La huella española en Filipinas

Los más de tres siglos de presencia española en el archipiélago filipino dejaron claras huellas del legado aportado, todavía perceptibles en la actualidad. Al margen de las actividades comerciales en las que exóticos productos asiáticos se pusieron al alcance del consumidor americano y europeo, la religión, cultura e idioma de España sembraron en la sociedad filipina la simiente que hoy en día aflora en la población del archipiélago, a pesar de la incursión americana durante el pasado siglo.

El descubrimiento por el fraile agustino Urdaneta de la derrota de retorno al continente americano, permitió la generación de un fluido tráfico comercial con el Galeón de Manila, que enlazaría el archipiélago filipino con el virreinato de la Nueva España. No resultó fácil la permanencia en el territorio ante el ataque persistente de piratas chinos, tan poderosos como Limahon, así como de otros de religión islámica procedentes de islas como Mindanao o Joló; también fueron enemigos destacados las Provincias Unidas, en guerra con la metrópoli y claros competidores en el mercado asiático con sus poderosas compañías comerciales.

El idioma

El español fue el primer idioma oficial y unitario en Filipinas tras la llegada de Legazpi y fue la lengua usada durante los tres siglos de presencia española hasta 1898; a finales del siglo XIX la mitad de la población de Manila podía comunicarse en español. Tras la guerra hispano-estadounidense el inglés ocupó su lugar. La conversión de los nativos al cristianismo no fue tarea fácil por la dificultad del idioma y por considerar el español como signo de estatus social elevado. Por este motivo, para facilitar el adoctrinamiento y la educación los misioneros aprendieron las lenguas locales; sin embargo, las élites nativas no dudaron en aprender el castellano de igual modo que la población urbana.

La Primera República Filipina (1899-1901), eligió el español y el tagalo como lenguas oficiales, y tanto la primera Constitución de Filipinas como el texto de su himno nacional, se escribieron en castellano. Desde 1901 hasta 1946, en que se independiza, Filipinas permanece bajo soberanía americana. La siguiente Constitución, nacida tras esa independencia, incluyó el español y el inglés como lenguas oficiales. Este último ya se utilizaba conjuntamente con el filipino, que tenía como base el tagalo, formado durante el dominio español, por ello miles de palabras castellanas se mantienen vivas en su vocabulario (kutsara, alkalde, carne, guisado, baso…). En la Constitución de 1987 desapareció el español como idioma oficial; por ello, desde esa fecha el estudio del castellano no es obligatorio en las escuelas filipinas.

En 2010 se llegó a un acuerdo entre los Ministerios de Educación de Filipinas y España, con el apoyo del Instituto Cervantes y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, para introducir el español en la enseñanza secundaria filipina. Sin embargo, en la actualidad solo se estudia como una lengua opcional.

La educación

Un elemento diferenciador en la identidad filipina respecto a otros países del sudeste asiático es su alto grado de occidentalización, consecuencia de los más de trescientos años de asentamiento español. En 1598 los agustinos ordenaban a todos los párrocos que establecieran escuelas en los pueblos, villas y barrios; pero curiosamente, acabaron por dedicarse exclusivamente a la labor parroquial obviando la educativa, que dejaban a las otras órdenes religiosas. Sin embargo, varios de sus miembros se dedicaron a estudiar y preparar gramáticas y diccionarios de las lenguas locales como la tagala, la cebuana, la bisaya o la ilocana, facilitando su aprendizaje. En 1634, Felipe IV rogaba a los obispos que se ocuparan de la enseñanza a los nativos. Medio siglo más tarde, Carlos II estableció un plan detallado para la enseñanza primaria, que debería ser gratuita; al mismo tiempo se organizaba la enseñanza superior.

Los religiosos se organizaron distribuyéndose el territorio por zonas, al objeto de aprender las diversas lenguas locales y, como se ha dicho, facilitar no solo su conversión al cristianismo sino también su educación. Entre las instituciones docentes habría que destacar la universidad de Santo Tomás en Manila, fundada en 1609 por los frailes dominicos, que se mantiene todavía en actividad y es considerada la más antigua de Filipinas y de Asia.

La religión

Para abordar el aspecto religioso habría que remontarse a la presencia de Magallanes en Cebú en abril de 1521. Tras la conversión al cristianismo de los indígenas se celebró la primera misa en territorio filipino para su bautizo; este acontecimiento ha sido conmemorado recientemente en su 500 aniversario por el papa Francisco. Poco antes de su fallecimiento, Magallanes regaló a la esposa del rajá una imagen del niño Jesús. Cuando años más tarde Miguel de Legazpi llegó a Cebú, localizó la imagen y edificó una capilla para su culto. Hoy en día se venera en la Basílica Menor del Santo Niño de Cebú, gobernada por los agustinos y que pasa por ser la más antigua de Filipinas. Frente a ella se conserva una gran cruz donada por Magallanes, hoy principal símbolo de la ciudad.

A pesar de las dificultades con el idioma, la fe católica fue rápidamente asimilada por los nativos gracias a sus antiguas creencias. A los agustinos llegados con Legazpi y Urdaneta siguieron los franciscanos en 1578, los jesuitas en 1581 y los dominicos en 1587. Los misioneros se enfrentaron a los encomenderos denunciando los abusos sobre los indígenas, a pesar de las leyes que los protegían; el problema es que, a menudo, se encontraban respaldados por las autoridades.

Otro hecho que marca la pauta de la religiosidad filipina es la ceremonia de la Naval de Manila, en recuerdo del combate con unidades navales holandesas que en 1646 trataban de expulsar a los españoles de Manila. Las fuerzas atacantes eran muy superiores a las que se disponía para la defensa, pero por variadas razones se consiguió rechazar el ataque. El éxito se atribuyó a un milagro de la Virgen del Rosario, que tenía una gran devoción popular y a la que se habían encomendado dada la dificultad de la empresa. Desde entonces, y hasta hoy en día, se celebra anualmente en Manila una procesión con la imagen de la Virgen.

Conclusión

En junio pasado, durante la conmemoración del 450 aniversario de la fundación de Manila, se celebró un homenaje a Legazpi ante su tumba, en la iglesia de San Agustín de intramuros; la colonización de Legazpi goza de un merecido reconocimiento y respeto por los naturales filipinos. En cuanto a la capital, según el explorador francés La Pérouse, el equivalente de nuestro Malaspina, Manila era la ciudad mejor situada del mundo. Su esplendor comercial queda reflejado en el comentario del gobernador a Felipe IV, a mediados del siglo XVII, cuando asegura que, dado su desarrollo comercial, la ciudad se ha convertido en la nueva Venecia del Pacífico.

Y al margen de los tres apartados anteriores sobre el idioma, la educación y la religión, no hay que olvidar el desarrollo producido en la agricultura con la introducción de nuevas técnicas, así como de productos agrícolas traídos desde Acapulco, como el maíz, cacao, tabaco, café, o caña de azúcar. En el aspecto sanitario se comenzaron a construir hospitales a partir de 1574, reemplazando al mundo de chamanes y curanderos que imperaba entre los nativos. En 1805 se levantó una estatua de Carlos IV frente a la catedral, en agradecimiento por la Expedición Filantrópica que llevó la vacuna de la viruela para combatir la epidemia.

Tras lo expuesto anteriormente no debe sorprender que hoy en día Filipinas pueda presumir de tener la mayor población católica de Asia con cerca de setenta millones de almas, y que sea sede de la más antigua universidad todavía en funcionamiento.

Enrique Tapias Herrero
Capitán de navío (RR)
Doctor en Historia
Asociación Española de Militares Escritores