Los estrategas estadounidenses tienen que dejar de suponer que los ejércitos de Estados Unidos serán superiores en cualquier situación.
«Queremos ser el GOAT». Así se expresó el teniente general John Shaw, subcomandante del Mando Espacial de Estados Unidos, en un meme que suscitó algunas burlas en las redes sociales a principios del mes de marzo pasado. La mayoría de las burlas parecían referirse al emoji de la cabra usada en lugar del acrónimo de Greatest Of All Time. Aunque el sentimiento es admirable, ¿es el «mejor de todos los tiempos» un objetivo realista para un cuerpo como el espacial en su infancia, que forma parte de unas fuerzas armadas con un presupuesto estancado y ventajas tecnológicas que se evaporan?
En los últimos años, varios cuerpos militares estadounidenses han establecido objetivos igualmente ambiciosos pero cuestionables en sus estrategias para el futuro. Por ejemplo, la «visión para 2030 y más allá» de las Fuerzas Aéreas de EE.UU. pedía «una Fuerza Aérea que domine el tiempo, el espacio y la complejidad en los conflictos futuros en todos los dominios operativos». Mientras, otras evaluaciones de futuro han dudado del ascenso del principal competidor de Estados Unidos. «Para que China alcance el estatus de superpotencia, probablemente tendrá que superar una amplia gama de retos internos actuales para el crecimiento económico sostenible y la proyección de poder», afirmó el U.S. Army Futures Command. Aunque no cabe duda de que China se enfrenta a desafíos, su camino hacia el estatus de superpotencia parece más seguro de lo que sugiere esta evaluación. Es cierto que los retos demográficos y de otro tipo a los que se enfrenta China probablemente socavarán su estatus de gran potencia, pero sólo mucho después de haberlo alcanzado y superado a Estados Unidos.
Es hora de que el estamento militar estadounidense realice análisis sobre el futuro más realistas. Aunque nuestras Fuerzas Armadas puedan seguir siendo la fuerza dominante en todos los ámbitos, en cualquier lugar y a cualquier hora del día, las tendencias recientes a largo plazo dictan que, esa ya no debería ser la hipótesis de trabajo de los estrategas militares en sus análisis de futuro.
Aumento y disminución relativos
Un análisis más realista de la dinámica del poder, debería comenzar por reconocer que el poder es un concepto relativo. El poder de un individuo o, en este caso, de un país depende de varios factores: ¿de qué tipo de poder estamos hablando?, ¿dónde, y con quién o qué lo estamos comparando? Los ejércitos, la economía, el cuerpo diplomático y otros instrumentos de poder nacional de Estados Unidos siguen siendo fuertes y, en la mayoría de los casos, continúan creciendo o modernizándose. Sin embargo, lo mismo ocurre en China, con la diferencia de que su crecimiento es mucho más rápido, aunque aún les queda camino por andar antes de alcanzar la paridad en capacidades militares, por ejemplo. El resultado es el ascenso relativo de China y, por tanto, el declive relativo de Estados Unidos.
Esta historia es más clara cuando se compara el reciente crecimiento económico de cada país. Según varias previsiones, la economía de China será pronto la mayor del mundo si se mide a tipos de cambio de mercado, o MER. (ya lo es en términos de paridad de poder adquisitivo, una corrección destinada a tener en cuenta los niveles de desarrollo). En 2015, la Unidad de Inteligencia de The Economist proyectó que el tamaño económico de China superaría al de Estados Unidos en 2026. Dos años después, un informe de PwC adelantó la fecha de transición un año. Ambas proyecciones coinciden con las recientes previsiones posteriores a la COVID-19 de nuestro equipo del Frederick S. Pardee Center for International Futures de la Universidad de Denver, que también proyecta una transición económica entre Estados Unidos y China medida por el PIB en el MER en 2025 o 2026.
China ya supera a Estados Unidos en el comercio mundial de bienes. El año pasado, se convirtió en el principal socio comercial de la Unión Europea, un área en la que el comercio estadounidense dominaba hace sólo una década. Esto es especialmente importante porque, como señalan los estudiosos de las relaciones internacionales Emilie Hafner-Burton y Alexander Montgomery: el comercio «no es sólo dinero o bienes; crea políticas de poder, empeorando la situación de los países pobres, robándoles las capacidades materiales necesarias para defender sus intereses en un mercado mundial cada vez más integrado».
Desde el punto de vista diplomático, China ha hecho grandes progresos en los últimos años. Se puede afirmar que Estados Unidos sigue siendo el país dominante, y que la “wolf warrior diplomacy” de los diplomáticos chinos parece estar empañando, en lugar de mejorar, la reputación de su país en todo el mundo. Aun así, el ascenso diplomático de China es innegable, y su presión sobre empresas y países por igual, para que alineen sus políticas con sus propias preferencias es cada vez más visible.
Militarmente, Estados Unidos sigue manteniendo una clara ventaja. ¿Pero por cuánto tiempo? Si «el desarrollo económico mejora la capacidad de un Estado para producir equipos militares de alta calidad y personal militar cualificado», como observó el politólogo Michael Beckley, cabe esperar que la capacidad de China para producir un ejército de categoría mundial siga creciendo a un ritmo impresionante. El creciente presupuesto militar del país y la producción programada de equipos cada vez más avanzados son los primeros indicios de que esto seguirá siendo así. Estas y otras tendencias han llevado a los investigadores del RAND a concluir recientemente que pronto se producirá «un macrocambio en los supuestos fundamentales de cómo Estados Unidos gana las guerras, alejándose de las ventajas cuantitativas y cualitativas a las que se ha acostumbrado».
A la luz de estas realidades combinadas, el ascenso económico, diplomático y militar de China, es imperativo que los estrategas estadounidenses consideren futuros escenarios en los que el poderío estadounidense ya no se equipare al de China. Más que considerarlos, los estrategas deben asumir que la contestación será la norma y no la excepción. De hecho, un mundo futuro en el que China sea la principal potencia debería ser la hipótesis de base, que probablemente sólo se evitaría con una grave desestabilización dentro del Partido Comunista Chino.
Ser realista
Parte del propósito de la planificación es identificar las prioridades, prepararse para lo que se espera, y establecer contingencias para cuando las cosas vayan mal. Aunque sólo sea por eso, asumir que el poder de China podría superar pronto al de Estados Unidos seria un ejercicio de reflexión útil.
Uno de los peligros de no considerar escenarios más pesimistas para el poder de Estados Unidos en relación con China es que, puede llevar a un exceso de confianza. Además, esta actitud hace que se pierdan oportunidades. A lo largo de su historia, Rusia ha sacado lo mejor de las situaciones en las que se veía superada aprovechando lo que el estratega William C. Fuller llamó las «ventajas del atraso» (según la que los países de industrialización tardía se aprovechan de los adelantos de las más avanzadas. N del T.). ¿Podrá Estados Unidos aprovechar ventajas similares en un conflicto con un enemigo, que parece haber logrado la superación? Esta pregunta es difícil de responder sin un considerable examen en profundidad de cuáles podrían ser esas ventajas. Si no se elaboran escenarios bien estudiados y detallados sobre la situación que podría llevar a esa superación, no simplemente los peores escenarios, sino escenarios de base que aprecien la realidad de la trayectoria actual de China, es difícil siquiera plantear esta pregunta.
Al prepararse para una contienda, ¿qué pueden hacer EE.UU.? La Armada ya ha empezado a exigir a los marinos que dominen el uso de sextantes para la navegación en caso de apagón o suplantación del Sistema de Posicionamiento Global. Este enfoque aprovecha la capacidad de sus miembros para pensar y operar de forma independiente, cualidades fácilmente disponibles en una fuerza tan educada.
En términos más generales, cada cuerpo debería centrarse en su ventaja comparativa. La decisión del Comandante del Cuerpo de Marines de Estados Unidos, el General David Berger, de cambiar el Cuerpo de Marines de una fuerza terrestre cargada de tanques a otra que se centre más en su misión tradicional, la de tomar y mantener zonas negadas en combates en el litoral y en islas, es un comienzo audaz e impresionante. Los marines ya no deben ser asignados a bases operativas avanzadas sin salida al mar. El Ejército de Tierra será el encargado de llevar a cabo estas misiones. En lo que respecta a los aeródromos expedicionarios, las U.S. Air Force Security Forces podrían ayudar a aliviar esta carga si se ampliaran sus programas Phoenix Raven y DAGRE.
Además de un mayor énfasis en la especialización y las operaciones conjuntas, los planificadores militares estadounidenses deberían considerar una mayor colaboración con otros ejércitos. Dada su capacidad antisubmarina, debería contarse con Japón para liderar esas misiones en el este y el sureste de Asia, si fuera necesario. Mientras, se podría contar con nuestros aliados europeos, que se han mostrado reticentes a mantener los niveles de gasto y autorización de fuerzas necesarios para ser útiles en combates a gran escala, Alemania en particular.
Esto no quiere decir que estos cambios se produzcan de la noche a la mañana o que sean la panacea, pero ayudarían a Estados Unidos a dejar de ser un equipo multidisciplinar, preparándose simultáneamente para combatir o prestar ayuda en cualquier lugar y en cualquier momento (una postura que no necesariamente ha sido elegida por este país).
Por último, los estrategas deberían considerar una disciplina estratégica más estricta. Esto podría significar involucrarse en menos conflictos. Otras veces podría significar dejar que el adversario marque el ritmo de un conflicto o haga el siguiente movimiento en lugar de permitir que un oponente con mayor capacidad o habilidad fuerce un error.
No cabe duda de que a las Fuerzas Armadas estadounidenses les resultará difícil pasar de una mentalidad de ser los mejores en todo, en cualquier lugar y en cualquier momento a una actitud de ser suficientemente buenos y arreglárselas con la ayuda de los amigos. En un momento dado, no dominar la alta mar habría sido un anatema para el pensamiento estratégico de la Royal Navy del Reino Unido, pero, finalmente, ese día llegó.
Aunque la pérdida de su lugar como primera potencia mundial por parte de Estados Unidos no es ni mucho menos segura, la plausibilidad de ese escenario, dadas las tendencias recientes y previstas, hace que sea necesario considerarlo, aunque resulte incómodo.
Es mejor planificar y hacer los ajustes necesarios con antelación que, como ocurrió con el Reino Unido, reconocer una transición de gran potencia sólo después de la realidad.
Fte. Defense One (Collin Meisel)
Collin Meisel es director del Diplometrics Program Lead e investigador asociado del Frederick S. Pardee Center for International Futures de la Universidad de Denver.