Operaciones militares en el futuro. Horizonte 2035-40

Es muy difícil poder prever las tensiones y conflictos que se pueden producir entre países o grupos humanos en casos de teórica “normalidad” (temas que afecten al precio mundial de los carburantes, que influyan en crisis económicas de terceros países o en sus procesos electorales, que obliguen a despliegues de la OTAN, que pongan a prueba la capacidad de decisión de la UE o forzar resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y, también, que afecten a la extensión de la amenaza terrorista vestida de fanatismo religioso, tanto en el mundo árabe como en cualquier rincón del globo).

Ante este reto nuestros Jefes de Estado Mayor están llevando a cabo profundos estudios prospectivos con la finalidad de abordar los retos y amenazas para nuestro país a largo plazo (2035-2040)

Estos trabajos deben tener la suficiente profundidad como para abordar unas amenazas con unos medios que, en algunos casos, tardan decenios en llegar desde la fase de concepción a la fase de operatividad, lo que implica la “finura” con la que hay que realizar el estudio, teniendo en cuenta, además, los nuevos elementos que entran ahora en juego (las estrategias híbridas, los flujos de información, el combate en grandes aglomeraciones urbanas, los conflictos en espacios marítimos, aéreos y espaciales sin soberanía específica …)

Todo ello conduce a la necesidad de contar con un concepto de la “defensa” como parte importante de la acción exterior del Estado, a establecer una “defensa multilateral” (OTAN, UE, Naciones Unidas,) y, siempre, teniendo en cuenta que el valor del combatiente, su formación, sus valores y su motivación, son el elemento esencial y medular de las Fuerzas Armadas y sin el cual no hay planeamiento ni sistemas de armas válidos.

En primer lugar, debo aplaudir la iniciativa de pensar y proyectar futuro, que es como decir pensar en las generaciones que nos siguen, cuando hoy lo que vivimos es el instante, lo último por efímero que sea. Movemos nuestra vida a impulsos, sin saber exactamente quién los dirige ni con qué intención, rozando muchas veces la tragedia. En menos de diez segundos, una batería de misiles Tor-M1, emplazada en la cabecera del aeropuerto de Teherán, derribaba, el pasado 8 de enero, un Boeing 737 de una aerolínea ucraniana con 176 personas a bordo, teóricamente ajenas a la crisis política que viven los EE. UU e Irán debido a supuestos incumplimientos de compromisos nucleares.

Desde luego, derribo militar con víctimas civiles en un estado de teórica normalidad, sin declaraciones de guerra entre ambos países que, además, han utilizado un tercer territorio, Irak, para realizar operaciones contra personas -el general Soleimani- y contra instalaciones americanas ubicadas en el aquel país con resultado de heridos.

Los efectos de tensiones como ésta, que pueden repetirse en otras zonas y momentos, son múltiples y de difícil predicción o cuantificación. Pueden afectar al precio mundial de los carburantes, influir en crisis económicas en terceros países, en sus procesos electorales; promover despliegues de la OTAN, poner a prueba la capacidad de decisión de la UE o forzar resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pero también puedenextender la amenaza terrorista vestida de fanatismo religioso, tanto en el mundo árabe principalmente como en cualquier rincón del globo.

Si hace algo más de dos décadas difícilmente hubiéramos imaginado tener despliegues de fuerzas armadas españolas en Afganistán, Irak o en el Índico ¿podemos suponer hoy en qué circunstancias, condiciones, territorios, cielos y mares desplegaremos en 2040?

A esta pregunta intentan responder interesantes documentos de nuestros Jefes de Estado Mayor, con bien armados estudios prospectivos. Desarrollan el proceso de planeamiento Trabajos de Futuro» diseñado por el Estado Mayor de la Defensa que integra las «Tendencias Estratégicas 2040», redactadas por el Instituto Español de Estudios Estratégicos.

El General Varela, Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra (JEME), asume que éste «deberá estar capacitado para constituir organizaciones operativas flexibles y cohesionadas, dotadas de medios tecnológicamente avanzados y formados por personal altamente motivado y preparado, capaz de operar en todo tipo de entornos e integrarse en estructuras multinacionales para asegurar la protección de la población, el control del territorio y sus recursos».

Basa este proyecto de futuro, que llama «Visión 2035», en anticipar un «entorno de seguridad y defensa cambiantes» en «coherencia con los objetivos estratégicos de la Defensa, en la interoperabilidad con los otros ejércitos nacionales y con los aliados, atento a las nuevas tecnologías disruptivas que exigen adaptación constante al ritmo rápido de la innovación». Prevé unas fuerzas de tierra, resilientes y flexibles, que cobrarán protagonismo y deberán caracterizarse por su «espíritu anticipador» en un ambiente de incertidumbre en el que los desbordantes flujos de información incrementarán su complejidad.

La unidad de referencia será la Brigada, dotada de un sistema integral que incluya un máximo de capacidades. Nótese como se reduce progresivamente el tamaño de las Grandes Unidades a partir del final de la Segunda Guerra Mundial. Incide por último el documento «Visión 35» en un aspecto que debe considerarse general: el valor del combatiente, su formación, sus valores y su motivación, como elemento esencial.

Por su parte, el general Salto, Jefe del Estado Mayor del Aire (JEMA), ha publicado recientemente un importante acuerdo con los Ejércitos del Aire de Alemania y Francia que contiene asimismo importantes parámetros con visión de futuro. Refiere concretamente un proyecto de avión de combate europeo para el año 2040, como elemento esencial del sistema de combate aéreo del futuro (NGWS), pilar de la nueva generación del poder aeroespacial europeo. Cita como claves del futuro:

a) la inestabilidad que generan los conflictos en los estados fallidos;

b) estrategias hibridas;

c) campos de batalla imprevisibles que podrán incluir grandes aglomeraciones urbanas;

d) espacios marítimos aéreos y espaciales que no se encuentran bajo soberanía de ningún estado;

e) dificultad de distinguir elementos hostiles de aquellos que no lo son;

f) necesidad en tiempo real de disponer de información procesada y correctamente distribuida para la toma de decisiones.

Con la visión puesta en integrar los esfuerzos anteriores, materializados en el «Eurofighter» (Alemania y España) y en el «Rafale» (Francia), busca «preservar la independencia europea en materia de tecnologías clave de defensa». El nuevo modelo deberá poder operar con los modelos en servicio y «sus futuras versiones modernizadas» al igual que también con los sistemas de nuestros aliados. Asimismo, los redactores del proyecto intentan dar respuesta a una serie de preguntas que se hacen hoy respecto del nuevo modelo:

– ¿deberá ser más dinámico, más ágil o menos detectable que los actuales sistemas?

– ¿deberá desarrollar un concepto de conectividad y colaboración entre sistemas, completamente nuevo?

– ¿deberá volar más rápido y más alto o por el contario más bajo, según las posibilidades de detección de los oponentes?

– ¿se tendrán que explotar todos los elementos del espectro electromagnético, electro-óptico e infrarrojo para poder reaccionar con máxima rapidez ante amenazas?

Con idéntica perspectiva, la Armada, que siempre ha planificado con visión de futuro debido a las características de sus barcos y de su imprescindible correlación con la industria naval, cimienta sus planes apoyados en un claro objetivo en el que prioriza la «superioridad ética y moral de su personal cimentada en sus tradicionales valores de integridad, lealtad, disciplina, responsabilidad, sentido del deber, valor y compañerismo». Insiste en ello cuando se refiere a una «continua y esmerada formación basada en valores que estimulen la iniciativa de sus mandos y su progresión profesional».

Todo ello lo analiza conjuntamente cuando prevé:

– nuevos escenarios, sin enemigos declarados, sin gobernanza, abiertos a múltiples actividades y diversos actores, utilizando tecnologías punta abiertos al libre flujo de información, con grados de oposición variables.

– nuevos «campos de batalla», incluyendo el ciberespacio y el espacio cognitivo que incluya la batallas por la legitimidad y la opinión pública.

Entran con más intensidad como nuevos actores la población civil, cada día más afectada y utilizada en los conflictos armados, los grupos raciales, religiosos o políticos, los terroristas y facciones armadas no estatales, especialmente en fronteras y espacios marítimos no definidos, incluso fuerzas de terceros países.

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Luis Alejandre Sintes
General de Ejército
Academia de las Ciencias y las Artes Militares
Sección de Futuro de las Operaciones Militares

 

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