El papel cada vez más importante de las potencias intermedias en un mundo multipolar en evolución plantea retos y oportunidades a los actores globales.
En los albores del nuevo año, el panorama geopolítico experimentó un cambio transformador con la ampliación de los BRICS para incluir a Irán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopía. Esta evolución ha puesto de relieve la reconfiguración del orden mundial, el auge de la multipolaridad y el papel cada vez más influyente de las potencias intermedias. A pesar de sus limitadas capacidades en comparación con las grandes, las potencias medias aprovechan estratégicamente la evolución de la distribución del poder mundial para asegurarse oportunidades.
Conscientes de que las grandes potencias dependen de ellas para ejercer su influencia mundial, las potencias intermedias participan en juegos de poder, oscilando entre la colaboración y la oposición para promover sus propios intereses. En general, la intensa competencia entre las grandes y la colaboración esporádica ofrecen un terreno fértil para que las potencias intermedias afirmen su influencia. Esto lleva a examinar críticamente la evolución de la dinámica de las relaciones internacionales y la necesidad de un enfoque matizado ante un mundo cada vez más multipolar.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo estaba dividido en dos polos de poder, lo que obligaba a las potencias medias a alinearse con Estados Unidos o con la Unión Soviética. La política exterior independiente de las potencias medias era prácticamente inexistente. El colapso de la Unión Soviética presentó una opción menos binaria: alinearse con el orden mundial liderado por Estados Unidos o seguir un camino independiente. Sin embargo, optar en contra de la única superpotencia mundial entrañaba el riesgo de renunciar a las garantías de seguridad y los beneficios económicos que acompañaban a la alineación. En consecuencia, muchas potencias intermedias se alinearon con el orden liderado por Estados Unidos, participando activamente en las organizaciones internacionales.
El momento unipolar fue decayendo gradualmente a medida que disminuía la influencia global relativa de Estados Unidos. Factores como el auge del poder económico de China y su capacidad para atraer aliados, la crisis financiera mundial de 2008, los considerables costes incurridos durante las guerras de Irak y Afganistán y el empoderamiento general de las potencias intermedias contribuyeron a este cambio de paradigma. Esta disminución de la influencia planteó retos a Estados Unidos y sus aliados a la hora de promover intereses colectivos en todo el mundo, creando un cuadro de potencias medias más inclinadas a emprender acciones audaces.
Aunque el mundo sigue mostrando elementos de bipolaridad, Estados Unidos mantiene el estatus de superpotencia indiscutible en ciertos aspectos y China asciende, ha empezado a adoptar una forma distinta. La creciente relevancia y confianza de las potencias intermedias significa un cambio hacia la multipolaridad. Un bloque en ascenso liderado por China ofrece alternativas a las potencias medias, reduciendo su dependencia de Estados Unidos. En un mundo multipolar, las potencias medias adquieren aún más opciones, independencia y, en consecuencia, más influencia. Esto se traduce en una mayor asertividad y en el abandono de la obediencia incondicional a una de las partes. La noción de que un mundo con múltiples potencias mundiales fomenta acciones audaces y asertivas queda ejemplificada por varias potencias medias. Las potencias medias de varias regiones muestran creciente interés por la hegemonía regional.
La reciente actividad de Turquía en Oriente Medio, el Cáucaso Sur, Asia Central y África, y su activo papel en Ucrania y el conflicto palestino-israelí; las aspiraciones de Brasil de ser la voz de América Latina y el Sur Global; y las crecientes ambiciones globales y regionales de India ejemplifican esta tendencia. El giro estratégico de Turquía, que se ha convertido en un actor más independiente y asertivo en Oriente Medio, ilustra perfectamente el impacto de los múltiples polos de poder en el comportamiento de las potencias medias. En teoría, el declive relativo de la hegemonía ha contribuido al aumento de los brotes nacionalistas, las crisis regionales, el debilitamiento global de las instituciones y la búsqueda de políticas exteriores más independientes por parte de las potencias medias.
Abordar la evolución del orden mundial exige que Estados Unidos y sus aliados reconozcan con realismo la dinámica cambiante. Las potencias intermedias están ganando peso a la hora de elegir a sus socios, lo que puede plantear nuevos retos a Estados Unidos. También es más probable que estas potencias se vuelvan aún más asertivas en sus demandas y ambiciones. La época en la que Estados Unidos podía asegurarse la conformidad y el apoyo sin esfuerzo está desapareciendo, como demuestran los recientes patrones de votación en la ONU. Estados Unidos necesita una estrategia más matizada para navegar por este panorama cambiante.
En lugar de ser excesivamente selectivos a la hora de elegir socios regionales, habría que centrarse en identificar potencias regionales activas dispuestas a colaborar en cuestiones concretas. Si se consideran todas las ambiciones hegemónicas regionales como amenazas, se corre el riesgo de alienar a las potencias medias y poner a regiones enteras en contra de Occidente. La clave reside en fomentar asociaciones con al menos una potencia media ambiciosa en cada región dispuesta a colaborar. Aun reconociendo los riesgos potenciales de un aumento de la hegemonía regional, la realidad de una transición de poder prolongada exige un enfoque matizado. Cultivar cuidadosamente la amistad con potencias medias regionales ambiciosas y asertivas sigue siendo una estrategia preferible a la confrontación abierta, teniendo en cuenta la inevitabilidad de los intereses contrapuestos en este periodo de inestabilidad global.
El creciente papel de las potencias intermedias en un mundo multipolar en evolución plantea retos y oportunidades a los actores globales. A medida que la dinámica cambia, resulta imperativo adaptar las estrategias para relacionarse con las potencias intermedias. El mundo está en constante cambio, y adoptar un enfoque flexible e integrador de las relaciones internacionales es esencial para navegar por este complejo panorama.
Fte. The National Interest (Ali Mammadov)
Ali Mammadov se ha graduado recientemente por la Johns Hopkins University School of Advanced International Studies, con especialización en economía y seguridad de la región euroasiática.