Turquía, agujero en la seguridad occidental

Enfrentada a las consecuencias de años de mala gestión económica, la palabra clave en Turquía es ahora distensión.

Debido a su reciente equívoco sobre el ingreso de Suecia en la OTAN, han surgido dudas sobre el compromiso de Turquía con los principios y objetivos de la organización. El documento de enero del Grupo de Trabajo Internacional sobre Sanciones Rusas confirma esta duda.

Las conclusiones del Grupo afirman que en los diez primeros meses de 2023 sólo se produjo un descenso del diez por ciento en las importaciones rusas de material de combate en comparación con el periodo anterior a las sanciones. Lo que llama la atención es que el 95 por ciento de las piezas que se encuentran en las armas rusas en el campo de batalla proceden de países que habían impuesto las sanciones, y el 72 por ciento corresponde a empresas con sede en Estados Unidos.

La mayoría de los artículos en cuestión llegaron a Rusia a través de intermediarios de terceros países, en particular China, Turquía y EAU.

La posición de Turquía en este asunto, así como en otros relacionados, es también equívoca: por un lado, ha condenado la invasión rusa de Ucrania, pero también disfruta de los beneficios de una próspera cooperación económica. Turquía se ha negado a unirse a la coalición internacional que impuso sanciones y restricciones de control de las exportaciones a Rusia, lo que preocupa a Estados Unidos.

Hace un año, el subsecretario del Tesoro estadounidense, Brian Nelson, se reunió con la Asociación de Bancos de Turquía y llamó la atención sobre el notable aumento de las exportaciones o reexportaciones turcas no esenciales a Rusia. El pasado noviembre, expresó también su preocupación por el hecho de que haya multiplicado por seis sus reexportaciones de tecnología de doble uso a ese pais.

En consecuencia, en septiembre, la administración Biden impuso sanciones a cinco empresas y a un ciudadano turco por apoyar a Moscú en su guerra contra Ucrania.

El mes pasado, el Tesoro también sancionó a una red de adquisiciones, incluida una empresa turca, por facilitar la exportación de tecnología estadounidense a Irán. En este contexto, una cuestión pendiente con Turquía sigue siendo la acusación contra un banco estatal turco, Halkbank, por ayudar a canalizar más de 20.000 millones de dólares a este último país.

En octubre, tras un atentado terrorista en Ankara cuya autoría reivindicó el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, pidió a los aliados de Turquía que adoptaran una postura clara contra el terror.

Por ejemplo, en el noreste de Siria, las SDF (Syrian Democratic Forces), dirigidas por la milicia kurda YPG, desempeñan un papel destacado en la guerra de la Operación Inherent Resolve contra el ISIS. Sin embargo, Turquía ha agrupado a las YPG con el PKK y ha criticado indirectamente a Estados Unidos, ya que Erdogan se refirió al «apoyo abierto prestado a entidades terroristas en el norte de Siria.»

Por este motivo, el ministro de Asuntos Exteriores de Turquía, Hakan Fidan, en la visita que realizó la semana pasada a Washington bajo los auspicios del U.S.-Turkey Strategic Mechanism, instó a Estados Unidos a cortar sus conexiones con los afiliados al PKK.

En 2014, David L. Phillips, director del Instituto para el Columbia University’s Institute for the Study of Human Rights, publicó su trabajo de investigación sobre los vínculos entre ISIS y Turquía. En 2020, el periodista turco Can Dundar fue condenado a más de veintisiete años de prisión por apoyo al terrorismo por haber publicado en 2015 un artículo en el que revelaba el transporte de armas por parte del servicio de inteligencia turco a los rebeldes en Siria.

Hace tres años, el Tesoro de Estados Unidos, en un memorando dirigido al Departamento de Defensa en relación con la operación Inherent Resolve, mencionó que el ISIS recurría a empresas de servicios monetarios para transferir fondos entre Irak y Siria, así como a escala internacional, apoyándose a menudo en centros logísticos de Turquía.

Últimamente, el presidente Erdogan ha reiterado lo que ya había dicho en octubre, que «nadie puede obligarnos a calificar a Hamás de organización terrorista», y ha expresado el firme apoyo de Turquía. No obstante, Brian Nelson, en una rueda de prensa celebrada en Estambul en noviembre, declaró estar «profundamente preocupado» por la capacidad de Hamás para seguir recaudando fondos o encontrar apoyo financiero en Turquía para posibles futuros atentados terroristas.

Enfrentada a las consecuencias de años de mala gestión económica, la palabra clave en Turquía es ahora distensión, ya sea en la Declaración de Atenas sobre Relaciones Amistosas y Buena Vecindad o en el reciente acercamiento entre Turquía y Egipto. Como ejemplifica la reciente visita a Washington del ministro turco de Asuntos Exteriores, Hakan Fidan, se habla de restablecer las relaciones bilaterales. Por ejemplo, la subsecretaria Victoria Nuland está estudiando la readmisión de Turquía en el programa F-35.

Al mismo tiempo, Turquía sigue aumentando su armamento, reforzado por el acuerdo sobre los F-16 con Estados Unidos. En un reciente mitin, Erdogan no ocultó las ambiciones de Turquía de pasar de ser una fuerza regional a una potencia mundial, ayudada por los avances de su industria de defensa.

El pasado mes de agosto, Asli Aydintasbas y Jeremy Shapiro abogaron por una relación transaccional con la Turquía posoccidental de Erdogan, que, como «el último valladar», podría ser el camino más sabio a adoptar.

Fte. The National Interest (Robert Ellis)

Robert Ellis es analista y comentarista sobre Turquía. También es asesor internacional del Research Institute for European and American Affairs de Atenas.