Tercer centenario de la creación de la Academia de Ingenieros del Ejército

La  Real Academia Militar de Matemáticas y Fortificación de Barcelona fue creada por D. Jorge Próspero de Verboon e inaugurada el 15 de octubre de 1720 siendo el  primer centro docente militar español dedicado, durante el siglo XVIII, a la formación de los oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros.

Los Ingenieros Militares y las primeras Academias.

El Cuerpo de Ingenieros se creaba en 1711 en plena Guerra de “Sucesión Española”. Sin embargo, los Ingenieros del Ejército habían aparecido a principios del siglo XVI, aunque sin formar corporación. Estos Ingenieros militares nacieron para responder a la invención de la Artillería, ante la cual los castillos medievales estaban indefensos. La respuesta a la revolucionaria arma se tradujo en una nueva forma de fortificar, lo que requeriría unos técnicos para su diseño y construcción, dotados de amplios conocimientos científicos, que se llamarían ingenieros. La nueva fortificación, denominada abaluartada (de la palabra baluarte), difería radicalmente de la de los castillos, que primero trataron de adaptarse, para, finalmente evolucionar, ante la eficacia del nuevo medio de ataque.

Además de construir fortificaciones y dirigir los trabajos de expugnación de las enemigas, a las funciones de los Ingenieros militares, se irían añadiendo: estudio y mejora de itinerarios a utilizar por los ejércitos, levantamiento de planos, y las Obras Públicas y de Fomento: puertos, fábricas, edificios notables, caminos, carreteras, canales de riego y navegación y finalmente, la descripción del territorio y el Urbanismo.  Para responder a tales retos, necesitaban una sólida formación en el Arte de Fortificar, en la Arquitectura y otras ciencias útiles. Esta formación se conseguía: como ayudante de un Ingeniero ya consagrado, con el que se aprendía el oficio hasta obtener el título de ingeniero, o bien, realizando los estudios necesarios en una de las Academias que desde el siglo XVI irían apareciendo.

El primero de estos centros fue la “Academia de Matemáticas y Arquitectura Militar de Madrid”, que fundó Felipe II en 1582 a instancias del Arquitecto Juan de Herrera y del ingeniero Tiburcio Spanochi. En ella se estudiaban: “Geometría de Euclides”; “Los Tratados Selectos de Arquímedes” o, “Teoría y Práctica de la Fortificación”, que explicaba el capitán de Ingenieros Cristóbal de Rojas. La Academia de Madrid desaparecía en 1625, teniendo continuidad en la Cátedra de Matemáticas y Fortificación del Colegio Imperial en Madrid.

Ninguna de ellas llegó a alcanzar la importancia de la Academia Real y Militar del Ejército de los Países Bajos, fundada en Bruselas en 1675, cuyo único director fue el ingeniero militar Sebastián Fernández de Medrano. En la Academia, una de las más importantes de Europa, en el primer año los alumnos estudiaban geometría, fortificación, artillería, geografía y arte de escuadronar. La mayoría de los alumnos cuando terminaba el curso volvían a sus regimientos, mientras que los mejores continuaban otro curso, en el que profundizaban sus estudios, para convertirse en ingenieros del ejército.

La Academia de Barcelona y la creación del Cuerpo de Ingenieros.

El número de ingenieros militares fue decayendo en España a finales del siglo XVII, situación que se agudizó a comienzos del XVIII con la Guerra de Sucesión. Esta carencia movió al Secretario del Despacho de Guerra, a proponer a Felipe V la creación del Cuerpo de Ingenieros, y a Jorge Próspero de Verboom, Ingeniero Mayor del Ejército de los Países Bajos, como organizador. En enero de 1710 el Rey nombraba a Verboom Ingeniero general de mis ejércitos, plazas y fortificaciones. Verboom terminaría su proyecto de organización en Barcelona, donde se encontraba prisionero después de la batalla de Almenar. Posteriormente remitiría sus trabajos al Rey, quién, por un R.D. de 17 de abril de 1711, creaba el Cuerpo de Ingenieros.

En 1712 una vez en libertad al ser canjeado, el Ingeniero General iniciaba la organización, reuniendo a los pocos Ingenieros que había en España con los que vinieron de Flandes, algunos italianos y otros franceses, cedidos por Luis XIV. Sin embargo, el sistema de admisión no satisfacía a Verboom, que lucharía por la creación de una nueva Academia de Matemáticas donde pudiesen prepararse los oficiales que habrían de formar parte del nuevo Cuerpo. Él, había estudiado en la Academia de Bruselas, considerada modelo para el nuevo centro de enseñanza. Este proyecto no llegó a concretarse a causa de las campañas de Cerdeña y Sicilia hasta 1720. Ese año se abría la Academia de Barcelona, nombrándose director a Mateo Calabro, comisario de Artillería, admitido en Cuerpo de Ingenieros para que pudiese ejercer el cargo.

Para el funcionamiento de la Academia, Calabro emitía un: Proyecto sobre el establecimiento formal de la Academia de Barcelona en 1724. Según el proyecto, en ella se debía enseñar las Matemáticas y sus partes más fundamentales, la Aritmética y la Geometría Especulativa, y, las ciencias que dimanan de las anteriores: Geometría Práctica, Estática, Óptica, o Cosmografía.

En 1730 aparecía un “Proyecto o Idea para la formación, Govierno y permanente Establecimiento de Academias Reales y Militares de Mathemáticas y Fortificaciones, en los parages que S.M. destinase de sus Dominios, escrito por Verboom. Quien  presentaba su idea de cómo debía ser la enseñanza, similar al de Calabro en la duración de la enseñanza, y no en el contenido, ya que Verboom incidía en los conocimientos prácticos y en el dibujo sin olvidar la teoría, mientras que Calabro lo hacía en conocimientos especulativos.

En 1736 se destinaba a la Academia, como catedrático de matemáticas al Ingeniero Pedro Lucuce, quién, dos años después era nombrado nuevo director, mientras que Calabro era destinado a Valencia. El 22 de julio de 1739 se aprobaba la Real Ordenanza, e Instrucción para la Enseñanza de las Mathemáticas en la Real, y Militar Academia, que se ha establecido en Barcelona, y las que en adelante se formaren, que recogía las líneas maestras designadas por Lucuce. Según ésta, el Director debía elegir los Tratados de las matemáticas más útiles, escribiendo a partir de ellos las materias correspondientes, dando a cada Ayudante los cuadernos con los temas a impartir. Por su parte, los Académicos tenían que ir a la clase con papel, tinta y lápiz, y lo demás que se necesite para escribir la lección, y de quince en quince días la pondrán en limpio, haciéndola ver a su respectivo Maestro. Una vez terminado cada Curso (cuatro de nueve meses), los Académicos aprobados pasaban al siguiente. Los que no lo superaban por enfermedad u otro accidente, podían repetir el curso, y los que no, eran despachados a sus Regimientos. Al termina la Segunda Clase, no todos los aptos pasaban a la Tercera, ya que, como no todos tendrán la inclinación de proseguir con los estudios necesarios a un Oficial Ingeniero, o de la Artillería, se restituirán a sus Cuerpos, llevando una Certificación para que se les atienda a su mérito de Academista en las vacantes del Exército. En el Cuarto Curso, se enseñaba Dibujo, Arquitectura, y redacción de proyectos de obras civiles y militares. Todos los que aprobaban el 4º Curso, recibían una Certificación, para que, restituyéndose a sus Regimientos, estén prontos para cuando Yo tuviere a bien emplearlos en otros fines de mi Real Servicio, o en los Cuerpos de Ingenieros, o de Artillería. Como los estudios eran comunes, hasta la creación de una Academia de Artillería en 1751, para ingresar en los Cuerpos respectivos, los solicitantes debían pasar un examen ante la Real Junta de Fortificación los primeros, y la de Artillería los segundos.

Desde su creación, la “Academia de Matemáticas de Barcelona impartía los estudios científicos y técnicos más avanzados de España, donde las universidades carecían de cátedras de Matemáticas y donde solamente el Colegio de Guardias Marinas de Cádiz, en lo referente a los estudios náuticos y la Academia de Artillería de Segovia en cuanto a la química, podían comparársele”. Este nivel científico estaba respaldado por una magnífica biblioteca con más de dos mil volúmenes, de Matemáticas, Física, Mecánica, Hidráulica, Ciencias de la naturaleza, Astronomía, Geografía, Náutica, Fortificación, Ingeniería Militar, Artillería, Arquitectura Civil, Historia Militar, y Arte de la Guerra.

A principios del Siglo XIX se acometía una importante reforma en la enseñanza militar, que afectaría al Cuerpo de Ingenieros. Después de la muerte de Lucuze en 1779, la Academia de Barcelona había seguido con su antiguo plan de estudios, un tanto anquilosado, hasta que se cierra en 1803. Se iniciaba una nueva etapa, al inaugurarse la Academia Específica de Ingenieros de Alcalá de Henares, dedicada únicamente a la formación de los miembros del Cuerpo, y en la que debían abordarse las nuevas técnicas y avances en las Ciencias y en la Táctica, logradas a lo largo del Siglo XVIII.