Espíritu es «el vigor natural y virtud que alienta y fortifica el cuerpo para obrar» [1], o bien «la entidad abstracta -tradicionalmente considerada la parte inmaterial- que, junto con el cuerpo o parte material, constituye el ser humano; se le atribuye la capacidad de sentir y pensar» [2].
[1] Diccionario RAE.
[2] Diccionario Google.
El Espíritu militar es la «actitud ética del militar, cuyo propio honor y espíritu le estimulan a obrar siempre bien» [3]; aporta al soldado la determinación para lograr la misión con disponibilidad de morir y de causar bajas al enemigo y crea el «espíritu de cuerpo» al ser compartido con el resto de componentes de la unidad militar. Para Vigón «debe dar sentido a la vida del militar y se concreta en amor a la profesión, entusiasmo, energía, valor, abnegación y desprendimiento»[4].
El Espíritu militar aporta la iniciativa, coraje, resistencia, determinación y tenacidad que impulsan a los soldados a avanzar en las condiciones más arduas y adversas. Constituye el factor individual más importante para la obtención del triunfo pues las capacidades (tácticas, técnicas y físicas) -aunque son imprescindibles- no garantizan per se la victoria; las batallas se definen con el corazón de los hombres.
La esencia del Espíritu militar, es decir, lo que fundamentalmente sostiene al combatiente ante el peligro, es la vergüenza de no fallar a los compañeros ni a la sociedad y la disponibilidad de morir. Pericles precisa: «Cuanto más grande os pareciere vuestra Patria, más debéis pensar en que hubo hombres magnánimos y osados que, conociendo y entendiendo lo bueno y teniendo vergüenza de lo malo, por su esfuerzo y virtud la ganaron y adquirieron; y cuantas veces las cosas no sucedían según deseaban, no por eso quisieron defraudar la ciudad de su virtud, antes le ofrecieron el mejor premio y tributo que podían pagar, cual fue sus cuerpos en común» [5].
Esparta como modelo de Espíritu militar
El Espíritu militar del esparciata se apoya en dos ideales: la «bella muerte», que le permitirá seguir viviendo en el recuerdo de los conciudadanos, y el «sacrificio sublimado», preferido antes que la vergüenza de fallar a la comunidad (regresa con el escudo o sobre el escudo).
Los esparciatas son respetados por los otros griegos por su dureza, destreza militar, disciplina y coraje; son los únicos hombres del mundo antiguo para quienes la guerra es menos dura que la instrucción militar. Duermen, comen y se adiestran juntos y están dispuestos a morir el uno por el otro en las circunstancias más adversas; en combate cada hoplita se inclina a su derecha para protegerse del escudo que sostiene la mano izquierda del hombre a su lado. Una muestra de su Espíritu militar es el ritmo «más lento» con que se aproximan a las líneas enemigas; la falange espartana asusta cuando se va acercando, al ritmo de la Canción del Castor, «con lentitud amenazante» en apretada formación.
Este Espíritu es consecuencia de una educación, pensada para la defensa de la comunidad cuyo fruto es un ciudadano valiente, fuerte y muy obediente que resulta imbatible en la guerra. Los niños son separados de sus familias a los 7 años para comenzar el entrenamiento bélico, que dura hasta encuadrarse en las unidades militares a la edad adulta para entrenarse y pelear hasta los 60 años. El Espíritu militar espartano es el referente principal hasta finales del siglo XVIII y posteriormente es imitado de facto por los imperios europeos y por los nacionalismos.
La Convención decreta que los niños estén en los liceos franceses desde los 5 hasta los 12 años para ser educados en un ambiente comunitario con vestimenta, comida, diversiones, lecciones, habla e ideales comunes. Para Napoleón la moral (el Espíritu) en combate es tres veces más importante que las capacidades materiales y se logra con la educación; en su famoso discurso de 1806 dice: «El Emperador no podía considerar la educación ajena a los destinos de la Patria ni a los intereses de la moral» [6].
En Prusia, los cadetes se incorporan a la educación militar a los 10 años para recibir una formación que imita el duro entrenamiento lacedemónico para la guerra; la metáfora espartana forma parte de la identidad de los cadetes que son conocidos como Spartanjungelinge (juventud espartana).
En Reino Unido Arnold, director de la Escuela de Rugby (Rugby School), introduce a mediados del siglo XIX los principios espartanos en la educación: separación del niño de la familia a edad temprana, resistencia al dolor, sensación de ser elegidos, abnegación, vida austera, vivir juntos las dificultades, capacidad de superar el miedo y la humillación y disposición a morir por los ideales imperiales.
Las condiciones de vida en las academias militares de Estados Unidos llevan la marca espiritual de la agogé; el alumno está siempre con un compañero al lado cuando estudia, duerme, marcha o come. En Rusia sigue vigente la doctrina «espartana» de Dragomirov para quien el Espíritu militar permite el predominio en combate de la abnegación sobre la autoconservación.
La Historia de España es la Historia del Espíritu Militar. La actitud de los reyes en la batalla de «Las Navas de Tolosa», la forma de combatir de «Los Almogávares» y «Los Tercios» o el alma fuerte que anima a las gestas de la «Conquista americana» son muestras de ello. Las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas describen en su artículo 14 lo que no debe hacer el profesional para tener Espíritu militar, pero es en la normativa de la Fase de Campamento del Curso Selectivo -iniciado por la XXXIII Promoción de la Academia General Militar- donde se relaciona el Espíritu militar con la instrucción para el combate al precisar que «el objetivo del Campamento es que los aspirantes, en un ambiente plenamente castrense, con situaciones cambiantes y adversas, acrediten debidamente su vocación, espíritu militar y aptitud para la profesión» [7].
Espíritu militar en la posmodernidad
Desde el fin de la Guerra Fría se ha acentuado en Occidente la contraposición entre los valores liberales, fundamentados en las libertades individuales, y el Espíritu militar que subordina al individuo a los valores comunitarios. Aumenta la tensión entre dos demandas opuestas: por una parte sintonizar con los imperativos funcionales colectivos para ser eficaz en la guerra, y por otra, con los políticos que demanda la democracia.
Coker postula que el Espíritu militar se enfrenta actualmente a tres desafíos: «la guerra moderna no es compatible con el mito guerrero; el juicio cada vez más extendido de la sociedad civil sobre los valores militares socava la eficacia en combate; y la tecnología moderna amenaza con despojar a los militares de su autoridad» [8].
Este desalineamiento cívico-militar amenaza la capacidad de las Fuerzas Armadas para interiorizar los valores del Espíritu militar: iniciativa, coraje, resistencia, determinación y tenacidad. Cuanto más difieren los valores sociales de la propensión a luchar, más difícil es desarrollar estas cualidades en los cuarteles y mejor se entienden los graves problemas en combate: Marshall señala que en la Segunda Guerra Mundial «sólo el 25 por ciento de la infantería estadounidense disparó con buen propósito durante el conflicto» [9]; Brooke, advierte que «nuestros combatientes carecen del instinto de causar bajas» [10]; y Beevor cita un estudio de los británicos en Italia según el cual «sólo unos pocos hombres luchan mientras el resto huyen» [11].
Conclusión
El Espíritu militar es indispensable para aplicar la fuerza letal con todas las consecuencias y entregar la vida por los ideales comunitarios. Tal actitud no surge de la noche a la mañana por lo que la educación militar debe comenzar a edad temprana y, una vez finalizada, el Espíritu Militar ha de mantenerse con maniobras rigurosas y fiables que simulen la realidad de la guerra; algo impensable sin el apoyo de una sociedad con una profunda cultura de defensa.
En suma, urge reflexionar sobre las consecuencias de la magnitud de la brecha entre las necesidades (sociedad con cultura de defensa que sustenta a unas Fuerzas Armadas con Espíritu militar) y las disponibilidades (ciudadanos posmodernos poco dispuestos a causar bajas al enemigo, asumir las propias y morir por la colectividad).
Jesús Alberto García Riesco
Coronel del ET (R)
Licenciado en Ciencias Políticas
Asociación Española de Militares Escritores
[1] Diccionario RAE.
[2] Diccionario Google.
[3] Diccionario panhispánico del español jurídico
[4] VIGÓN, Jorge. Citado en FELIU, Luis. “La Vocación Militar”, Ciclo AEME II/21, abril 2021, disponible en https://militaresescritores.es/noticias/ciclo-aeme-ii-21-colaboracion-no-2-la-vocacion-militar/
[5] TUCÍDIDES. “Historia de la Guerra del Peloponeso”. Libro II. Capítulo VII. Discurso de Pericles en loor de los muertos, disponible en https://www.javiercolomo.com/index_archivos/Libros/Tucidedes.htm.
[6] NAPOLEÓN. “Discurso sobre el estado del Imperio (1806)”, disponible en https://www.napoleon-histoire.com/discours-sur-letat-de-lempire-1806/8/.
[7] Citado en IBÁÑEZ, Luciano. “La enseñanza superior militar en el Ejército de Tierra: Permanencia de valores y adaptación de competencias”, Universidad de Zaragoza, 2021, pp. 251-252, disponible en https://zaguan.unizar.es/record/99434/files/TESIS-2021-059.pdf?version=1
[8] COKER, Cristopher. “The Warrior Ethos: Military Culture and the War on Terror”, Abingdon, England: Routledge, 2007.
[9] MARSHALL, S.L.A. “Men against Fire. The Problem of Battle Command in Future War”, New York, 1947.
[10] Citado en BURWELL, Oliver “Implications for Fighting Spirit”, School of Advanced Military Studies United States Army Command and General Staff College Fort Leavenworth, Kansas 2017.
[11] Ibíd.