Recomendaciones para la zona gris

Se ha escrito mucho sobre el futuro de las operaciones militares intentando describir el entorno operativo en el que las fuerzas tendrán que operar en los próximos años. Sin embargo, la sensación tras leer artículos y documentos sobre prospectivas es que lo descrito no es el futuro; está ocurriendo ya. Al igual que ahora, en el futuro los conflictos van a disponer de un marcado carácter de competencia permanente, en el que los estados o actores en litigio van a llevar a cabo sus estrategias con acciones por debajo del umbral de guerra abierta, con objeto de alcanzar sus objetivos más rápido y con menos coste. Estas son las conocidas como acciones en la «Zona Gris», llamadas así porque no se dan en un periodo de paz total, pero tampoco en un conflicto abierto formalmente declarado. Un clásico ejemplo de estas acciones lo constituyen los ciberataques, ciber-espionaje, acciones de desinformación, operaciones psicológicas, políticas de hechos consumados, movilizaciones sociales organizadas por los llamados proxies (actores que actúan en nombre propio, pero que obedecen a intereses de terceros), etc. Este artículo pretende llamar la atención sobre algunas de las características de ese entorno y propone unas recomendaciones para que las fuerzas militares operen en el futuro con mayor oportunidad de éxito.

Estudiar la Historia nos puede ayudar a enfrentarnos a escenarios en la Zona Gris. Operar en la Zona Gris no es una estrategia novedosa, en parte porque la mente humana no ha evolucionado tanto en los últimos 10.000 años. Los humanos seguimos teniendo las mismas fortalezas y debilidades. Antecedentes históricos de acciones que hoy encajaríamos en la Zona Gris los tenemos, por ejemplo, cuando en el Siglo XVII los franceses comenzaron a proporcionar armas de fuego a los indios norteamericanos para que pudieran enfrentarse a los españoles en el Mississippi y La Florida. O cuando los ingleses, franceses y holandeses empleaban los privateers, barcos civiles al servicio de su Corona que actuaban como piratas y hostigaban las operaciones de la Armada Española en el Caribe. O en el Siglo XVIII, el ejemplo del Alférez de Navío Martínez al mando de la Bahía de Nootka, en la actual costa oeste de Canadá, cuando desenmascaró varios buques de bandera portuguesa que en realidad estaban capitaneados por británicos con intenciones más allá de las comerciales. En todos estos casos no existía guerra abierta, pero sí una clara competencia.

En definitiva, no hay nada nuevo bajo el sol y, teniendo en cuenta que la Historia tiende a repetirse, sería recomendable tenerla presente en los currículos de la enseñanza militar. En este sentido, añadir la posibilidad de realizar un grado de humanidades en la formación militar enriquecería las posibilidades de desarrollo de la carrera militar. Como ejemplos de que es posible disponer de grandes líderes sobre la base de una carrera de humanidades tenemos al general Jim Mattis, antiguo JEMAD de los Estados Unidos, que es licenciado en Historia, o el actual, el general Mark A. Milley que es licenciado en ciencias políticas. Pericles, Tucídides, y otros tantos clásicos eran grandes líderes con destacadas virtudes en humanidades que tenían muy presentes la condición humana y la Historia en sus decisiones. Conocer la Historia nos ayuda a comprender el comportamiento humano y a identificar estrategias con acciones ya empleadas en el pasado, como algunas de la Zona Gris.

Avanzar en la educación de nuestra sociedad y de nuestros militares sobre la Zona Gris nos proporcionaría ventajas sobre los adversarios y reforzaría nuestra resiliencia. Sobre esto, la primera pregunta que cabría hacerse es porqué habría que educar a la sociedad sobre la Zona Gris. La respuesta pasa porque el conflicto en la Zona Gris no tiene límites físicos, no solo porque las operaciones en el ciberespacio no lo tienen, sino porque toda acción, contribuyendo a un objetivo mayor, pretende conseguir unos efectos sobre la voluntad del adversario ya sea directa o indirectamente. Esta voluntad está afectada por las percepciones de cada individuo, que a su vez sufre influencias de otros actores que intercambian información a través de diversas formas de comunicación (verbal, escrita, redes sociales, etc.). La unión de voluntades, información y percepciones de los individuos conforman el entorno cognitivo en el que las operaciones futuras van a cobrar un nuevo protagonismo. De este modo, al igual que el entorno cognitivo no tiene límites, el campo de batalla futuro, y el actual, tampoco los tiene. Por ello, los combatientes estarán sujetos a las acciones del enemigo en el entorno cognitivo a través de acciones perpetradas contra las tradicionalmente llamadas «retaguardias». Es decir, la sociedad y la familia como parte del entorno cognitivo van a constituir parte del campo de batalla, por muy lejos que se encuentren de la zona de operaciones. Los adversarios van a tratar de influir sobre la sociedad en general intentando crear fracturas y tensiones que dificulten no solo la eficacia del combatiente, sino también la acción de Gobierno y la estabilidad social. Estas estrategias estarán basadas en acciones de desinformación para deslegitimar las acciones propias para que pierdan el apoyo social, institucional, o bien crear la sensación de que las retaguardias no están protegidas, para producir ansiedad e inquietud entre los combatientes.

Un ejemplo claro de la importancia de las acciones en el entorno cognitivo lo tenemos en la Guerra Fría. Entre otras muchas cosas, la Guerra Fría se ganó porque uno de los objetivos era demostrar que el estilo de vida de occidente era mejor que el de los soviéticos. Mientras los militares estaban empeñados en la carrera armamentística y nuclear para ejercer la disuasión por negación (impedir que el adversario ataque porque estime que no va a ser capaz de conseguir sus objetivos), la «estrategia de contención» de EEUU también incluía un significativo componente psicológico para demostrar la superioridad moral de los principios de libertad y democracia, y en demostrar que los soviéticos suponían una amenaza a estos principios.

En definitiva, el ser humano siempre ha sabido que, para imponer su voluntad sobre otro, y convencerle de que haga, deje de hacer, o no haga nada, debe hacerlo a través de acciones que influyan en su decisión, es decir, que afecten a su entorno cognitivo. Por lo tanto, sería necesario potenciar estrategias dirigidas a aumentar la resiliencia de nuestras sociedades y las Fuerzas Armadas contra esas acciones que pretenden afectar el entorno cognitivo. Esas acciones para aumentar la resiliencia serían acciones educativas, a nivel civil y militar, que tendrían como objetivo fomentar el «pensamiento crítico», no para criticar, sino para ser capaces de analizar los datos antes de juzgar y sacar nuestras propias conclusiones sobre la información que nos llega por muy diversas vías. De este modo, diferenciaremos lo que es cierto de lo que es falso, la información positiva de la que busca fracturar, la que nos quiere influenciar o la que pretende debilitarnos. Esto nos permitirá disponer de una sociedad más libre, más resistente a influencias negativas, y con una resiliencia de acero.

Disponer de medios de inteligencia adecuados, así como de una capacidad de disuasión robusta y creíble reduciría la incertidumbre y facilitaría la toma de decisiones en un escenario de Zona Gris. En estos escenarios existe incertidumbre por dos motivos fundamentalmente: en primer lugar, porque en ocasiones es complicado atribuir acciones a determinados actores, bien porque niegan su autoría, bien porque las llevan a cabo mediante proxies, o porque ni si quiera nos damos cuenta de que estamos siendo atacados (un ejemplo clásico de esto último es el ciberespionaje). En estos casos, la ambigüedad de la Zona Gris es un multiplicador de la incertidumbre. En segundo lugar, también existe incertidumbre cuando se pierde la iniciativa y, especialmente, cuando se pierde la ventaja tecnológica. En este sentido, existe gran incertidumbre, por ejemplo, en el desarrollo de capacidades ofensivas en el ámbito espacial, en el ciberespacio, en el empleo ofensivo de la inteligencia artificial o en el desarrollo de medios avanzados de obtención de información. Según algunos autores, tanto China como Rusia disponen de capacidades ofensivas muy avanzadas en estos ámbitos. Sin embargo, para las potencias occidentales existe el dilema de desarrollar capacidades ofensivas en esos sectores, sobre todo por cómo encajarlo en la legislación internacional y en el derecho de los conflictos armados. Aunque esta regulación se encuentra en desarrollo, no quita que haya Estados que no se adhieran a los acuerdos internacionales, o bien que actúen por medio de proxies, por lo que el desarrollo de capacidades ofensivas será fundamental para conseguir una disuasión efectiva contra actos hostiles en los ámbitos mencionados. En este sentido, la mejor recomendación sería disponer de una defensa robusta y una capacidad de respuesta creíble que incluya capacidades ofensivas. Es lo que se llama combinar la disuasión «por negación» con la disuasión «por castigo». Es decir, el adversario no nos atacará por temor a la respuesta (capacidades ofensivas) y porque sabe que no conseguirá sus objetivos (capacidades defensivas). Por ejemplo, un hacker que intente penetrar en nuestros sistemas varias veces y no lo consiga porque tenemos una buena defensa, al final buscará otro objetivo, o bien, si consigue acceder y resulta que respondemos con contundencia porque tenemos capacidades ofensivas, es probable que no lo vuelva a intentar, y sus «amigos» tampoco.

Por otro lado, disponer de medios de inteligencia adecuados para minimizar la incertidumbre y facilitar la toma de decisiones es una obviedad. Ya lo decía Sun Tzu: «conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo, y nunca conocerás la derrota». Sin embargo, en un escenario de Zona Gris esta afirmación cobra aún más relevancia. Los medios de inteligencia nos deben permitir conocer qué está pasando para poder detectar si nos están atacando, para conocer cuáles son las verdaderas capacidades e intenciones del adversario, y sobre todo para poder atribuir la responsabilidad de los ataques para, en definitiva, eliminar la ambigüedad y reducir la incertidumbre. Por eso, sería recomendable que las FAS dispusieran de un equilibrio adecuado entre capacidades de obtención de inteligencia y el resto de capacidades. Las capacidades militares solo son eficaces si se aplican en el lugar adecuado y en el momento oportuno, y para eso hace falta inteligencia de calidad, máxime en un futuro en el que el desarrollo tecnológico y la globalización están produciendo una aceleración de acontecimientos.

Por último, para tener éxito en un escenario de Zona Gris es necesario incrementar la colaboración entre todos los poderes del Estado, y en especial el intercambio de información. Las acciones en la Zona Gris se dan en todos los ámbitos, no solo en el militar. Es más, en un ambiente bajo el umbral de conflicto abierto, normalmente las FAS van a ser una herramienta en manos del Estado con cometidos de apoyo a las autoridades civiles, salvo que se declare el estado de sitio. Por ello, la última recomendación es incrementar la cooperación entre todos los poderes del Estado para que, llegado el caso, cada autoridad sea consciente de lo que cada uno puede aportar en la lucha contra estas amenazas. Sin embargo, siendo realista, quizá esta sea una de las cosas más difíciles de conseguir, pues las relaciones dependen de la voluntad e intereses de las personas. Esta es la parte del «conócete a ti mismo», que nos decía Sun Tzu.

Recapitulando, las recomendaciones para estar mejor preparados para afrontar un escenario de Zona Gris pasan por recuperar la Historia en las academias militares porque las acciones se pueden repetir y así estaremos mejor preparados para identificar patrones del pasado. También, pasan por llevar acciones educativas para mejorar el pensamiento crítico de nuestra sociedad y nuestros militares para disminuir su vulnerabilidad y aumentar la resiliencia, porque aplicar el pensamiento crítico también es defender nuestra libertad. Así mismo, pasan por disponer de medios de inteligencia adecuados para poder saber que estamos sujetos a ataques y saber quién nos ataca. Además, en el espacio, ciberespacio, y en la inteligencia artificial pasan por disponer de una defensa robusta, pero también por desarrollar capacidades ofensivas que aumenten la resiliencia y refuercen la disuasión. Por último, también pasan por incrementar la colaboración entre todos los poderes del Estado para que estas situaciones no nos pillen desprevenidos. Nuestra sociedad no nos lo perdonaría. Ahora, una vez enumeradas las recomendaciones, quedaría lo más difícil: pasar de la teoría a la práctica.

Guillermo García Ferrer
Teniente Coronel Infantería DEM
EMAD/ Mando de Operaciones
Colaborador ACAMI

 

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