Efectivos de la Policía Nacional, Policía Municipal de Madrid, la UME… aúnan fuerzas en Alfafar tras el paso de la DANA

Hace poco más de una semana, Alfafar «tenía vida». Lo cuentan algunos de sus vecinos. Pero ahora, tras el paso arrollador y engullidor de la DANA por sus calles.. el tiempo en Alfafar se ha detenido. El pueblo, como si de una película de ciencia ficción se tratara, está arrasado. Porque la crueldad del agua, con 600 litros por metro cuadrado y una velocidad incalculable, se cebó con él y con otros 68 municipios más de la Comunidad Valenciana.

Para acceder a lo que queda de Alfafar hay que dejar el vehículo a algo más de un kilómetro de distancia. Se tiene que acceder andando. La prioridad, en éste y otros municipios, es que entren las retroexcavadoras, los camiones y todo tipo de maquinaria para ‘desalojar’ del pueblo las miles de toneladas de lodo y los centenares de vehículos que se amontonan en sus calles, vehículos que quedan marcados con una señal para dejar constancia de que ya ha sido inspeccionado y de que en él… no había víctimas mortales.

Al irse acercando, y mientras una riada compuesta por decenas y decenas de voluntarios que caminan hacia esta ‘zona cero’ de la DANA (empleando terminología más propia de una hecatombe nuclear) proporciona una compañía silenciosa, el paisaje se vuelve más turbio.

Centenares de efectivos desplegados en uno de los pueblos más afectados por la DANA

Policías nacionales, efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME), policías de Madrid, bomberos de Guipúzcoa, militares del Ejército de Tierra, policías de Alfafar, de BadajozMossos d’Esquadra, agentes de la Ertzaintza, un helicóptero de la Unidad Aérea de la Policía, un BMR también de la Policía… De repente uno se traslada imaginariamente a zonas en conflicto y el paisaje es similar.

Pero aquí, en Alfafar, no ha habido ni hay una guerra, aunque pueda asimilarse por el nivel de destrucción y el despliegue militar y policial sin precedentes, nunca antes visto en España.

Hay, en una primera aproximación, 1.500 policías nacionales, entre ellos alumnos de la Academia de Ávila, que están doblando la espalda sin descanso, con los aplausos de los vecinos como telón de fondo, para quitar el lodo y que las calles vuelvan a ser calles.

También, como explica el inspector Ignacio López, del Grupo Operativo de Intervenciones Técnicas, «para liberar una zona escolar (o lo que antes era una zona escolar), que está en riesgo de derrumbe, y facilitar un punto de depósito de vehículos siniestrados».

Las botas se hunden en el barro y el olor ‘trasciende’ más allá de las fosas nasales

Caminando por las calles, mientras las botas se hunden literalmente en el barro, y el olor (una mezcla de humedad, suciedad acumulada y podredumbre) penetra más allá de las fosas nasales y trasciende a la garganta, a la boca y al sabor, también se ven alrededor de 40 efectivos de la Policía Municipal de Madrid.

«Nos estamos llevando coches con grúas municipales de la EMT de Madrid que hemos traído a Valencia, retirando los enseres apilados en las calles, vigilando el área que tenemos asignada, coordinando voluntarios o trasladando a personas que tienen alguna discapacidad de un lado a otro». Así lo cuentan un subinspector y un oficial del Distrito Centro-Norte de la Policía Municipal de Madrid, que llegaron el sábado 2 de noviembre por la noche. Fueron los primeros en llegar, cinco días después de la DANA.

Se les pone «la piel de gallina» cuando recuerdan lo que vieron el primer día, «porque ahora -relatan- al menos se puede caminar». Y lo cuentan mientras muestran sus brazos, que están llenos de polvo y barro. Como también tienen polvo y barro los policías nacionales que trabajan en la calle de al lado. Y todos coinciden en lo mismo: «Nunca habíamos visto nada similar; es como una zona de guerra».

A ellos se acerca, para pedir indicaciones, Miguel, vecino de Massanassa, otro de los municipios afectados. Él lo ha perdido todo y las secuelas psicológicas le están superando. Es vigilante de seguridad. A sus 64 años, se jubila en unos meses, pero ahora está de baja. «Lo estoy llevando muy mal, muy mal», repite una y otra vez.

La distancia entre Alfafar y Massanassa (Miguel ha venido andando) es de 3,5 kilómetros, una ruta rápida en coche pero que ahora, y sin poder entrar en los municipios, puede llevar más de media hora. Pero ni a Alfafar ni a Massanassa se puede acceder en coche, porque estas localidades se han ‘blindado’ para que sólo puedan acceder los vehículos que tienen la misión de limpiar, desescombrar, y extraer vehículos y restos de todos los enseres que había dentro de las casas.

Unos enseres, unos recuerdos de toda una vida para centenares de personas, que la DANA succionó, engulló y convirtió en amasijos de barro, hierro, lodo y suciedad, y que ahora forman parte del trágico y desolador paisaje de sus calles.

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