La esclavitud en el Sahara español

El dominio del hombre por el hombre ha sido un problema ético que filósofos y teólogos han tratado de analizar para encontrar una razón lógica a su existencia. Aristóteles enfoca el tema de manera que lo presenta como un hecho natural y así afirma: «Está claro que, por naturaleza, unos son libres y los otros esclavos. Y que a estos les conviene la esclavitud y es justa» (La política).

Fue necesario el trascurso de siglos para que las sociedades se desarrollaran de manera que la esclavitud dejara de ser uno de los pilares de sus economías y, sobre todo, del cristianismo y su concepción del hombre como hijo de Dios creado a su imagen y semejanza,  cuya doctrina fue calando en las conciencias de las personas y se impusiera la recta razón en el ordenamiento jurídico de los gobiernos nacionales hasta lograr, al menos en teoría, su desaparición definitiva en 1948 con la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Una declaración no tan «universal» como se pretende, pues la comunidad islámica en la Conferencia Islámica de El Cairo de 1990 dejó muy clara la postura inamovible de lo que debe entender por «derechos humanos» el musulmán: «Todos los derechos y los deberes estipulados en esta declaración están sujetos a los preceptos de la Sharía islámica (Artículo vigésimo cuarto) » y «La Sharía Islámica es la única fuente de referencia para la aclaración o interpretación de cualquiera de los artículos del presente documento (Artículo vigésimo quinto)», últimos artículos del documento.

La práctica de la esclavitud no fue exclusiva de Occidente, y así nos encontramos que los hombres libres de las tribus saharianas podían poseer esclavos siempre que fueran de raza distinta a la suya, en concreto negros, «morenos», como coloquialmente eran denominados en el Sahara español. Esta situación permaneció inalterable hasta que en la ocupación de Mauritania por Francia y el Sahara occidental por España, el comercio de esclavos decayó en gran medida al impedir que las tribus, en especial los erguibat, realizaran sus grandes gassis hacia Nigeria e incluso al Tchad, lugares donde eran capturados para ser vendidos en los zocos del Draa.

En el Sahara español las trabas a este tráfico se incrementaron a partir de 1958 al constituirse oficialmente en provincia española, con medidas disuasorias como la prohibición de la circulación, explotación y tránsito de esclavos por la provincia; facilitar y estimular la presencia de niños negros en las escuelas; denegar cualquier reclamación derivada de la esclavitud y favorecer la filiación de negros en las tropas y servicios del estado. El tráfico desapareció, pero pervivió la esclavitud de «vientre» que, contra la afirmación de ciertos autores, no se ocultó premeditadamente a la opinión pública, como demuestra Julio Caro Baroja en su Estudios africanos (Instituto de Estudios Africanos. Consejo Superior de Investigaciones Científicas), publicado en 1955, donde centrando la atención en unas determinadas tribus, hace un estudio del número de esclavos que cada una de ellas posee y su proporción con el de personas libres que la integran. Este es el resultado y las consecuencias que deduce:

«Es provechoso subrayar que en un mundo en el que las mujeres están en proporción de inferioridad numérica con relación a los hombres, esta norma se rompa tratándose de negros. Puede buscársele a esto una explicación de carácter económico. Abolida la trata ya desde hace tiempo y estando en vías de extinción la servidumbre, parece más provechoso cuidar y conservar a la mujer como productora de hijos, que al hombre, de la misma manera que el pastor en la hembra, en la camella, ve una fuente de riqueza mayor que en el camello».

La continuidad de la esclavitud en el Sahara se vuelve a poner de manifiesto con ocasión de las elecciones municipales de 1964, en el que el censo de la totalidad de los negros esclavos en los centros urbanos y proximidades en un radio de dos kilómetros, según Fernández-Aceytuno, da los siguientes números:

La existencia de la esclavitud en el Sahara español, estimada en un 6% de la población nativa, no se puede negar, fue un hecho, no una opinión; pero también es un hecho que existió porque el pueblo saharaui como cualquier otro de raíces islámicas, era una sociedad esclavista que se mantuvo —al igual que otras costumbres tan vejatorias— por el consentimiento y provecho que sacaron de ella los propios saharauis.  El problema pues, queda circunscrito al sistema de colonización del Sahara (el de asociación), mediante el cual se mantienen separadas ambas comunidades con sus propias costumbres y leyes donde, sin tratar de asimilar a la población indígena se les ofrece las posibles ventajas que pueda aportar la sociedad colonizadora quedando a su libre albedrío aceptarlo o no, así pues los saharauis deben asumir sus costumbres y tradiciones, y aunque es bien sabido que se puede reescribir la historia, en este caso nunca se podrá negar una verdad incuestionable: España no llevó la esclavitud al Sahara, los españoles se la encontraron ya establecida en él, circunstancia que no exime a nuestra nación la responsabilidad moral de haberla mantenido aún de forma limitada, máxime cuando en su Ley Fundamental se declara de confesionalidad católica. Por más que fuera admitida socialmente y ejercida por los saharauis con cierta «humanidad», mantenerla no es otra cosa que la quiebra moral del pueblo que la sostiene, aun cuando se ejerza al amparo político de unas leyes que no serían otra cosa que la cobertura de la degradación humana. Esta sería la responsabilidad moral de España; la real corresponde a los saharauis.

César Goas Escribano
Coronel de Infantería (R)
 Hermandad de la Agrupación de Tropas Nómadas del Sahara