencia de Turquía en su vecindario y fuera de él, ha aplicado una política exterior asertiva. Ha intervenido militarmente en Siria, Libia, Irak, Azerbaiyán y Somalia; ha desafiado a Grecia y Chipre por los derechos marítimos en el Mediterráneo oriental; ha apoyado a Qatar contra el bloqueo liderado por Arabia Saudí; ha acogido a millones de refugiados de Siria y Afganistán; ha mediado entre Irán y Occidente; y ha estrechado lazos con Rusia a pesar de ser miembro de la OTAN.

India se ha convertido en gran potencia económica y estratégica en Asia y en el mundo. Bajo el mandato del primer ministro Narendra Modi, que ha tratado de potenciar su papel como voz destacada de la democracia, el desarrollo y la diversidad, ha aplicado una política exterior multi-alineada. Ha profundizado su asociación estratégica con Estados Unidos, se ha unido a la alianza Quad con Japón, Australia y Estados Unidos, se ha comprometido con China en cuestiones comerciales y fronterizas a pesar de las tensiones, ha ampliado sus contactos con África y América Latina, ha invertido en proyectos de conectividad en su vecindario y ha defendido iniciativas como la International Solar Alliance y la Coalition for Disaster Resilient Infrastructure.

Arabia Saudí ha transformado su economía y su sociedad bajo el mandato del Príncipe heredero Mohammed bin Salman (MBS), que ha tratado de diversificar las fuentes de ingresos del país, disminuyendo su dependencia del petróleo, modernizar sus normas e instituciones sociales y afirmar su liderazgo en el mundo árabe y musulmán. Arabia Saudí ha puesto en marcha un ambicioso programa de reformas Visión 2030, liderado la intervención militar en Yemen contra los rebeldes apoyados por Irán, normalizado sus relaciones con Israel, acogido grandes cumbres como la del G20, invertido fuertemente en tecnologías emergentes como la inteligencia artificial y la biotecnología, y establecido asociaciones estratégicas con China, India y Rusia, al tiempo que mantiene su alianza con Estados Unidos.

Mayor regionalización

Los estados no alineados también se han beneficiado de la regionalización, el proceso por el cual las regiones se integran y se vuelven más interdependientes desde el punto de vista económico, político y cultural. La regionalización ofrece a estos países oportunidades para aumentar su influencia y sus intereses en sus respectivas regiones, así como para cooperar con otras potencias regionales en retos y oportunidades comunes.

La regionalización también crea un amortiguador frente a las presiones e incertidumbres del sistema mundial, permitiendo a estos países seguir sus propios modelos de desarrollo y gobernanza.

Sudáfrica ha desempeñado un papel fundamental en la integración y la cooperación regionales en África, así como en la representación de los intereses y perspectivas africanos en la escena mundial.

Ha sido miembro fundador y líder de la «African Union» (AU), la «Southern African Development Community» (SADC) y la «New Partnership for Africa’s Development» (NEPAD). También ha participado en labores de mantenimiento de la paz y mediación en países como Sudán, Somalia y la República Democrática del Congo. Sudáfrica ha aprovechado su posición como la economía más industrializada y diversificada de África para atraer inversión extranjera y comercio, especialmente de China, India y la UE.

Indonesia se ha convertido en un actor clave en el Sudeste Asiático y en la región del Indo-Pacífico, así como en un puente entre Asia y el mundo islámico. También ha entablado el diálogo y la cooperación con otros actores regionales como China, Japón, India y Australia. Se ha convertido en un actor clave en el Sudeste Asiático y en la región del Indo-Pacífico, así como en un puente entre Asia y el mundo islámico.

Ha impulsado la Association of Southeast Asian Nations (ASEAN), la Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP) y la Asia-Africa Strategic Partnership (AASP). También ha entablado el diálogo y la cooperación con otros actores regionales como China, Japón, India, Australia y Estados Unidos en cuestiones como la seguridad marítima, la lucha contra el terrorismo, el cambio climático y la respuesta a pandemias. Indonesia ha aprovechado su posición como la mayor economía y el país de mayoría musulmana más poblado del Sudeste Asiático para promover su visión de una región democrática, tolerante y próspera.

Brasil es un líder en América Latina y el Caribe, así como una voz para el Sur global en cuestiones como el comercio, el medio ambiente y los derechos humanos. Ha sido miembro fundador e impulsor de organizaciones regionales como Mercosur, Unasur y Celac. También ha dialogado y cooperado con otros actores regionales como Estados Unidos, China, India y la UE en cuestiones como la seguridad energética, el desarrollo de infraestructuras y la inclusión social. Brasil ha aprovechado su posición como mayor economía y país más poblado de América Latina para promover sus intereses y valores en la región y fuera de ella.

Mayor influencia

Los estados no alineados también han ganado más influencia en el sistema mundial aprovechando las oportunidades y los retos creados por la competencia entre Estados Unidos y China. Han tratado de maximizar sus beneficios de ambas partes, minimizando al mismo tiempo sus costes y riesgos. También han intentado dar forma a las reglas y normas del orden mundial emergente, de acuerdo con sus propias preferencias y principios. No han dudado en desafiar o desafiar a cualquiera de las grandes potencias, cuando han percibido que sus intereses o valores se veían amenazados o vulnerados.

Turquía ha intentado equilibrar sus relaciones con Estados Unidos y con China, al tiempo que perseguía su propia autonomía estratégica. Ha mantenido la pertenencia a la OTAN y la cooperación con Estados Unidos en cuestiones como la lucha antiterrorista, Afganistán e Irán, al tiempo que ha resistido la presión estadounidense en cuestiones como los derechos humanos, la democracia y Siria. También ha ampliado sus lazos económicos con China, especialmente en el marco de la Belt and Road Initiative (BRI), al tiempo que ha expresado su preocupación por el trato que ésta dispensa a los musulmanes uigures en Xinjiang. Turquía también ha desafiado tanto a Estados Unidos como a China al adquirir sistemas de defensa antimisiles S-400 de fabricación rusa, a pesar de enfrentarse a sanciones y críticas de ambas partes.

India ha profundizado su asociación estratégica con Estados Unidos, especialmente en el marco de la Quad, al tiempo que mantiene su compromiso con China en cuestiones comerciales y fronterizas, a pesar de las tensiones. Ha acogido con satisfacción el apoyo estadounidense a su candidatura a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, su pertenencia a los regímenes multilaterales de control de las exportaciones y su papel como proveedor neto de seguridad en la región Indo-Pacífica. También ha incrementado su comercio con China, especialmente en sectores como el farmacéutico, la electrónica y las energías renovables, al tiempo que se ha opuesto a China en su disputada frontera, donde se produjo un enfrentamiento mortal en 2020. India también ha desafiado a Estados Unidos y a China al unirse al RCEP, a pesar de la retirada de Estados Unidos del pacto y del dominio de China en el mismo.

Arabia Saudí ha mantenido su alianza con Estados Unidos, especialmente en cuestiones de seguridad y energía, al tiempo que ha diversificado sus relaciones con China en cuestiones económicas y tecnológicas. Ha contado con el apoyo de Estados Unidos para su intervención militar en Yemen, su enfrentamiento con Irán y su normalización con Israel, al tiempo que se ha enfrentado a la presión estadounidense en cuestiones como los derechos humanos, la democracia y la proliferación nuclear. También ha aumentado sus inversiones en China, especialmente en el marco de la BRI, al tiempo que ha buscado su cooperación en cuestiones como la ciberseguridad, la inteligencia artificial y la biotecnología. Arabia Saudí también ha desafiado a Estados Unidos y a China llevando a cabo su propio programa nuclear, a pesar de la oposición estadounidense y la competencia china.

Implicaciones

El ascenso de estos estados tendrá importantes implicaciones para el orden mundial y la competición entre grandes potencias.

El orden mundial se hará más multipolar y complejo, ya que estos países configurarán las reglas y normas del sistema emergente según sus propias preferencias y principios. No aceptarán elegir entre Estados Unidos y China, sino que tratarán de preservar su autonomía estratégica y su flexibilidad. También exigirán más voz y representación en las instituciones y foros mundiales, como la ONU, el FMI, la OMC y el G20.

La competencia entre grandes potencias será más matizada y dinámica, ya que estos países aprovecharán sus relaciones con Estados Unidos y con China para maximizar sus beneficios y minimizar sus costes y riesgos. También aprovecharán las oportunidades y los retos creados por la rivalidad entre Estados Unidos y China para promover sus propios intereses y valores. No dudarán en desafiar o desafiar a cualquiera de las grandes potencias cuando perciban que sus intereses o valores se ven amenazados o vulnerados.

Los retos y oportunidades globales requerirán más cooperación y coordinación entre estos países y las grandes potencias, ya que éstos desempeñarán un papel clave a la hora de abordar cuestiones como el cambio climático, la respuesta ante pandemias, la ciberseguridad, la proliferación nuclear, el terrorismo, el comercio, el desarrollo y los derechos humanos. También ofrecerán nuevos mercados, fuentes de innovación y socios para la cooperación a Estados Unidos y a China.

Conclusiones

Los estados geopolíticos no alineados, Turquía, India, Arabia Saudí, Sudáfrica, Indonesia y Brasil, son las potencias medias del Sur global que decidirán el futuro de la geopolítica. Tienen mayor capacidad de acción, se benefician de la regionalización y pueden aprovechar las tensiones entre Estados Unidos y China. Tienen sus propias agendas globales independientes de las grandes potencias, y la voluntad y las capacidades para convertir esas agendas en realidades.

Son más exigentes, flexibles, dinámicos y estratégicos que en el siglo XX. Y a menudo optarán por la multi-alineación, una estrategia que las convertirá en fuerzas críticas, y a veces impredecibles, en la próxima etapa de la globalización mundial y la próxima fase de la competencia entre grandes potencias.

Estados Unidos, China y Rusia no deben dar por sentados a estos países ni ignorar sus intereses y valores. Deben comprometerse con ellos con respeto y pragmatismo, buscando áreas de convergencia y gestionando las áreas de divergencia. También deben reconocer que estos países no son espectadores pasivos ni peones en su rivalidad, sino actores activos y socios en la configuración del orden mundial.

Los estados no alineados no deben ser complacientes ni imprudentes en sus acciones. Deben ser conscientes de los riesgos y responsabilidades que conllevan su poder e influencia. También deben ser constructivos y responsables en sus contribuciones al orden mundial. No sólo deben perseguir sus propios intereses y valores, sino también defender los intereses y valores comunes de la humanidad.

Fte. Modern Diplomacy (Tareq Hasan)

Tareq Hasan, analista político independiente, escribe sobre política, políticas públicas, personalidades políticas y humanas, diplomacia y actualidad nacional e internacional.