La llamada Unión Europea

Unión EuropeaLa Enciclopedia Treccani señala que PIIGS, acrónimo acuñado por la prensa económica anglosajona desde 2007, indica los cinco Estados miembros de la Unión Europea considerados como los más débiles económicamente, a saber, Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España.

Debido a la precariedad de sus cuentas públicas, escasa competitividad de sus economías nacionales y elevados niveles de desempleo, los PIIGS tenían dificultades para reembolsar sus elevadas deudas soberanas y, en consecuencia, corrían el riesgo de salir de la zona euro y contribuir a agravar la crisis económica internacional iniciada en 2008.

En primer lugar, resulta curioso ver de dónde surgió el sermón: la preocupación por una crisis en la Unión Europea, temida por los mismos que la agravaron con el Brexit.

Volviendo al acrónimo, fue considerado ofensivo por muchos observadores de estos países y también de otros: «pigs» en inglés significa literalmente cerdos, a la vez que también es una palabra despectiva, un insulto.

La segunda cosa extraña es que el epíteto «cerdos» no nos fue dado a nosotros, pobres desgraciados y razas inferiores, por los americanos, los rusos o los chinos, sino que vino precisamente de dentro de la UE, es decir, de un organismo compuesto por funcionarios que desempeñan un papel destacado tanto por el censo como por la autoestima racial, no elegidos por los pueblos europeos.

Más tarde las cosas empeoraron aún más ya que, desde 2010, el acrónimo PIIGS ha sido sustituido en parte por su anagrama GIPSI que, aparte de la «y» final sustituida por la «i», es igualmente despectivo ya que en inglés «gipsy» significa gitano, vagabundo en el peor y racista sentido de la palabra. La mencionada «y» final sustituida por la «i» representaba a Irlanda, recordemos la Gran Hambruna irlandesa (1845-1849) que, provocada por la política económica británica, causó la muerte de un millón de ciudadanos y la emigración de otras tantas personas.

Teniendo en cuenta que el desprecio y, en consecuencia, el racismo surgen sobre todo de los detalles lingüísticos, ¿cómo es posible confiar en una organización que sólo sirve para expresar el peor pacifismo, es decir, la que no se dota de ejército, precisamente para no tener ninguna influencia decisoria en la política internacional y los asuntos exteriores a fin de evitar la guerra dentro de sus fronteras, pero que exporta armas para que los conflictos tengan lugar en otros lugares? De momento me limito a subrayar este aspecto, que es el más grave.

A veces me preguntan si la llamada Unión Europea conseguirá crear un continente federado basado en el modelo estadounidense. Mi respuesta es negativa. El modelo estadounidense nació de un proyecto unitario de colonias sometidas a una madre patria vejatoria, a saber, Inglaterra (hoy la quincuagésima primera y resignada estrellita fuera de la bandera estadounidense). En cambio, las Trece Estrellas originales tenían interés en unirse en un Estado que se expandiera hacia el oeste: la experiencia estadounidense comenzó sin una historia propia detrás.

De ahí han salido historias ultramilenarias que han creado tantas naciones y tantas rivalidades y odios insuperables, casi tantas como los actuales Estados europeos (basta pensar en los Balcanes), por lo que las naciones no pueden reconocer a terceros, ya sean élites no elegidas o países de raza superior, para servir de líderes de primera clase a macrorregiones (antiguos Estados) de segunda clase (es decir, «cerdos» y «gitanos»‘).

¿Se imaginan a un ciudadano estadounidense de Oregón llamando cerdo a una persona de Kansas, o a un californiano llamando gitano a un compatriota de Nueva Inglaterra? Sería inconcebible: sólo hay una bandera y siempre está izada. Aquí en Italia, hasta ayer, cualquiera que ondeara la bandera nacional era considerado un fascista. Antes del sentido llamamiento del Presidente Ciampi, nuestra bandera sólo podía ondear en el estadio, sin correr el riesgo de ser tachado políticamente.

Mientras la llamada Unión Europea no tenga independencia militar y siga bajo los dictados de políticas exteriores de terceros, y sus propios líderes autorreferenciales no sean elegidos por los pueblos, el papel que podrá desempeñar en los futuros marcos geopolíticos será igual a cero, en tanto que sus propios traficantes de armas se enriquecerán. A lo sumo, la llamada Unión Europea sólo podrá destacar con declaraciones kantianas, metapolíticas, bienhechoras o políticamente correctas mientras el juego de los políticos y las clases dirigentes europeas se sostenga gracias a la paciencia de sus respectivos pueblos.

Pocas palabras caben ahora sobre la cuestión medioambiental que a menudo vociferan las cumbres europeas. Los pueblos desearían que el medio ambiente mejorase. A todos nos gustaría alcanzar estos objetivos. Pero esto no depende de la voluntad de los individuos, sino de la capacidad, o más bien de la inteligencia, de los gobiernos.

Cuando a los países en vías de desarrollo se les exige que detengan sus vías de producción, las mismas que colocaron a las potencias en la cima, desde la Revolución Industrial hasta el imperialismo, el colonialismo y el racismo, porque contaminan (de modo que, por tanto, deben permanecer en su propia situación tribal-ingenua de subdesarrollo y guerra), significa burlarse no sólo de esos pueblos, sino también de los ciudadanos de la llamada Unión Europea.

Fte. Modern Diplomacy (Giancarlo Elia Valori)

Giancarlo Elia Valori es Copresidente Honoris Causa del Consejo Asesor es un eminente economista y empresario italiano. Está en posesión de prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Actualmente preside «International World Group», también es presidente honorario de Huawei Italia y asesor económico del gigante chino HNA Group.