La dinámica actual sugiere que el foco principal de la geopolítica en los próximos años se desplazará hacia la región del Indo-Pacífico. Todas las miradas están puestas en China y sus iniciativas regionales destinadas a establecer un dominio global. El comportamiento de China en la región ha adoptado la forma de enfrentamientos directos con India a lo largo de la “Line of Actual Control”, donde India perdió al menos 20 soldados el pasado mes de junio; la interferencia en los asuntos de Hong Kong; una mayor presencia en el Mar de China Meridional; y la malevolencia económica hacia Australia.
Con esta complejidad geopolítica en evolución, si la UE quiere mantener y aumentar su «protagonismo» global, necesita ir más allá de las iniciativas de Francia y Alemania, y configurar su propia agenda. Al mismo tiempo, India también está prestando atención al hecho de que, en el mundo actual, fragmentado y multipolar, el poder de cualquier aspirante a actor global depende de sus relaciones diversificadas. En este contexto, la UE es un socio útil en el que India puede confiar.
El acercamiento indoeuropeo, que intenta desafiar la expansión global china, busca también potenciar las instituciones internacionales multilaterales y apoyar un orden basado en normas. Dado que India ocupará un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU en 2021-22 y la presidencia del G20 en 2022, ambas partes ven la oportunidad de avanzar en una visión compartida del multilateralismo.
Como potencia normativa, la UE está tratando de unir fuerzas con Nueva Delhi para promover el sistema basado en normas. Por tanto, para evitar una situación de «todos los caminos llevan a Pekín» y desafiar la creciente hegemonía china, UE e India se necesitan mutuamente.
Teniendo esto en cuenta, la UE y la India han pasado por fin a llevar su cooperación a un nivel superior. La superación de las dificultades en las negociaciones, suspendidas desde 2013 a causa de temas espinosos relacionados con el comercio, como el proteccionismo agrícola indio, demuestra que ahora se respira un ambiente diferente.
El primer ministro indio, Narendra Modi, tenía previsto viajar a Portugal para asistir a una cumbre con los líderes de la UE, pero la visita se canceló a causa de la pandemia de Covid-19. Por ello, la Comisión Europea y Portugal, durante su presidencia del Consejo Europeo, ofrecieron a India celebrar la cumbre en formato virtual el 8 de mayo de 2021.
Las conversaciones entre estos dos gigantes económicos fueron productivas y dieron como resultado la “Connectivity Partnership”, que une esfuerzos y atención en los sectores de energía, digital y transporte, ofreciendo nuevas oportunidades para los inversores de ambas partes. Además, esta nueva iniciativa busca construir proyectos conjuntos de infraestructuras en todo el mundo invirtiendo principalmente en terceros países. Aunque ambas partes han aclarado que la nueva asociación global no está diseñada para competir con la “Belt and Road Initiative (BRI) china, la iniciativa conjunta para construir proyectos eficaces en toda Europa, Asia y África, sin duda contrarrestará la agenda de Pekín.
La UE y sus aliados tienen un interés común en presentar una alternativa a la iniciativa del cinturón y la Ruta, que contenga los esfuerzos de inversión chinos para dominar varias regiones. Aunque la UE quiere estrechar sus lazos económicos con China y firmó el pasado diciembre el Acuerdo Global de Inversiones UE-China, las sanciones europeas impuestas a Pekín en respuesta a la discriminación de los uigures y otras violaciones de los derechos humanos han complicado las relaciones. Además, el Presidente de EE.UU., Joe Biden, ha presionado a la UE para que adopte una postura más dura contra China y sus iniciativas mundiales.
Este nuevo proyecto de cooperación indoeuropea, desde el punto de vista de sus iniciadores, no impondrá una pesada carga de endeudamiento a sus socios como hacen los proyectos chinos. Sin embargo, aunque la UE dice que participarán tanto el sector público como el privado, no está claro de dónde saldrán los fondos para estos proyectos.
EE.UU. y la UE se han opuesto sistemáticamente al modelo chino de apoyo a las infraestructuras de los países en desarrollo, por el que Pekín ofrece ayuda a través de costosos proyectos que el país anfitrión acaba por no poder costear. India, Australia, UE, Estados Unidos y Japón ya han puesto en marcha sus propias iniciativas para contrarrestar las de China.
Entre ellas, la «The Three Seas Initiative» en la región de Europa Central y Oriental, destinada a reducir su dependencia de las inversiones chinas y del gas ruso. Otros ejemplos de éxito son la » Expanded Partnership for Quality Infrastructure» de Japón y su «Estrategia Indo-Pacífica libre y abierta».
Uno de los ejemplos conjuntos de cooperación indo-japonesa es el desarrollo de proyectos de infraestructuras en Sri Lanka, Myanmar y Bangladesh. Estaba previsto que los socios construyeran la Terminal de Contenedores del Este de Colombo, pero los ceilandeses se retiraron repentinamente justo antes de la firma el año pasado.
Otra estrategia regional en competencia es el “Asia-Africa Growth Corridor (AAGC)”, iniciado por India, Japón y algunos países africanos en 2017. Esta colaboración indo-japonesa pretende desarrollar infraestructuras en África, potenciadas por la conectividad digital, que harían de la región indo-pacífica una zona libre y abierta. La AAGC da prioridad a los proyectos de desarrollo en materia de salud y productos farmacéuticos, agricultura y gestión de catástrofes.
Sin duda, esta competencia en la construcción de infraestructuras en evolución puede resolver los problemas de muchos países subdesarrollados o en vías de desarrollo si sus dirigentes actúan con sabiduría. La recién adoptada Asociación de Conectividad Indoeuropea promete nuevas perspectivas para Europa del Este y especialmente para las frágiles democracias de Armenia y Georgia.
La declaración del embajador indio en Teherán, en marzo de este año, de conectar el este y el norte de Europa a través de Armenia y Georgia, allana el camino para el necesario diálogo sobre este asunto. Al estar situadas entre Rusia y Turquía y, al mismo tiempo, entre Europa e India, Armenia y Georgia están bien situadas para aprovechar las posibles oportunidades de la Asociación Indoeuropea. La participación de Tiflis y Ereván en este proyecto puede mejorar el atractivo económico de estos países, lo que aumentará su seguridad económica y hará que esta región sea menos vulnerable frente a las intervenciones ruso-turcas.
La UE y la India tienen que decidir si quieren ser responsables de la toma de decisiones o de la ejecución de las mismas. Una fuerte cooperación ayudaría a ambos a convertirse en los responsables de la agenda global. En caso de que estos dos actores no logren encontrar una hoja de ruta común para promover una arquitectura basada en normas y convertirse en proveedores de infraestructuras competitivos, ello redundaría en beneficio de Estados Unidos y China, que impondrían sus prioridades a los demás, incluidas la UE e India.
Fte. Modern Diplomacy