En todo el mundo, en las capitales europeas, en Washington DC e incluso en Moscú, parece que el resultado de la contraofensiva ucraniana que se avecina ya está determinado en gran medida.
En marzo, la Directora de Inteligencia Nacional, Avril Haines, describió una «guerra de desgaste en la que ninguna de las partes tiene ventaja militar definitiva». El Secretario de Defensa británico, Ben Wallace, fue citado recientemente aconsejando realismo, diciendo: «No va a haber un toque de varita mágica con el que Rusia se derrumbe». Los rusos creen más o menos lo mismo, calculando que pueden contener a Ucrania defensivamente y jugar a la espera hasta lanzar otra ofensiva cuando el apoyo occidental haya menguado.
Pero, ¿y si todo esto sale mal? ¿Y si Ucrania acaba desbordando las posiciones rusas con relativa rapidez y eficacia, obligando al Ejército ruso a una retirada desesperada?
A la vista de los últimos informes, no está del todo claro que Estados Unidos y sus aliados estén totalmente preparados para una contingencia de este tipo, que, aunque quizás menos probable que las alternativas, no es tan improbable como muchos pueden pensar; y si los líderes no están preparados, deberían empezar a prepararse ahora, para evitar encontrarse en la retaguardia en una crisis de consecuencias significativas.
Para empezar, existen varias razones por las que Ucrania podría conseguir mejores resultados de los esperados en su próxima contraofensiva.
Aunque sus patrocinadores no han suministrado a Ucrania los mismos misiles de largo alcance que le permitieron reconquistar Kherson y Kharkiv el pasado otoño, Occidente sí ha proporcionado adiestramiento, inteligencia y capacidades materiales clave para el éxito de la contraofensiva, como nuevos sistemas de defensa antiaérea, 230 tanques, 1.550 vehículos blindados y drones capaces de atacar detrás de las líneas rusas. Las nuevas unidades ucranianas también se están adiestrando en técnicas de armas combinadas.
Aunque este tipo de guerra de maniobras avanzadas ha resultado hasta ahora difícil, incluso imposible, en el campo de batalla debido a las interferencias rusas en las comunicaciones, la superación de las limitaciones anteriores podría proporcionar a las tropas ucranianas una ventaja clave. La prueba definitiva será si el material y el entrenamiento ucranianos pueden atravesar o sortear las densas capas defensivas que Rusia ha construido durante el invierno.
Pero, no está claro que Rusia esté realmente preparada para defender con éxito sus avances en el este y el sur de Ucrania.
Aunque los rusos parecen estar mejorando su capacidad para el empleo de drones y fuego de artillería, la competencia de los mandos rusos ha sido escasa desde el comienzo del conflicto. Además, Rusia carece de soldados bien adiestrados, ha consumido gran parte de sus reservas de misiles de crucero, ha agotado la munición más rápido de lo que puede reponerla y ha sufrido la asombrosa cifra de cien mil bajas desde el pasado diciembre.
Por último, que Ucrania pueda sorprender al mundo no debería sorprender a nadie. Desde el comienzo de la guerra, cuando la mayoría de los observadores pensaban que Ucrania apenas duraría una semana, su voluntad de lucha, resistencia social y liderazgo han demostrado la importancia crítica de estos factores difíciles de medir para el éxito militar.
A pesar de lo anterior, parece que ni Rusia ni Estados Unidos creen que la contraofensiva vaya a tener un éxito abrumador. En reuniones internas, el Ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, ha insistido con confianza en que, como goza de ventajas numéricas en personal y equipamiento, Rusia acabará imponiéndose. Sin embargo, se trata de la misma lógica fallida que sustentaba las expectativas de una rápida victoria rusa al principio de la guerra. Centrarse únicamente en el personal y el equipamiento no tiene en cuenta el adiestramiento, la moral, el apoyo logístico y el liderazgo.
Además, la confianza de Shoigu en este tipo de discusiones puede estar destinada a apaciguar a Putin. Una debilidad común de los tiranos es su asombrosa habilidad para rodearse de aduladores, cosa que parece no haber hecho más que crecer con el tiempo.
Estados Unidos también parece estar preparándose para el estancamiento de los avances ucranianos, ya que las conversaciones en el seno de la administración Biden ya están muy avanzadas para preparar el terreno para las negociaciones correspondientes, lo que, más que nada, es el resultado de una creciente toma de conciencia de que los partidarios de Ucrania no pueden seguir suministrando armamento a Ucrania a los niveles necesarios sin disminuir su propia preparación militar.
Así pues, ninguna de las partes parece estar preparándose para el caso de una derrota rusa rápida y en cascada.
Si la contraofensiva tuviera un éxito sorprendente, Putin se vería obligado a responder de dos maneras: negociación o escalada. Dada la creencia de Putin en el valor de un escenario de juego a largo plazo, su voluntad de absorber costes significativos y las consecuencias políticas internas potencialmente desastrosas de unas negociaciones desfavorables, lo más probable es que Putin opte por la escalada. En una situación en la que las fuerzas rusas fueran derrotadas, Putin se enfrentaría a dos opciones realistas de escalada: lanzar más cuerpos humanos contra los ucranianos o recurrir al arma nuclear.
En el caso de la primera opción, Rusia ya parece estar preparando nuevas movilizaciones, con el Grupo Wagner reiniciando el reclutamiento de tropas de las prisiones rusas. Sin embargo, como se ha visto recientemente en Bakhmut y otros lugares, los nuevos soldados rusos están mal entrenados. Por ello, los reclutas suelen morir en masa, y ni siquiera los rusos tienen un suministro infinito de vidas humanas. Los nuevos reclutas podrían frenar la marea de un avance ucraniano, pero si el impulso está del lado de Ucrania, es poco probable que estas puedan pesar decisivamente a favor de Rusia.
Queda la escalada nuclear. Se ha debatido mucho sobre la doctrina nuclear rusa, especialmente sobre cuándo, cómo y por qué Rusia podría decidir emplear un arma no estratégica en el campo de batalla. Sin embargo, un aspecto de la doctrina en el que Rusia ha sido coherente es que la consideraría si su territorio fuese atacado. Desde su anexión de Crimea hace casi una década, Rusia considera que Crimea forma parte de la patria rusa. Por lo tanto, cualquier amenaza seria a Crimea, como mínimo, corre el riesgo del uso nuclear. Este riesgo aumenta significativamente con una contraofensiva efectiva que amenace Crimea y en la que el pulso parece estar claramente con los ucranianos.
Así pues, es mucho lo que está en juego en un escenario así. Independientemente de las probabilidades, Estados Unidos y sus aliados deben tener preparada una respuesta, que debe reflejar tres imperativos.
En primer lugar, Estados Unidos debe seguir transmitiendo a Rusia que las consecuencias del uso del arma nuclear serían desastrosas y probablemente implicarían su intervención militar directa. Estados Unidos se verá respaldado en esto si China se atiene a sus declaraciones, recogidas en un reciente plan de paz de doce puntos para Ucrania, en el sentido de que debe respetarse la soberanía de todos los países y no puede emplearse un arma nuclear en el conflicto. Y lo que es más importante, China ha declarado que no reconoce la anexión rusa de Crimea, lo que debilita los argumentos rusos de que una amenaza a Crimea podría considerarse una amenaza legítima a la patria rusa.
En segundo lugar, Estados Unidos debe usar su influencia sobre Ucrania para asegurarse de que las fuerzas ucranianas no avanzan hacia Crimea hasta que se presente una oportunidad para negociar. Destacadas voces de los medios de comunicación, como la periodista Anne Applebaum y el Teniente General retirado Ben Hodges, han abogado constantemente por la retoma de Crimea, argumentando que tal medida pondría fin de manera efectiva a la guerra. Esto puede ser cierto o no, pero los riesgos de una escalada nuclear no justifican hoy una estrategia tan agresiva. La falta de voluntad de la administración Biden para proporcionar a Ucrania misiles de largo alcance como los empleados en la contraofensiva del pasado otoño parece confirmar esta indecisión.
En tercer lugar, el trabajo preliminar para cualquier negociación debe implicar a China, la única gran potencia que respalda a Rusia. El incentivo para China es obvio. Colaborar con Estados Unidos y las partes beligerantes para poner fin a la guerra aumentaría el prestigio y la credibilidad de China en Europa, en un momento en el que muchos occidentales caminan por la cuerda floja sobre cómo, dónde y cuándo implicar a China. Esto abre la posibilidad de que China pueda ser un socio justo en un acuerdo de paz, algo que el Presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, ve con buenos ojos. Así pues, además de prepararse para otras contingencias, Estados Unidos debería encontrar más pronto que tarde la forma de colaborar con China en la gestión de la crisis en caso de éxito de la contraofensiva ucraniana. Esta preparación y comunicación anticipadas servirán de contrapeso a la posibilidad de un desastre catastrófico.
Los críticos de este planteamiento más vacilante dirán en gran medida que depende de Ucrania cuándo y cómo proceder con las operaciones militares y cuándo negociar. Dirán, basándose en hechos, que Crimea forma parte del territorio soberano ucraniano y que recuperar la península no sólo pondría fin a la guerra, sino que también sería la máxima justicia contra la agresión rusa. Dirán que, como las amenazas de Putin de recurrir al arma nuclear han resultado vacías hasta ahora, seguirán siéndolo.
Tales críticas, aunque hasta cierto punto válidas, son peligrosas y miopes. El uso del arma nuclear cambiaría drásticamente no sólo la guerra, sino el mundo entero. Teniendo en cuenta lo que sabemos de Putin, es de hecho plausible que pueda emplear un arma nuclear táctica, especialmente si Crimea se ve amenazada por el avance de las fuerzas ucranianas. Esta amenaza, además, se amplifica dependiendo de lo rápido que cambie el impulso en el campo de batalla.
Precisamente por eso hay que prepararse ahora por si, una vez más, el mundo se ve sorprendido por la capacidad de Ucrania para defenderse de la agresión rusa.
Fte. Modern War Institute (Alex Betley9
Alex Betley trabaja es consultor aeroespacial y de defensa en Washington, DC. Licenciado en Derecho y Diplomacia por la Fletcher School of Law and Diplomacy de la Universidad de Tufts, donde fue investigador en estudios de seguridad internacional y redactor jefe de la Fletcher Security Review.