Operaciones especiales: Rusia y Estados Unidos aprenden el uno del otro

Estados Unidos y Rusia están reviviendo las tácticas de la Guerra Fría, cuando se trata de aprovechar o derrotar la guerra de guerrillas. La Unión Soviética, y los movimientos comunistas que patrocinó en todo el mundo durante más de medio siglo, adaptaron la antigua guerra irregular a la tecnología y la política del siglo XX, mientras que, los aliados occidentales de la Segunda Guerra Mundial, especialmente Estados Unidos y Gran Bretaña, desarrollaron técnicas eficaces para fomentar y apoyar los movimientos de resistencia en las zonas ocupadas por los alemanes o los japoneses.

Rusia fue un caso especial porque tuvo que actuar tanto en apoyo de las guerrillas como en la represión de las mismas. Alrededor de la mitad de la población de la Unión Soviética prefería ser independiente, pero durante la Guerra Fría Rusia no publicitó sus operaciones internas de contrainsurgencia, tanto como lo hizo con las operaciones insurgentes de la Segunda Guerra Mundial y posteriores, pues algunos de los insurgentes soviéticos de la época de la Segunda Guerra Mundial no sólo eran hostiles a los alemanes, sino también a las fuerzas soviéticas.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Rusia recurrió con éxito a las operaciones insurgentes para imponer el gobierno comunista en las naciones de Europa del Este de las que había expulsado a los alemanes al final de la guerra. Dentro de la Unión Soviética había insurgentes anticomunistas que trataban de expulsar a los rusos en lugares como Ucrania, donde Rusia seguía luchando contra los insurgentes ucranianos en la década de 1950.

Al mismo tiempo, Estados Unidos creó sus Fuerzas Especiales en la década de 1950, para reactivar las operaciones insurgentes anticomunistas en las zonas ocupadas o amenazadas por las fuerzas rusas o comunistas. Estados Unidos tenía una larga tradición de ganar y derrotar operaciones insurgentes, incluidas las comunistas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Antes y después de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas estadounidenses derrotaron con éxito a más de una docena de insurgencias importantes. Algunas triunfaron a pesar de la intervención estadounidense y éstas confirmaron que, en determinadas circunstancias, las insurgencias triunfan o fracasan más por la presencia de la intervención extranjera (con armas y otros suministros, no con tropas) que por la determinación de los rebeldes.

Esto nos lleva a la década de 2020, en la que las fuerzas especiales americanas y rusas se enfrentan en varias regiones, especialmente en Europa del Este (Ucrania) y en Oriente Medio (Siria); y los rusos están tratando de reprimir otra insurgencia ucraniana, que tuvo éxito en 1991 con una Ucrania independiente.

Desde el año 2000, el gobierno ruso está dominado por antiguos oficiales del KGB de la época de la Guerra Fría, que consideran a la desaparición de la Unión Soviética como una pérdida trágica para la humanidad y están tratando de reparar ese daño. En 2014 los rusos hicieron uso de sus bien probadas técnicas de insurgencia para tomar una provincia ucraniana (Crimea) y la mitad de otras dos provincias en el este de Ucrania. Los rusos esperaban un colapso de la moral ucraniana, lo que les permitiría apoderarse de toda Ucrania. Esto resultó ser demasiado optimista, ya que los ucranianos estaban más decididos, y contaban con más ayuda extranjera, que durante sus fallidas insurgencias de los años cuarenta y cincuenta. Una de las principales razones para perseguir a Ucrania era evitar que este antiguo componente clave de la Unión Soviética se uniera a la OTAN, como ya habían hecho muchas otras nuevas naciones creadas por el colapso de la Unión Soviética y las naciones controladas por los comunistas en Europa del Este en 1991.

En Siria, las Fuerzas Especiales rusas (o Spetsnaz) lograron mantener vivo al gobierno de Assad, a pesar de una amenaza rebelde aparentemente abrumadora en 2011, salvando junto a la diplomacia al gobierno de Assad, dejando a Rusia con un contrato de arrendamiento a largo plazo para una base naval y una base aérea militar en la costa mediterránea siria. También hubo oportunidades económicas rentables.

Las tropas de operaciones especiales rusas se enfrentaron a sus homólogos estadounidenses y descubrieron que las fuerzas de Estados Unidos eran más formidables de lo esperado. Las fuerzas especiales estadounidenses también observaron que las nuevas fuerzas especiales rusas eran muy capaces, ya que habían aprendido de sus anteriores derrotas en la década de 1990. También hay Fuerzas Especiales rusas y estadounidenses en Ucrania, más para evaluarse mutuamente que para combatir.

Los norteamericanos consideran que las actuales Fuerzas Especiales rusas son «competitivas» con sus equivalentes occidentales y una amenaza más seria que durante la Guerra Fría. Tanto Rusia como los norteamericanos han observado también que China ha desarrollado unas Fuerzas Especiales y unas capacidades de contrainsurgencia competentes, y a veces de categoría mundial. Hay otros nuevos actores de lugares como Irán, Israel y Turquía. Los israelíes destacaron durante mucho tiempo por sus habilidades en operaciones de insurgencia, pero rara vez operaban lejos de Israel. Irán, a través de su Fuerza Quds, se ha vuelto activo, y a menudo exitoso, en todo Oriente Medio, así como en zonas distantes como Venezuela y otras partes de Sudamérica.

Rusia y Estados Unidos han hecho uso de contratistas militares armados. Los contratistas armados suelen ser veteranos militares, a menudo con experiencia en operaciones especiales. Ambos países contratan o apoyan a los locales armados para mantener sus operaciones insurgentes o contrainsurgentes. Por ejemplo, los estadounidenses siguen trabajando con los kurdos autónomos del norte de Irak y del vecino noreste de Siria. A cambio de sostener la autonomía kurda, los kurdos se convirtieron en un elemento clave para derrotar a los terroristas islámicos en general y al ISIL (Estado Islámico en Irak y el Levante) en particular en ambos países. Los rusos utilizan mercenarios árabes sirios en Siria y Libia.

Las operaciones de guerra irregular siguen siendo fundamentalmente las mismas que hace un siglo, pero los combatientes también se han adaptado a las nuevas tecnologías y oportunidades. A Rusia le ha costado mucho seguir el ritmo de la competencia. Estados Unidos, sobre todo después de que uniera todas las tropas de operaciones especiales en un solo mando (SOCOM o Mando de Operaciones Especiales) en la década de 1980, fue capaz de encontrar y aprovechar las nuevas tecnologías y seguir atrayendo a suficientes voluntarios cualificados para el exigente entrenamiento y los retos a los que se enfrentó tras el fin de la Guerra Fría en 1991.

El punto más bajo para las tropas de operaciones especiales rusas fue entre 1999 y 2004, durante el apogeo de la Segunda Guerra de Chechenia. Los Spetsnaz y las tropas aerotransportadas sufrieron importantes reveses y derrotas a manos de los guerrilleros chechenos, y una compañía entera de paracaidistas supuestamente «de élite» fue aniquilada durante una infame batalla.

El momento más embarazoso para la élite rusa fue el asedio al teatro de Moscú en 2002 y el asedio a la escuela de Beslán en 2004. Durante el primero, las tropas Spetsnaz, en lugar de ejecutar un ataque bien planificado contra los tomadores de rehenes, chapucearon la operación de rescate, lo que provocó la muerte de cientos de rehenes junto con todos los terroristas. Durante el incidente de Beslán, las fuerzas especiales rusas llevaron a cabo un asalto de estilo convencional contra el edificio, incluyendo el uso imprudente de lanzacohetes con ojivas incendiarias, tanques y RPG-7V1 para abrirse paso en la escuela. Ambos incidentes no sólo dañaron la reputación de Rusia en el extranjero, ya que se consideró que despreciaba cruelmente la vida de sus propios ciudadanos, sino también la reputación de los mejores soldados del país.

Después de Beslán, los dirigentes de los Spetsnaz decidieron poner las cosas en orden y en 2014 las mejoras eran evidentes. Por ejemplo, los rusos saben que sus fuerzas de élite son las tropas más eficaces y fiables que tienen y no pueden permitirse el lujo de tenerlas repartidas por el ejército en diferentes formaciones. En su lugar, las concentraron en unidades específicas y las dotaron de los recursos para que estas pocas unidades se entrenaran y se equiparan para su uso inmediato.

Uno de los ejemplos más públicos de esto se vio en 2008, cuando un batallón de reconocimiento Spetsnaz lideró la invasión rusa de Georgia en el Cáucaso y mostró un alto grado de destreza y habilidad. Es evidente que los soldados de los Spetsnaz contaban con mucho equipo nuevo, ya que se les pudo ver empleando una gran variedad de armas ligeras especialmente desarrolladas.

Rusia cuenta con varias organizaciones de operaciones especiales, o «Spetsnaz», y la mayoría son de origen reciente. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética tardó en darse cuenta del éxito de los comandos estadounidenses y en intentar emular su éxito. En la década de 1960, el Ejército Rojo comenzó a organizar unidades de «tropas de propósito especial» («Spetsialnoye nazranie», o Spetsnaz para abreviar), aunque siempre había tenido algún tipo de comandos, pero eran unidades especiales de la policía secreta (KGB). Para operaciones especiales, el Ejército formaba unidades temporales compuestas exclusivamente por oficiales.

Los Spetsnaz originales estaban organizados más bien como equipos de comandos de uso masivo. Una brigada Spetsnaz de 1.300 hombres podía disponer de unos 100 equipos de 8 a 10 hombres. Una compañía Spetsnaz tenía 135 hombres divididos a su vez en 15 equipos independientes. La organización real de estas brigadas era de cuatro batallones de paracaidistas, una compañía de asesinos, un cuartel general y tropas de apoyo (principalmente de comunicaciones). Una brigada naval Spetsnaz tenía dos batallones de «nadadores de combate» comparables a los SEAL estadounidenses, un batallón de paracaidistas, una compañía de submarinos enanos y otras unidades.También había muchas compañías Spetsnaz independientes asignadas a ejércitos o a unidades más pequeñas.

En tiempos de guerra, a cada equipo se le asignaba un objetivo que debía destruir en lo más profundo del territorio enemigo. O, si no se trataba de destruir algo, de profundizar y averiguar lo que ocurría en la retaguardia enemiga. En pocas palabras, el trabajo de los Spetsnaz era el reconocimiento y el sabotaje. Los equipos de los Spetsnaz llegaban al objetivo en paracaídas, en barco, en submarino o como «turistas» antes de que comenzara la guerra. En el punto álgido de la Guerra Fría, la Unión Soviética tenía unos 30.000 Spetsnaz en servicio.

Este sistema tenía un fallo: la mayoría de los efectivos de los Spetsnaz eran reclutas desde hacía mucho tiempo, y llevaban dos años en el Ejército. Los rusos lograron que esto funcionara siendo selectivos en cuanto a quiénes aceptaban de entre los reclutas que se ofrecían como voluntarios para los Spetsnaz y sometiendolos a un riguroso, y violento, programa de entrenamiento. Se podría pensar en los Spetsnaz de la época soviética como paracaidistas con formación adicional en técnicas de demolición, infiltración y reconocimiento, junto con formación en lenguas extranjeras, que muchos reclutas rusos lo dominaron lo suficiente en la escuela secundaria. Quizás lo más importante es que a los reclutas de los Spetsnaz se les enseñaba a pensar por sí mismos. Esta era una directiva poco común en las fuerzas armadas soviéticas (o rusas). Pero para que los comandos fueran eficaces tenían que pensar de forma independiente, y los soviéticos se dieron cuenta de ello cuando crearon los Spetsnaz y el programa de entrenamiento de los mismos.

Durante el periodo soviético, los Spetsnaz se consideraban una organización de élite y un elemento que mejoraba la carrera profesional. Los Spetsnaz tenían más voluntarios de los que necesitaban y a menudo tomaban a los mejores graduados de otros programas de entrenamiento selectivo. Uno de los métodos favoritos era enviar a los aspirantes a los Spetsnaz al curso de suboficiales de seis meses de duración, que tenía un alto índice de exclusión. Los que lo conseguían eran líderes competentes y el tipo de personas que los Spetsnaz necesitaban. Incluso después de la caída de la Unión Soviética, los Spetsnaz seguían siendo considerados de élite. No pasó desapercibido el hecho de que los veteranos de los Spetsnaz estaban siempre solicitados como guardaespaldas y expertos en seguridad bien pagados.

Los soviéticos sabían que estaban consiguiendo un montón de tropas Spetsnaz ansiosas, motivadas y no muy entrenadas. Pero tenían tantos que se pensó que un número suficiente de ellos haría suficiente daño para que todo valiera la pena. Nunca sabremos si el plan original hubiera funcionado, pero los Spetsnaz fueron eficaces durante la guerra de Afganistán de los años ochenta. La razón principal no fue la superioridad de las habilidades de combate de los Spetsnaz, sino su iniciativa y capacidad de pensar por sí mismos. Los afganos que se enfrentaban a ellos lo notaron y aprendieron a salir de cualquier zona en la que operaran los Spetsnaz.

Los Spetsnaz reconocieron la necesidad de contar con tropas de carrera para algunos trabajos. La compañía de asesinos de cada brigada de los Spetsnaz contaba con 70-80 soldados de carrera, cuyo trabajo consistía en encontrar, identificar y matar a los principales líderes políticos y militares del enemigo.

Cuando la Unión Soviética cayó en 1991, los Spetsnaz no desaparecieron. Las nuevas naciones formadas a partir de partes de la Unión Soviética heredaron las unidades estacionadas en su territorio. Muchos de estos Spetsnaz no rusos siguen existiendo, aunque la mayoría no son de la misma calidad que cuando aún existía la Unión Soviética. Aunque hoy en día haya menos Spetsnaz, todavía hay unos 10.000 de ellos en servicio en Rusia, la mayoría de ellos soldados de carrera. De hecho, actualmente, más de la mitad son de carrera, frente al 20-30 por ciento durante el periodo soviético. Con el tiempo, todos los Spetsnaz serán voluntarios porque el servicio militar obligatorio está desapareciendo en Rusia. Muchos de los Spetsnaz actuales son especialistas, con habilidades específicas necesarias para operaciones submarinas (como los SEAL de Estados Unidos) y operaciones antiterroristas (como la Fuerza Delta de Estados Unidos). El gobierno ruso posterior a la Unión Soviética mantuvo la fuerza de sus comandos porque sabía que necesitaría algunas tropas cualificadas y fiables para las emergencias.

Los métodos de selección y entrenamiento de los Spetsnaz se emplearon para crear unidades de comandos en el FSB (el sucesor del KGB), el Ministerio del Interior (la policía nacional) y otras organizaciones paramilitares. Pero la mayor parte (unos dos tercios) de los 15.000 efectivos de Spetsnaz están en las diez brigadas Spetsnaz del Ejército.

Rusia disponía de mucho menos dinero para sus fuerzas de operaciones especiales después de 1991 y tuvo que comprar todo el equipo occidental nuevo que pudo. Las industrias de defensa rusas disminuyeron rápidamente en los años 90, al igual que el número de personal cualificado disponible. La reconstrucción llevó más de una década y fueron necesarias reformas fundamentales para crear la fuerza actual.

Rusia sigue teniendo una ventaja con sus ROE (Reglas de Enfrentamiento) menos restrictivas que las estadounidenses. La actual Spetsnaz también sufre un menor apoyo popular. El exceso de muertes en combate, especialmente fuera de Rusia, es un problema importante. Rusia lo evita empleando contratistas militares más caros para los trabajos más peligrosos. Cuando mueren muchos contratistas, hay menos problemas con la opinión pública en Rusia. Al fin y al cabo, los contratistas militares no son oficialmente soldados y se les paga más por afrontar esos riesgos.

Después de 1991, los militares rusos se encontraron con un problema de imagen que el ruso medio podía expresar abiertamente de muchas maneras. La evasión del servicio militar obligatorio se hizo más aceptable y el descenso de las tasas de natalidad después de 1991 entre una población rusa que era la mitad de la de la Unión Soviética se sumó al problema. La deseada fuerza totalmente voluntaria se ha retrasado indefinidamente y son pocos los contratistas militares que se pueden contratar porque no hay dinero.

El SOCOM tiene cinco veces más personal que todas las fuerzas de operaciones especiales rusas juntas, y todos los estadounidenses son voluntarios de carrera. El personal del SOCOM que se enfrentó a sus homólogos rusos en Ucrania y en varias zonas del extranjero comprobó que los rusos siguen siendo formidables, pero están muy lejos de cumplir los estándares occidentales. Esta es una de las razones por las que Rusia quiere mantener a Ucrania fuera de la OTAN, porque entrar en ella y en la UE significa cumplir los estándares militares occidentales y tener acceso a las economías occidentales para estimular el crecimiento económico.

Mantener a Ucrania fuera de la OTAN es lo que persiguen los rusos y su líder, un antiguo oficial del KGB, se ha mostrado cada vez más agresivo con sus demandas, pero ya no amenaza con una guerra nuclear. Las anteriores amenazas nucleares no fueron bien recibidas en Rusia, donde la opinión pública es más importante que durante el periodo soviético. Incluso Stalin hacía un seguimiento silencioso de la opinión pública y cuando los informes secretos del KGB sobre esa opinión revelaban problemas, ajustaba discretamente sus métodos para calmar a la población. La Unión Soviética acabó derrumbándose porque demasiados rusos se negaron a creer, o a obedecer, a su gobierno. Algunas cosas nunca cambian, aunque sean secretos de Estado.

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