Europa ha cruzado otra línea roja en su cada vez más intensa guerra contra Rusia. En una reunión apresurada de líderes europeos en París, en respuesta a los significativos avances rusos en el frente ucraniano durante las últimas semanas, Emmanuel Macron rompió uno de los pocos tabúes que quedaban en los círculos occidentales, al afirmar que no debía descartarse el envío de tropas de la OTAN a Ucrania.
«Debemos hacer todo lo necesario para impedir que Rusia gane la guerra», declaró, añadiendo que Francia podría incluso emprender esa acción sin el consentimiento de otros miembros de la UE porque «cada país es soberano y sus fuerzas armadas también».
Como era de esperar, esto no cayó bien entre los aliados, a los que el presidente francés ni siquiera se había molestado en advertir de antemano. Probablemente, el objetivo era maximizar el impacto de la declaración: Macron es propenso a hacer declaraciones que llaman la atención pero que nunca se llevan a la práctica, a menudo para desviar la atención de los problemas internos.
Esta vez, sin embargo, Macron se excedió. Su declaración fue tan obviamente desquiciada que provocó una considerable reacción en Francia, donde la mitad de la población se opone a proporcionar más ayuda a Ucrania. Marine Le Pen acusó a Macron de jugar con la vida de los niños franceses, mientras que el izquierdista radical Jean-Luc Mélenchon lo calificó de «locura». A la vez, fuera de Francia, prácticamente todos los miembros de la Alianza rebatieron la sugerencia de Macron y descartaron el envío de tropas terrestres a Ucrania, mientras que el propio Putin advirtió ayer de que tal medida podría desencadenar una escalada mayor.
Pero, ¿durante cuánto tiempo mantendrán esta postura los dirigentes de la OTAN? Al fin y al cabo, Macron tiene razón en una cosa: los países de la OTAN han cruzado prácticamente todas las líneas rojas que se habían impuesto al comienzo del conflicto. «Muchos de los que hoy dicen ‘Nunca, nunca’ eran los mismos que decían ‘Nunca tanques, nunca aviones, nunca misiles de largo alcance’ hace dos años», declaró. En este sentido, todo el debate sobre las tropas sobre el terreno es poco más que una distracción del hecho de que, por supuesto, ya estamos inmersos en una guerra de facto contra Rusia, con tropas sobre el terreno o sin ellas. Además, es un secreto a voces que las fuerzas especiales occidentales ya están presentes en Ucrania, entre ellas británicas.
De hecho, apenas hay desacuerdo entre los dirigentes europeos sobre el hecho de que sus países deban seguir librando esta llamada guerra por poderes; la cuestión es si el objetivo debe ser apoyar la estrategia oficial de Ucrania de recuperar cada centímetro de territorio controlado por Rusia, una propuesta que ahora se reconoce cada vez más como imposible incluso en los círculos occidentales, o si debe ser más bien reforzar las defensas de Ucrania con el objetivo de detener el avance ruso. Los países europeos parecen inclinarse cada vez más por esta última opción, con Alemania actualmente a la cabeza.
Aunque Alemania se ha convertido en el mayor partidario de Ucrania en Occidente (mientras el Congreso estadounidense sigue bloqueando un nuevo paquete de ayuda), Scholz se ha resistido hasta ahora a la presión de la oposición, así como de miembros de su propia coalición, para que envíe misiles de crucero Taurus de fabricación alemana a Ucrania. Su argumento es doble: en primer lugar, que los misiles tienen un alcance de 500 kilómetros y podrían emplearse para atacar Moscú; en segundo lugar, que su envío requeriría la presencia sobre el terreno en Ucrania de tropas alemanas especialmente entrenadas. Esto llevaría a Alemania a la guerra directa con Rusia.
Pero incluso la aparente cautela de Scholz parece preocupantemente ingenua ante el reciente anuncio del Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, de que se ha dado luz verde a Ucrania para emplear los F-16 suministrados por Occidente para atacar objetivos en Rusia, otra peligrosa escalada que acerca cada vez más a la OTAN a una confrontación directa con Rusia. En última instancia, sin embargo, los desacuerdos en el seno de la OTAN se refieren a la táctica, no a la estrategia: prácticamente todos los países están de acuerdo en que hay que apoyar a Ucrania «todo el tiempo que haga falta».
Con este fin, varios países europeos, entre ellos Reino Unido, acaban de firmar acuerdos bilaterales de seguridad a largo plazo con Kiev, comprometiéndose a «proporcionar a Ucrania asistencia rápida y sostenida en materia de seguridad, así como equipamiento militar moderno en todos los ámbitos, según sea necesario». Sin embargo, nadie sabe realmente qué significa apoyar a Ucrania «durante el tiempo que sea necesario». No hay un objetivo de guerra claramente definido y acordado, aparte de «no dejar que Rusia gane» y una vaga esperanza de desgastar a Rusia económica y militarmente.
«No hay un objetivo de guerra claramente definido y acordado».
Pero incluso eso parece ser poco más que una ilusión. La economía rusa no sólo ha resistido las sanciones occidentales (e incluso puede haberse beneficiado de ellas), sino que, lo que es más importante, como reconoció recientemente The Economist, «Rusia está ganando en Ucrania», y hay pocas esperanzas realistas de que esto se invierta a corto plazo. Como escribió Anatol Lieven en Time: «La implicación de que Ucrania se mantenga indefinidamente a la defensiva -aunque lo haga con éxito, es que los territorios actualmente ocupados por Rusia están perdidos. Rusia nunca aceptará en la mesa de negociaciones ceder tierras que ha conseguido mantener en el campo de batalla… Aunque continúe la ayuda [occidental], no hay ninguna posibilidad realista de una victoria ucraniana total el año que viene, ni el siguiente».
Entonces, ¿qué sentido tiene apoyar una guerra de desgaste larga y sangrienta, que podría durar años? Como sostiene Lieven, «por muy doloroso que sea hoy un acuerdo de paz, lo será infinitamente más si la guerra continúa y Ucrania es derrotada». Sin embargo, en los últimos meses, EEUU y Ucrania han seguido rechazando las sugerencias de Rusia de un alto el fuego.
Entonces, ¿por qué la paz sigue siendo un tabú en Occidente? Para empezar, hay buenas razones para creer que el apoyo occidental a Ucrania nunca fue realmente para ayudar a los ucranianos, sino para usarlos en pos de los propios objetivos económicos y estratégicos de Occidente. Desde esta perspectiva, la guerra ha sido un éxito, al menos para algunos. En el caso de EEUU, esto es bastante evidente: ha podido reafirmar su hegemonía militar sobre Europa, al tiempo que abría una brecha entre Europa (y Alemania en particular) y Rusia, un antiguo imperativo geopolítico estadounidense. Especialmente ahora que EEUU ha conseguido «europeizar» la guerra, haciendo que la UE cargue con el peso de apoyar a Ucrania, Biden no tiene ningún incentivo evidente para poner fin a la guerra antes de las elecciones, especialmente en términos favorables a Rusia.
Para Europa, la historia es muy distinta: aparte del complejo militar, industrial del continente, que se ha beneficiado enormemente, la guerra ha sido un desastre económico y geopolítico. Además, Europa tiene obviamente mucho más que perder ante la perspectiva cada vez más alarmante de una guerra nuclear entre Occidente y Rusia. De hecho, se puede argumentar que los europeos tienen un interés existencial en poner fin al conflicto.
Sin embargo, los gobiernos europeos no sólo no están haciendo nada para lograr una solución pacífica, sino que parecen estar exacerbando activamente las tensiones. En los últimos meses, hemos sido testigos de una sostenida campaña de propaganda destinada a convencer a los ciudadanos europeos de que Rusia está empeñada en invadir Europa en algún momento de un futuro más o menos cercano, y que, por tanto, tenemos que prepararnos para la guerra reforzando fuertemente nuestras capacidades de «defensa». Según el ministro de Defensa danés, Rusia podría atacar a la OTAN en tan sólo tres años. «Tenemos que darnos cuenta de que no es un hecho que estemos en paz. Y por eso nos estamos preparando para un conflicto con Rusia», declaró el almirante holandés Rob Bauer, jefe del comité militar de la OTAN. En otros países europeos se habla de reintroducir el servicio militar obligatorio. Y no se trata sólo de hablar: a lo largo de su flanco nororiental, la OTAN ha iniciado recientemente su mayor ejercicio militar en Europa desde la Guerra Fría, en el que participan 90.000 soldados, 50 buques y más de 80 aviones de combate.
Pero, ¿hay alguna prueba de que Rusia pretenda marchar a través de Europa? Para John Mearsheimer, se trata de una proposición «ridícula». «Putin ha dejado claro que no pretende conquistar toda Ucrania», dijo, «y nunca ha indicado que estuviera interesado en conquistar ningún otro país de Europa oriental, y mucho menos de Europa occidental. Tampoco tiene capacidad militar para conquistar Europa oriental: el ejército ruso no es la segunda versión de la Wehrmacht».
Si esto es cierto, ¿cómo podemos explicar la venta incesante de esta narrativa? Veo tres opciones, todas igualmente alarmantes.
La primera explicación es que los dirigentes europeos hayan empezado a creerse su propia propaganda y estén realmente convencidos de que Rusia está empeñada en atacar Europa. Si es así, corre el riesgo de convertirse en una profecía autocumplida: Putin vería un aumento del gasto en defensa como una señal de una amenaza creciente. La segunda es que saben que es improbable que Rusia invada, pero están planteando esta amenaza fantasma para justificar la continuación de la guerra por poderes en Ucrania, como parte de una estrategia más amplia destinada a contener el desafío ruso-chino al sistema centrado en EEUU. La tercera es que simplemente se hayan vuelto locos y estén intentando deliberadamente precipitar una guerra con Rusia, por razones insondables para las personas de mente sana.
En medio de tanta confusión, la buena noticia es que los ciudadanos, al menos en Europa Occidental, no parecen creérselo. A pesar del incesante alarmismo, Rusia sólo ocupa los puestos 11º, 7º y 6º entre las preocupaciones de italianos, alemanes y franceses respectivamente, por debajo de la delincuencia, la desigualdad y la inmigración, según el último informe de la Conferencia de Seguridad de Múnich. Pero quizá no debería sorprendernos que nuestras élites prefieran arrastrarnos a la guerra antes que abordar los problemas reales de nuestras sociedades. Ellos los crearon, y se benefician de ellos. Y mientras lo hagan, parece poco probable que la paz llegue pronto.
Fte. UnHerd (Thomas Fazi)
Thomas Fazi es columnista y traductor de UnHerd. Su último libro es EL CONSENSO COVID, en coautoría con Toby Green.