Siempre que se intenta ver más allá del presente, de saber qué es lo que nos espera al otro lado de la colina del tiempo, se corre el riesgo de equivocarse en el vaticinio sobre todo aquello para lo cual no tenemos todas las respuestas, ni estamos en condiciones de tener en cuenta la aparición de nuevas circunstancias imprevistas. Por muy claras que sean las señales en el presente, existe una proporción importante de incertidumbre en la extracción de conclusiones sobre el futuro, y más en el futuro de la seguridad en cualquier parte del mundo.
Una región con demasiadas certezas negativas y alta “densidad de riesgo”
En el caso de la región mediterránea, desgraciadamente la incertidumbre casi no tiene espacio. Cualquier análisis de la realidad actual, con todos los datos que la historia ha ido depositando en su espacio físico, con los acontecimientos que conocemos, muchos de los cuales han ocurrido en nuestro tiempo, con los conflictos y problemas que agobian a sus habitantes y con la aplicación prospectiva a los nuevos desafíos que vendrán sin duda a sumarse a los riesgos y amenazas ya existentes, la conclusión no puede ser más que pesimista. Existen otros espacios de conflicto y tensión, pero si se puede cuantificar la “densidad de riesgo”, y a estas alturas y en esta era de los algoritmos hay seguramente más de un índice de medida, la cuenca mediterránea se lleva la palma.
Todas las graves amenazas a la seguridad y estabilidad mundiales enumeradas por la ONU- terrorismo internacional, crimen organizado transnacional, trata de personas, piratería, narcotráfico, cambio climático, flujos ilegales de personas y bienes, catástrofes naturales, pandemias, etc- están presentes en la región. Es por antonomasia el espacio planetario más relevante desde el punto de vista de la Desigualdad, de la Asimetría, de las Tensiones Religiosas y del Desequilibrio Cultural, Económico, Demográfico y Social. Y por si fuera poco, a sus problemas endémicos, que salvo en el aún no resuelto caso libio están enquistados o van a peor, han venido a sumarse al menos tres tendencias que tienden a expandir la sensación de inseguridad al norte y al sur de las costas del Mare Nostrum: el apoyo de potencias aliadas en la OTAN a bandos opuestos en conflictos locales, como ha estado ocurriendo en el conflicto de Libia desde que dicho país se convirtió en un Estado fallido y comenzó la guerra civil; la existencia de Poderes No Gubernamentales, empeñados en extender la inestabilidad política y social de las zonas en conflicto a los países ricos y desarrollados del norte, especialmente los de la Unión Europea, mediante su apoyo al flujo y a la presión crecientemente inasumibles de una marea humana dirigida hacia Europa en aras de una especie de imposición salvaje de un supuesto “globalismo” de desarrollo imprevisible; y, por si fuera poco, la aparición de una terrible pandemia de gravísimas y dramáticas consecuencias sociales, que ha interrumpido y descoyuntado el desarrollo económico y el entramado industrial y de servicios de todos los países de la cuenca mediterránea . En este contexto, se ha disparado el papel siniestro de diversas mafias internacionales en todos los tráficos ilegales, que hacen perentorio resolver los problemas de implantación de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (FRONTEX).
Una línea de alta tensión que excede a los confines mediterráneos e influye en su seguridad
Empezando en el extremo oeste del Magreb por el contencioso no resuelto del Sahara Occidental, antiguo Sahara Español, que ha vuelto a erizarse desde finales del año pasado con los incidentes del paso de Guerguerat entre el Sahara Occidental y Mauritania, y terminando, más allá de los confines orientales del espacio mediterráneo, por la pugna entre Arabia Saudita e Irán, peones geopolíticos regionales apoyados por Estados Unidos y Rusia respectivamente, existe una línea de alta tensión que liga todo el Norte de África – rearme de Marruecos, rivalidad con Argelia, presiones de ambos sobre las aguas territoriales de los vecinos, conflicto en Libia con apoyos internacionales cruzados- con el sempiterno conflicto entre árabes y palestinos con Israel, inestabilidad en Líbano, guerra devastadora en Siria con participación exterior, rivalidad turco griega en el Egeo, conflicto enquistado en Ucrania, piratería y flujo constante de refugiados hacia la orilla norte, dominio de amplias áreas por organizaciones mafiosas…Todo el escenario es preocupante y la pandemia actual y su resaca económica posterior no harán más que agravarlo, como ya empieza a ocurrir en Líbano. Sobre este panorama gravitan, por si fuera poco, los intereses y las rivalidades, desgraciadamente crecientes, entre Estados Unidos, Rusia y China, ante la presencia inane de una Unión Europea absolutamente irrelevante como tal en el tablero geopolítico , que suple con dinero, buenas palabras y agendas diversas la carencia de una política exterior común que hay que reconocer que es muy difícil de establecer dadas las diferencias de algunos países de la misma sobre los conflictos existentes, y el caso libio hasta ahora es una buena muestra .
La amenaza principal en estos tiempos es la influencia que estos problemas añadidos están teniendo no solo en la seguridad exterior de los países europeos, sino en su propia estabilidad y en la pervivencia de los valores democráticos que sustentan un estilo de vida hasta ahora pacífico y próspero en el interior de nuestra Europa. La pandemia es una tragedia gravísima, con sus dramáticas secuelas económicas y sociales, que golpea los fundamentos mismos de la existencia y la convivencia que hemos considerado siempre esenciales, y que tardaremos un tiempo en recuperar. El gran desafío de la orilla norte es recuperarse cuanto antes y recuperar al mismo tiempo su luz, el faro de estabilidad que proyecta, que también está ahora amenazado.
Incertidumbres y certezas en el norte y en el sur
Colocar la aguja de la predicción de la seguridad mediterránea en el sur y en el este, incluso a corto plazo, más allá de situarla entre las marcas “Inquietante” y “Desoladora”, es una tarea ardua más apta para profetas que para analistas. La certeza es que la inestabilidad perdurará mientras las pugnas violentas de las diversas partes en conflicto en la región estén apoyadas por intereses geopolíticos ajenos enfrentados entre sí. Puestos a soñar de forma positiva, las palabras mágicas serían Estabilidad y Tiempo. Que podrían ir acompañadas de No Injerencia, Cooperación y No Creación de Problemas Nuevos: ya se ha visto en Irak, Siria y Libia lo que pasa cuando a los grandes poderes les da por derrocar regímenes, armar a “opositores”, desestabilizar territorios, alimentar revueltas y “liberar” pueblos. Continuar, fortalecer y extender las iniciativas existentes tanto en el campo de la seguridad como en el de la cooperación son la mejor manera de asegurar la estabilidad, que es la llave del progreso, del desarrollo, de la paz y de la prosperidad, por supuesto también en la orilla norte de nuestro Mar Interior, que además tiene que reconstruir su maltrecha economía tras el azote terrible que padecemos. Lo demás está, como diría Liddell Hart, al otro lado de la colina.
Marín Bello Crespo, General de Brigada de Infantería (R)
Ex Jefe de la Brigada Multinacional “Salamandra” en Bosnia Herzegovina
Ex Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Terrestre
Asociación Española de Militares Escritores
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