El rompecabezas de la anexión de Israel en la era de la rivalidad entre grandes potencias

Mike Pompeo y Benjamín NetanyahuEl plan de Jerusalén de imponer la soberanía israelí sobre partes de la Ribera Occidental (West Bamk) el mes de julio próximo, plantea un desafío único, en cuanto a alianzas geopolíticas. A medida que Washington adopta una estrategia más agresiva con China, la anexión se ha convertido para Israel en un rompecabezas político de alto riesgo.

Durante años, el gobierno de EE.UU. ha aconsejado a Israel, y a otros aliados, la toma de una postura más dura respecto a las inversiones chinas. Esta fue una cuestión clave planteada durante la visita del Secretario de Estado Mike Pompeo a Jerusalén en el punto álgido de la crisis de la COVID-19 en mayo.

Pompeo advirtió acerca del fomento de los lazos económicos con Beijing, en particular en lo que respecta a la competitiva oferta china para construir la mayor planta de desalinización del mundo cerca de una base militar israelí. Mientras que el Ministerio de Defensa ha sido muy cauteloso al tratar con China, otras agencias gubernamentales israelíes, incluyendo los ministerios de economía, agricultura, transporte y energía, que supervisan proyectos como la desalinización, han sido menos sensibles a las posibles amenazas que vienen con los negocios chinos.

Israel rechazó en última instancia la oferta, pero la necesidad de distanciarse nacionalmente de Beijing persiste, a pesar de que los vínculos bilaterales con China se establecieron precisamente para hacer frente a un desafío como la anexión. El Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu se esforzó por establecer vínculos diplomáticos y económicos con otros importantes agentes mundiales a fin de que Israel pudiera aprovechar su influencia para mitigar o superar las presiones políticas no deseadas de los Estados Unidos y/o Europa. Pero ahora que el Presidente Trump ha convertido a China en un tema importante en las relaciones bilaterales de Estados Unidos, la influencia se ha debilitado.

Después de EE.UU., China es ahora el segundo mayor socio comercial de Israel con 14.000 millones de dólares en comercio bilateral anual, lo que representa alrededor del 10 al 15% de la economía israelí. Según la Administración de Comercio Exterior de Israel, las exportaciones israelíes a China se dispararon en un 402% en los últimos 10 años, mientras que el 22% de todas las exportaciones israelíes se dirigen ahora a Asia.

El cultivo de lazos con China ha sido un componente importante de la gran estrategia de Netanyahu, para crear una resistencia nacional a través de la fuerza económica, política y militar. Tan importante que en 2013 intervino en un caso de alto perfil de financiación del terrorismo contra China para evitar poner en peligro una relación floreciente y su histórica visita al país ese año.

Para Israel, el atractivo de las crecientes relaciones diplomáticas y económicas con la segunda economía más grande del mundo es múltiple. Al ser testigo del relativo estancamiento de las economías europeas en los últimos años, Israel miró hacia el este para diversificar su mercado. China presentaba una oportunidad inmejorable para ampliar el desarrollo de la pequeña nación que dependía de las exportaciones y las inversiones. A cambio del acceso al mercado de importación de China, de 2 billones de dólares, China accede e invierte miles de millones de dólares en las tecnologías civiles de la llamada «nación emergente».

Los lazos comerciales chinos también protegen a la economía de Israel de los desafíos diplomáticos que puedan surgir en Occidente. Las relaciones bilaterales entre Israel y China se ampliaron considerablemente en 2013 y 2014 con el establecimiento del Comité Conjunto Israel-China para la Cooperación en materia de Innovación, encabezado por el propio Primer Ministro Netanyahu. En ese momento, las relaciones entre Estados Unidos e Israel eran frías, debido a la búsqueda del acuerdo nuclear con Irán por parte del Presidente Obama. En Europa, los diplomáticos consideraban a Israel como el único responsable del estancamiento del proceso de paz en Oriente Medio. Bruselas, bajo la presión de la Boycott, Divestment, and Sanctions campaign, se convirtió en una arena diplomática difícil con la amenaza de boicots políticos al acecho.

Esa amenaza es ahora más real que nunca. A medida que el nuevo gobierno de Israel contempla la posibilidad de dar un giro histórico en su enfoque del conflicto israelí-palestino, anexionándose formalmente tierras en la Ribera Occidental, también se enfrenta a la perspectiva de una severa presión o castigo por parte de los gobiernos europeos que se oponen a la medida. El jefe de la política exterior de la UE, Joseph Borrell, advirtió que los movimientos israelíes hacia la aplicación de la soberanía sobre partes de Cisjordania, «si se implementan, no pueden pasar sin ser cuestionados». De hecho, el Ministro de Relaciones Exteriores alemán Heiko Maas viajó a Israel esta semana para advertir de nuevo de tales consecuencias.

Para disuadir a Israel de la anexión, los principales miembros de la Unión Europea, Francia, Bélgica, España, Suecia, Luxemburgo e Irlanda, han amenazado recientemente a Israel con sanciones e incluso con la suspensión de sus relaciones diplomáticas. Las medidas discutidas por el bloque incluyen la exclusión de acuerdos comerciales, becas, intercambio de estudiantes Erasmus Plus y otros importantes proyectos de investigación y académicos como Horizonte Europa, la ambiciosa iniciativa de investigación científica de 100.000 millones de euros de la UE.

Suecia, Irlanda y Luxemburgo abogan por la medida más severa: la suspensión del Acuerdo de Asociación UE-Israel. La UE también podría anular su acuerdo de cielos abiertos con Israel, que aún no ha sido ratificado. La prohibición del acceso de Israel a estas iniciativas no requiere un consenso entre los miembros; los países que suelen respaldar a Israel en las sesiones de votación, como Hungría, la República Checa y Austria, no pueden impedir tales acciones. Estas medidas serían un gran golpe para Israel, especialmente porque el bloque de la Unión Europea es el mayor socio comercial de Israel.

Mientras tanto, después de años de cortejar a Beijing, Israel finalmente está despertando a los peligros potenciales de tener la infraestructura crítica del país, como puertos y ferrocarriles, en manos de China. Jerusalén se está dando cuenta de que no hay relaciones puramente comerciales con las empresas chinas, porque las empresas están controladas en última instancia por el Partido Comunista Chino (PCC). Israel observó con asombro cómo un proyecto de infraestructura china en el puerto de Djibouti conducía a una base naval. Las botas chinas sobre el terreno en un punto estratégico de la región habrían sido impensables hace 10 años.

Israel se retiró de la oferta china de desalinización y presumiblemente de otras iniciativas chinas, debido a este despertar y a la presión de Estados Unidos. Pero esto tendrá un coste. El rechazo de los proyectos chinos no sólo significará la elección de empresas más caras, sino que tensará los lazos entre Israel y China. China podría reducir las inversiones en el sector de alta tecnología de Israel o interrumpir los proyectos existentes.

Israel puede abordar esa vulnerabilidad fortaleciendo su comercio con Estados Unidos a través de esfuerzos como US.-Israel Operations-Technology Working Group. Pero eso solo no compensará los negocios perdidos de China y la UE.

Netanyahu tiene mucho trabajo por delante.

Netanyahu no fue, por supuesto, el único líder que firmó acuerdos comerciales con China. Fue el Presidente Clinton quien admitió a China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. Y como escribe Michael Lind, las corporaciones americanas, durante años, «han buscado enriquecerse personalmente vendiendo o alquilando las joyas de la corona de América, propiedad intelectual, capacidad de fabricación, bienes raíces de alta gama, incluso recursos universitarios, a la élite de otro país [China]».

En otras palabras, hasta hace relativamente poco los líderes estadounidenses de ambos partidos pensaban que se podía aprovechar el dominio mundial para alentar a China a integrarse pacíficamente en las normas e instituciones dirigidas por EE.UU. Pero la política global ha pasado de una era de hegemonía de Estados Unidos, y hoy vemos el retorno de la competencia global de grandes potencias. China ha adoptado un enfoque mucho más agresivo a nivel internacional, incluso hacia Estados Unidos.

Ahora que el consenso ha cambiado, también lo ha hecho el cálculo de Israel sobre una serie de cuestiones de seguridad y económicas. La anexión es la más importante de ellas. Si Israel sigue adelante con ella ahora, su economía puede sufrir el debilitamiento de los lazos políticos y económicos con la UE. Esto ocurriría mientras se distancia de su red de seguridad económica, Beijing.

De este modo, la anexión podría poner en peligro la fortaleza económica de Israel en una época de agresión china, una pandemia, una crisis económica y la fractura de alianzas. Los israelíes deben ahora debatir si las recompensas valen la pena los riesgos.

Nota: Este artículo apareció originalmente en Order from Chaos.

Fte. LAWFARE (Eyal Tsir Cohen)

Eyal Tsir Cohen es un profesor visitante en el Center for Middle East Policy de Brookings.

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