América ya libró una guerra comercial en Asia, estas son las lecciones del pasado para la China del presente

Estados Unidos y Japón protagonizaron en los 80 y 90 una guerra comercial que se replica en la guerra de aranceles desatada por la administración Trump contra China.

La guerra comercial desatada entre Estados Unidos y China está arrastrando al resto del mundo hacia un periodo de incertidumbre que podría ser más predecible si repasamos la historia reciente. 

Cuando estamos a pocos meses de estrenar la segunda década del siglo XXI el pasado parece alejarse a gran velocidad olvidando, a veces, que nuestra historia ofrece respuestas a los episodios del presente.

La guerra comercial desatada entre Estados Unidos y China está arrastrando al resto del mundo hacia un periodo de incertidumbre que podría ser más predecible si repasamos la historia reciente de un combate que enfrentó sobre el ring al gigante americano y otra nación asiática emergente.

Durante la década de los 80 y 90 EE.UU. luchó con Japón por segunda vez en el siglo XX, aunque esta vez las armas de destrucción masiva no fueron bombas nucleares, sino tarifas y acciones legales para contener el crecimiento del país nipón que amenazaba sectores claves de la industria made in USA.

Tras la Segunda Guerra Mundial Japón cambió su estrategia y se concentró en convertirse en una potencia industrial y económica lo que no tardó en chocar con la nación que tras la guerra se expandía comercialmente por todo el mundo.

Del textil a la tecnología, el presente se refleja en la historia

Nada más estrenarse el siglo XXI, muchos productores del sector textil recriminaban los bajos precios de los productos chinos que arruinaban su competitividad en el mercado.

En 2018 poco queda de la industria textil española y de otras naciones tras la deslocalización de los principales polos industriales del sector hacia China primero y otras naciones después. La historia parecía repetirse puesto que en los años 50 del XX trajeron las primeras tensiones entre Japón y Estados Unidos precisamente por el sector téxtil.

De las prendas del algodón, pasando por los materiales sintéticos hasta el acero, durante los 60 se llegó a una situación de máxima tensión y rivalidad que durante los años 70 a los 90 —con la llegada de la tecnología a los hogares de los americanos de la mano de las televisiones a color, el automóvil, los walkman y el VHS— posicionó a Japón como elemento desestabilizador en el mercado no sólo americano, puesto que este efecto llegó también a Europa.

Tras tres décadas de invasión de productos japoneses la gota que colmó el vaso de la paciencia americana fue la irrupción de la industria tecnológica que, en el caso japonés, anticipó treinta años la guerra por los semiconductores que hoy es el corazón del enfrentamiento sinoestadounidense.

Como si de un déjà-vu la historia se repite aunque esta vez el país que rivaliza con Norteamérica no es Japón con sus 126 millones de habitantes sino China y sus 1,400 millones de potenciales consumidores.

Algo que suena muy actual a pesar de ser historia

Durante los 80, la industria de los semiconductores japonesa adelantó a la americana. Con Ronald Reagan en la Casa Blanca la respuesta fue contundente al apuntar a Japón como una de las mayores amenazas para la economía americana, acusando al país del sol naciente de robo de propiedad intelectual y competencia desleal.

Las medidas de Reagan supusieron un fuerte castigo para las compañías niponas que terminaron por firmar acuerdos para compartir sus tecnologías en semiconductores y comprar más productos norteamericanos.

La frase hecha “la historia se repite” parece más real que nunca puesto que las reclamaciones de propiedad intelectual, dumping y otras son una fotocopia de las reclamaciones y acciones que en su día realizó Reagan, el presidente más venerado por los republicanos norteamericanos.

La tecnología 5G clave dominar el futuro

La guerra de los semiconductores es similar a la batalla por latecnología 5G donde Huawei y la industria china están demostrando ir un paso por delante del resto del mundo, monopolizando el suministro de tecnología y equipos necesarios para la conectividad de alta velocidad que cambiará el mundo.

El reparto de la tarta de las comunicaciones de alta velocidad que finalmente proporcionarán la posibilidad de interconectar todos los dispositivos móviles, el Internet de las Cosas (IoT) y los servicios en la nube, es clave para dominar las infraestructuras por la que circularán todos los datos de la industria, la economía y de nuestras vidas.

Tener la llave que abre esa tecnología es una de las bases de la guerra abierta que enfrentan a dos países que luchan por la hegemonía en el siglo XXI.

Todo puede ir a peor 

Las cuestiones de alta tecnología se consideran asuntos de seguridad nacional por lo que la ley del mercado no siempre se cumple cuando se cruzan con los intereses estratégicos nacionales.

A mediados de los 80, Estados Unidos llegó a subir al 100% las tarifas a los semiconductores japoneses que finalmente se rindieron sufriendo inspecciones norteamericanas y abrieron sus patentes.

Una década más tarde Corea y otros países rivalizan con Japón en ese terreno. El país nipón ya no supone una amenaza de primer riesgo y ha cedido el liderato a otras naciones siendo superado ampliamente por Estados Unidos.

Las sanciones a ZTE y las actuales a Huawei han conseguido que en Beijing suene la voz de alarma y desde el gobierno se incentive y subvencione a las empresas a desarrollar su propia tecnología.

China gasta más en semiconductores que en petróleo y el bloqueo a la tecnología norteamericana ralentizará el desarrollo hasta que la industria china desarrolle su propia tecnología y know-how.

Las tecnologías que EE.UU quiere controlar

La Casa Blanca está tratando de evitar que China les adelante por la derecha en materia de robótica, Inteligencia Artificial, ordenadores cuánticos (aprobando nuevas restricciones de venta de componentes para estos supercomputadores), nanotecnología y aquellos sectores como el aeroespacial que son vitales para asentar las bases de la competitividad y supremacía de la próxima década.

Japón en su batalla con Estados Unidos no contaba con un mercado interno de más de mil millones de consumidores con un sentimiento nacional poderoso de lealtad ante los ataques exteriores como el de China.

China, por su parte dispone de un mercado poderoso en el que apoyarse para compensar su perdida en ventas exteriores. El Gobierno y la economía china está aprendiendo a golpe de sanciones y limitaciones comerciales las desventajas de la globalización.

No obstante, la capacidad y planificación del presidente Xi Jinping ha marcado en la hoja de ruta del país el liderazgo tecnológico como objetivo a conseguir incluyendo, ahora, el concepto de independencia tecnológica por encima de todo.