Hasta hace unos años España contaba con capacidad de diseño y fabricación de cohetes de Artillería de Campaña. La última evolución del Sistema Teruel (2006) acabó en fracaso al producirse algunos incidentes que aconsejaron su retirada del servicio (2011). Desde entonces, el Ejército español no cuenta con sistemas lanzacohetes.
Desde 1987 a 2011 dos baterías del Regimiento de Artillería Lanzacohetes nº 62 (hoy 63) con sede en Astorga, León, mantuvo en servicio 12 lanzadores múltiples. Además, se reservaron dos lanzadores con fines de experimentación. La última actualización del Teruel T-2 al MC25, obligó a modificar ligeramente el lanzador debido a la mayor longitud del cohete e incrementó el alcance de 18 a 25 km. La previsión era sustituirlos por el sistema SILAM (Sistema Lanzador de Alta Movilidad), a desarrollar por la industria española sobre la base tecnológica del estadounidense HIMARS (High Mobility Artillery Rocket System) , pero el proyecto no llegó a iniciarse.
La pérdida de las capacidades que proporciona el cohete en el campo de batalla repercute negativamente en la eficacia de los apoyos de fuego indirecto, por cuanto se renuncia a su potencia, profundidad, movilidad e intensidad temporal. Hecho agravado porque la mayor parte de los posibles adversarios cuentan con ellos; se ha hecho habitual ver las imágenes de las baterías lanzacohetes en plena acción desde que Rusia las emplease en masa durante la GM II. Su carencia es una clara anomalía que el Ejército español lleva tratando de subsanar desde hace años.
Abandonado el proyecto HIMARS, un MLRS (Multiple Launcher Rocket System) sobre ruedas, la alternativa a un desarrollo nacional pasa por acometer uno multinacional o la adquisición directa de sistemas en servicio (ningún país europeo cuenta con sistemas propios de este tipo; los de nuestro entorno, como Francia o Reino Unido, emplean el MLRS). El más renombrado es el M270 MLRS americano, aunque resulta particularmente caro. Alcances por encima de 84 km y la elevada precisión de las últimas versiones del MLRS lo hacen muy adecuado para evitar la exposición de la aviación en zonas especialmente hostiles o defender nuestras costas, en especial, en la zona cubierta por el Regimiento de Artillería de Costa nº 4. También la Infantería de Marina puede usar lanzacohetes propios desde la cubierta de buques, como podría ser el Juan Carlos I, en apoyo al desembarco e incorporándose después al contingente en tierra. Con todo, los sistemas occidentales siguen estando en clara desventaja frente al 9A52.4 ruso o el PHL03 chino.
Podría pensarse en usar un motor de misil como propulsor del cohete, pero su configuración es muy distinta (y mucho más cara) de lo que se necesita en campaña. La diferencia más importante es que el cohete se emplea en volúmenes importantes por lo que el precio, la sencillez y la robustez son esenciales a la hora de abordar su diseño. Si un disparo completo de Artillería cañón puede rondar los 2.000/5.000 € en función de la espoleta (si es guiada o no), la incorporación de un dispositivo base-bleed, el uso de cargas modulares o vainas combustibles, etc., el cohete no debería elevar el precio de cada disparo significativamente, salvo si los alcances que se le exigen son muy superiores al del obús.
¿Qué se le pide hoy a un sistema lanzacohetes? La respuesta tiene relación con la misión asignada y el área de terreno que se desea cubrir. En la actualidad, los estudiosos del asunto fijan dicho alcance máximo entre 70 y 150 km, con un futuro previsible que lo alargue hasta los 300 km. Dudo que sistemas misil como el ATACMS (Army Tactical Missile System), con hasta 500 km de radio de acción en el futuro, estén hoy en el objetivo de capacidades militares españolas, aunque sería una extraordinaria capacidad disuasoria pensando en los amigos del sur. Tampoco sistemas complejos como el GMLRS (Guided Multiple Launch Rocket System) que en algunas versiones puede llegar a los 150 km y que todavía no ha entrado en producción pueden resolver en un plazo razonable las carencias de nuestra Artillería de Campaña.
El hecho es que en España vamos a cumplir 10 años sin Artillería Lanzacohetes y el objetivo del JEMAD de recuperar esta capacidad hacia 2024 se ve poco probable con los exiguos y menguantes presupuestos de Defensa que anunció en septiembre de 2020 la ministra Robles.
¿Qué puede hacer España para recuperar la capacidad perdida? A mi juicio, y dado que en Europa no vamos a conseguir nada, porque no lo hay, que el sistema americano es excesivamente caro (hay que pensar en el precio del arma artillera, el proyectil, no en la boca de fuego que lo lanza) y que el escenario económico es el que es, lo ideal es buscar un sistema relativamente económico, que esté probado y en servicio y que asegure la cadena de suministro en el futuro. Si, además, se promueven acuerdos industriales para fabricar en España los sucesivos lotes de munición y se usan plataformas en servicio (como el IVECO 6×6 o mejor aún, 8×8), podríamos contar con un grupo de dos baterías lanzacohetes (8 piezas) en la fecha objetivo del JEMAD (2024) e iniciar la fabricación de cohetes nacionales en 2026. Tal vez la solución coreana (del Sur, claro) sea uno de los candidatos mejor colocados.
Y a partir del cohete “españolizado”, desarrollar espoletas y sistemas de guiado que reduzcan el círculo de dispersión así como evolucionar los cohetes sobre base industrial española para contar con nuevas versiones de mayor alcance, potencia y precisión.
G. División (R) Manfredo Monforte Moreno
Dr. Ingeniero de Armamento. Artillero
De la Academia de Ciencias y Artes Militares